Declararse culpable y declararse inocente
Pocas personas se declaran culpables de sus delitos. Parece que existe una especie de instinto en muchos delincuentes que buscan huir de los castigos y recurren a la mentira de decir que no hicieron lo que hicieron. Ello crea un doble daño. El primero, sobre el mismo culpable. Como ya explicaba Sócrates, un culpable que busque realmente su propio bien reconocería su delito y pediría ser castigado, para así curar las heridas de su alma.
Por desgracia, ocurre que muchos culpables no piden la "medicina" del castigo, y prefieren inventar mentiras y excusas que buscan engañar a los jueces y así eludir cárceles, multas o cualquier otro tipo de penas. De esa manera, añaden culpa a la culpa: su delito queda agravado por esas mentiras y acciones orientadas a evitar un castigo justo y a herir ulteriormente a las víctimas, que se ven doblemente dañadas cuando un culpable consigue, con mentiras, ser absuelto.
El segundo daño es más sutil: cuando constatamos que tantos culpables declaran una y otra vez que su inocencia, podemos llegar a la tesis de que todos los que se declaran inocentes serían culpables.
En otras palabras, la mentira del delincuente provoca en jueces, policías, periodistas y otras personas, la sospecha de que personas inocentes acusadas por error serían culpables, pues al defenderse estarían haciendo lo que todos hacen: mentir al decir que son inocentes.
El inocente tiene todo el derecho del mundo a defender su inocencia. Pero es triste ver cómo algunos miran con desconfianza sus palabras, e incluso dicen, con un cierto cinismo, de que "todos se declaran inocentes", como si todos fueran culpables.
No existe un mundo en el que no se cometan delitos. Hombres y mujeres, hoy como en el pasado, van contra la justicia y dañan a inocentes. Por eso existen sistemas represivos y punitivos para castigar a los culpables y resarcir a las víctimas.
En ese mundo sería un sueño que los culpables, como un primer paso de regeneración moral, declarasen sus culpas y pidieran, honestamente, aquellos castigos que les ayudasen a emprender un camino de mejora.
Como también sería un sueño que no sospechásemos de inocentes cuando son falsamente acusados, con la "excusa" de que todos se declaran inocentes, como si las declaraciones de esas personas no tuvieran ningún valor.
No hay que añadir injusticia a la injusticia. Por eso habrá que seguir ayudando a los culpables a reparar sus daños, a sus víctimas a ser sanadas, y a los inocentes acusados falsamente para que sea posible reconocer su integridad ética, en un cuadro jurídico que evite liberar a culpables mentirosos y que no condene a inocentes acusados erróneamente.