Los descubrimientos de Dorothy Day
Dorothy Day (1897-1980) puede ser en un futuro no muy lejano una de las grandes santas estadounidenses. Recordemos que el papa Francisco prologó en 2023 una edición italiana de uno de sus libros autobiográficos y allí destacó tres aspectos: la inquietud, la Iglesia y el servicio.
Se trata de la inquietud que lleva poco a poco a la fe a esta escritora y periodista muy implicada en la defensa de los pobres y la justicia social.
Su itinerario espiritual llevará a Dorothy a la Iglesia, pese a los estereotipos que la presentaban como identificada con los intereses de los poderes económicos. Comprenderá que, aunque en ella aparezcan las fragilidades humanas, la Iglesia sigue existiendo a través de los siglos. Además, el servicio será otro de los rasgos distintivos de la vida de Dorothy, que es la crónica de su continua lucha por la dignidad humana.
La primera autobiografía de Dorothy Day, de 'Union Square a Roma', se publicó en 1938 y podemos leerla ahora en español con el título de Mi conversión (ed. Rialp), en una magnífica traducción de una obra que también es una joya literaria, una fina observación de la propia conciencia y una apertura de los sentidos a un mejor conocimiento de los demás. Al principio, Dorothy era una apasionada de la escritura porque antes había sido una gran lectora no solo de pensadores socialistas y anarquistas sino también de narradores de espíritu crítico y denuncia social como Upton Sinclair y Jack London. Le atrajeron además los grandes escritores rusos como Dostoievski y Tolstoi, pues quien los ha leído en profundidad no puede dejar de hacerse preguntas sobre lo que es realmente el cristianismo.
La afamada novela de Sinclair, 'La jungla', en la que se plasman las duras condiciones laborales de los trabajadores de un matadero de Chicago forzosamente tenía que impactar a Dorothy, pero el impacto mayor sería el del trato con las personas que se cruzaron en su camino. Poco a poco iría dejando atrás una vida indolente, que justificaba por estar embriagada de un gran deseo de libertad, y su arrogancia temeraria y desafiante. En el Nueva York de los años de la Primera Guerra Mundial, en sus paseos por los parques, el metro o los restaurantes, Dorothy se da de bruces con "el peso de la miseria de la existencia humana". Experimenta la necesidad de hablar con alguien, lo que no siempre es fácil, y su corazón desborda de lágrimas.
Dorothy Day, la intelectual y la activista que ha conocido la cárcel por su entrega a causas feministas y pacifistas, irá transformándose en su interior por su apertura hacia lo transcendente. Por eso, su libro dista de ser una detallada autobiografía y no es un absoluto un libro de conversión al estilo "clásico" con grandes mociones divinas. Es el libro de varios descubrimientos. Uno de ellos es la percepción de que la solidaridad con los pobres y los oprimidos tiene en el evangelio su sentido más profundo. Además, Dorothy descubrirá distintas formas del amor a Dios. En la práctica religiosa, pero también en la amistad, el amor al prójimo y la contemplación de la belleza del mundo.
Otro gran encuentro será el descubrimiento de Cristo a través de los pobres. Comprende que Dios se disfraza en ellos, tal y como escribía François Mauriac. Por eso, Dorothy subraya en esta obra el hecho de que muchos cristianos han perdido de vista los aspectos comunitarios del cristianismo y ese vacío ha sido llenado por ideologías colectivistas que han pretendido elevar al proletariado al rango de nuevo Mesías. No se muestra de acuerdo con aquellos que piensan que para reprimir la amenaza del comunismo hay que matar a los comunistas. Lo dice una mujer que conoce a fondo los movimientos radicales y el idealismo de muchos de sus militantes, pero que tiene muy claro el Sermón de la Montaña en el que Jesús habla del amor a los enemigos, pues para el cristiano también son hermanos. De hecho, Dorothy dedicó el libro, caracterizado por una sinceridad y sencillez que pueden resultar morbosas, a su hermano menor John, que seguía apegado al radicalismo de izquierda.
Esta obra de Dorothy Day es la demostración de que la semilla de la fe puede crecer en un ambiente muy secularizado. La Gracia actúa y sigue actuando.