Opinión

Con un nombre y una historia

por P. Fernando Pascual 09-05-2024
Imagen gentileza de Yingchou Han - Unsplash

Para algunos, los emigrantes clandestinos son rostros anónimos que aparecen en las noticias. Los "vemos" en barcazas repletas de gente o en fronteras de tierra atravesadas entre mil peligros. Pero todo resulta diferente cuando uno tiene la ocasión de hablar con uno de esos emigrantes, de escuchar su historia, de verlo caminar y saludar a la gente, de comer juntos un buen bocadillo. Ahora que conozco tu historia, sé que saliste de un país africano semidesértico, cuando apenas tenías 17 años. Luego, pasaste por la aventura del viaje hacia las costas de Libia, con peligros y, en ocasiones, con hambre y golpes. Sé que llegaste a Italia como clandestino. Tenías contigo solamente una gran esperanza de un futuro que no veías en tu tierra. Ese futuro empezó a hacerse realidad gracias a personas buenas que te acogieron en diversos centros de asistencia y que empezaron a confiar en ti. Encontraste trabajo, ganaste tu salario, empezaste una nueva vida. Llegó también el momento en el que pudiste legalizar tu situación. Han pasado varios años, y veo cómo te saluda la gente del lugar, cómo te sientes, en una tierra nueva, como si estuvieses en casa. Ha habido y habrá problemas. Incluso sé que tuviste que pedir ayuda ante ciertas situaciones que te dañaron. Pero tienes amigos que buscan tu bien, que no te dejan a un lado, que te llaman con tu nombre, que a veces te "corrigen" porque desean que salgas adelante. Ya no eres un rostro misterioso ante quien puede surgir algo de miedo. Ahora eres un joven que, como tantos otros, quiere encontrar un modo honesto de encajar en este mundo tan difícil. Eres un hombre como yo, con un nombre y una historia, una patria de origen y una patria que ahora empiezas a sentir también como propia. No compartimos, es cierto, la misma fe en Dios. Ello no impide que pasemos juntos una tarde, que hablemos de la lluvia que llega o del trabajo de cada día. Lo importante es seguir en camino, sin dejar la búsqueda de esas verdades sobre Dios que también se convierten en verdades sobre cada ser humano.

Temas relacionados Cultura Evangelización Opinión