Ver más allá de lo aparente
[Cristo es] la cabeza de su Iglesia. Él preveía la Iglesia futura extendida por el mundo; los discípulos aún no la veían. Mostraba la Cabeza; prometía el Cuerpo (San Agustín. Sermón 117, 4)
En el contexto de la Espiritualidad Católica: Esta frase de San Agustín muestra la confianza en los tiempos de Dios. Nuestra vida interior está destinada a curar de la miopía espiritual y evitar el desánimo eclesial. Una vida interior que debe estar iluminada por la Gracia y el Espíritu Santo.
Nos muestra que los Apóstoles veían a la Cabeza (Jesús físico, milagros, resurrección, etc) pero les costaba creer en el Cuerpo (que se convertiría en la Iglesia). Por contra, nosotros hoy vemos el Cuerpo (la Iglesia extendida por el mundo, con sus luces y sombras), pero nos cuesta ver a la Cabeza. Parece que ignoramos a Jesús vivo y presente, en cada momento de nuestra vida.
Nuestra espiritualidad no puede separar lo que Dios unió. Si amamos a la Cabeza, debemos amar al Cuerpo, aunque esté herido, sangrante o esté lleno de imperfecciones. No existe Cristo sin Iglesia, porque no tendría sentido la Buena Noticia que nos encargó proclamar a todas las naciones.
Cuando dice "Él preveía..." muestra que la Iglesia no es un accidente histórico ni una invención humana que se nos fue de las manos. Es un proyecto querido por Cristo desde el principio. Cuando en nuestra vida espiritual sentimos que la Iglesia se derrumba o que nuestra comunidad se agrieta y rompe, debemos recordar que Cristo ya vio el final. Un final que una la victoria que a veces nos parece imposible. Él sostiene el edificio. Él es el cimiento que da soporte a todo y a todos.
Jesús promete "el Cuerpo". Esto significa que la comunidad, la familia de fe, es una promesa de Dios, no una carga a soportar. Cuando sintamos la soledad espiritual recordemos que pertenecemos a un Cuerpo místico inmenso (que incluye a los santos del cielo). Un Cuerpo que es fuente de consuelo. Aunque en la sociedad parezca que nos hundimos, en la trascendencia encontramos soporte y esperanza. Tenemos que intentar ver más allá de las apariencias que nos venden.
En el contexto de la evangelización digital: Esta cita es esperanzadora y estratégica para quien evangeliza en el vasto y a veces hostil continente digital. Lo primero, intentemos mantener una visión de largo plazo. El algoritmo no debe ser el foco de la evangelización en las redes. El verdadero motor que hace posible lo que no vemos es la Divina Providencia. A menudo, el evangelizador digital se frustra porque "no ve" resultados inmediatos de su labor. Encontramos pocos likes, comentarios negativos o algo incluso más duro: la indiferencia. San Agustín diría: Tú estás mirando como los discípulos. Donde ves un pequeño y desastrado grupo, Cristo ve mucho más. Nos ofrece Su mano con el tesoro que nos ha prometido: la esperanza. Un contenido que generas hoy puede ser visto por alguien dentro de 5 años y provocar una conversión. Puede ser que no lo sepas nunca, pero has sido una dichosa herramienta en manos de Dios. No vemos físicamente la realidad eclesial, pero Cristo sí. Nosotros sembramos; Él conoce la cosecha.
En las redes sociales, a menudo cometemos el error de mostrar demasiado la "estructura" (normas, polémicas eclesiales, burocracia) y poco la mano tendida de Jesús. Para que la gente quiera acercarse al "Cuerpo" (Iglesia), primero tienen que ver la "Cabeza" (Cristo) y tomar Su Mano. Nuestra misión en las redes es hacer visible la Cabeza y señalar que Su Mano está siempre dispuesta. Si mostramos a un Cristo transformador, misericordioso y veraz, el Cuerpo (la comunidad) ganará.
Podemos entender a esta proto-Iglesia digital como la Iglesia antigua que se iniciaba en el atrio de entrada de los templos. San Agustín nos dice que "los discípulos aún no la veían". Los catecúmenos que escuchaban en el atrio no vivían los sacramentos, pero encontraban esperanza.
Hoy día, vemos que muchas comunidades padecen, pero no desaparecen. El dolor parte de la necesidad de transformarse porque la sociedad cambia a gran velocidad. Tenemos que ver más allá de las apariencias directas. La evangelización en las redes evidentemente no sustituye a la Iglesia, pero es el primer contacto para muchos. El evangelizador debe ver en ese usuario anónimo o en ese hater que se acerca a crear ruido, un miembro potencial del Cuerpo místico. No los debemos ver como enemigos a batir, sino como un miembro futuro que aún no ha llegado a casa. No es sencillo, por lo que tendremos que orar para que Dios nos ayude.