Hemos escuchado mencionar con abundancia e insistencia el término “inclusión” durante estos días; claro que desde una perspectiva ideológica y solo en relación a las minorías sexuales. Creo oportuno reflexionar sobre ‘inclusión’ en un sentido precisamente más inclusivo y menos ideológico; pues la segregación, la violación de los derechos humanos o el abandono, afecta a miles de personas en Chile y el mundo. Para ellos no hay tribuna, ni películas, ni Oscar.
Me refiero a los pobres, quienes viven la incertidumbre o quienes enfrentan el abandono cada día; también los ancianos, los enfermos dejados a su suerte; en fin, todos quienes padecen la violencia extrema de la negligencia institucional, indolente. Para mayor abundamiento se unen a los sin inclusión anteriores, rostros venidos de otros países, hijas e hijos de Dios escapando de la pobreza, la violencia explícita, de regímenes totalitarios y otras barbaries. Son los inmigrantes que arriban con una mezcla de dolor-miedo-esperanza; anhelando encontrar un lugar que huela en algo al hogar soñado.
¿Seguiremos siendo mudos testigos de cómo miles de hermanos haitianos y de otros países llegan a Chile creyendo que aquí podrán efectivamente mejorar sus vidas? ¿Acaso no es ya momento de mostrar a esa demagogia política, permisiva de una migración que sólo viene a engrosar la cifra de pobres dejados a su suerte, en un país precario que abandona incluso a los hijos de su propia tierra?
Nuestros hermanos inmigrantes están siendo explotados, sometidos a sueldos indignos y maltrato. Cientos deambulan cada día por las calles, hacinados en escasos metros cuadrados, arrendando a otros pobres de corazón duro como la piedra, en condiciones de insalubridad que se agudizarán al llegar el invierno.
¿Dónde están las autoridades que han permitido el ingreso descontrolado de inmigrantes y luego les han abandonado a su suerte? Las organizaciones de derechos humanos se callan y si dicen algo es solo bajo la ideología que les patrocina y que ya comenzaron a usarlos en marchas que terminan con ofrendas florales. Tú eres de su partido y te escuchan, si no perteneces te excluyen los mismos que se llenan la boca con la INCLUSION. Mienten, mienten y mienten. ¡Basta!... La verdad encarcelada y la mentira en libertad.
También en los inmigrantes se viola el mandato del amor dado por Jesús y en consecuencia por amor a Dios, toda la comunidad de Iglesia debemos movilizarnos para denunciar este pecado; detener este abuso, sanar, generar caridad y devolver dignidad. Los problemas reales de las mayorías en Chile ya no resisten ser postergados y menos con monsergas ideológicas o farándula de medios de comunicación serviles.
Urge movilizarse, fieles a la verdad que Jesús proclama en el Evangelio; ¡hacerlo vida! Precisamente en la Sagrada Escritura el Señor nuestro Dios nos recuerda: “No les tengas miedo, que Yo estoy contigo parar librarte... lucharán contra ti, pero no te vencerán porque yo estoy contigo para librarte…” (Jr. 1, 8. 19).
Nuestras armas para la batalla, nuestro alimento diario, es el mismo que nos legaron las primeras comunidades cristianas: La Eucaristía, la oración, la formación en la comunidad de Iglesia, la unidad en Cristo -entre otras- y generar así acciones que transforman el mundo. “Los creyentes estaban unidos y poseían todo en común; en sus casas partían el pan, compartían la comida con alegría y sencillez sincera”… (Hch. 2, 42- 47)
Dios y la Santísima Virgen María, Nuestra Señora del Carmen, Reina, Patrona de Chile, nos amparen y ayuden a construir un país más justo, no violento, amando de verdad al prójimo.
La misericordia de Dios, sus bendiciones, alcancen a todos en esta Cuaresma.