A 500 años del inicio de la Reforma protestante, el Obispo de Roma pide superar prejuicios sobre Martín Lutero. ¿Cómo interpretar estas palabras? ¿El Papa le da la razón al reformador alemán?
1. Las palabras y su contexto. Generalmente, las frases sueltas son las que suscitan dificultades, pues se pueden tomar con un sentido diferente al que fueron dichas. En este caso, se trató de un discurso del Papa Francisco en el Vaticano a una delegación de la Federación Luterana Mundial, que representa a 72 millones de cristianos.
En su mensaje al presidente de esa federación, el arzobispo nigeriano Musa Panti Filibus, el Pontífice habló largamente de la oración, como “combustible de nuestro viaje a la plena unidad”, y explicó que el Espíritu Santo ha suscitado el camino ecuménico.
Y en ese contexto de oración y unidad, afirmó el Papa que ese mismo Espíritu “nos ha llevado a abandonar los antiguos prejuicios, como aquel sobre Martín Lutero y sobre la situación de la Iglesia en aquel periodo”. (Discurso, 7 dic. 2017)
2. ¿Qué quiso decir el Papa? Es importante valorar el alcance de la afirmación del Papa, porque algunos pretenden sacar de esas palabras una descalificación hacia el Pontífice, como si Francisco apoyara la Reforma en detrimento de la Iglesia católica.
En realidad, el Obispo de Roma reconoció que un principio superior a las dos confesiones es el que promueve la reconciliación: el Espíritu Santo. Se trata de un fenómeno sobrenatural, pues sólo una fuerza divina puede sanar las heridas producidas en cinco siglos de separación.
Francisco dio a entender así que acción divina se manifiesta en la superación de los prejuicios de ambas confesiones: tanto de parte católica, que ve a Lutero como un destructor malvado, como de la parte luterana, que enfatiza que la Iglesia católica del siglo XVI estaba totalmente corrompida.
Ciertamente, había problemas morales en la Iglesia de aquella época, pero a la vez, había bastante actividad de católicos comprometidos con la fe. De igual manera, Lutero no pretendía fundar una nueva Iglesia, sino purificar la existente, aunque su movimiento tomó un giro inesperado.
3. Una nueva visión del ecumenismo. En el mencionado discurso, el Papa dejó ver su paradigma sobre el modo de llegar a la unidad entre las diversas confesiones cristianas reformadas y la Iglesia católica.
Francisco retoma el tema de Juan Pablo II sobre “purificar la memoria”, o sea, reconocer los errores que se cometieron por parte de las dos confesiones. Desde ahí el Papa pide mirar al futuro sin “el peso de los contrastes y preconceptos del pasado”, para poder acoger los dones que provienen de las diversas tradiciones confesionales y “acogerlos como patrimonio común”.
Además, el Papa quiere superar “las heridas del pasado”, porque hay una realidad común de origen sobrenatural que es más fuerte: el Bautismo. Como el bautismo nos ha hecho hijos de Dios, nos ha convertido en hermanos y, por eso, “nunca más podemos permitirnos ser adversarios o rivales”, concluyó.
Epílogo. Francisco es un gran continuador del movimiento ecuménico que inició con Pablo VI en 1967. El Papa argentino sabe que la unidad no se va a lograr únicamente por la vía doctrinal, pues cinco siglos de disputas teológicas no lo consiguieron. Sin cambiar nada el contenido de la fe, el Pontífice busca que católicos y luteranos retomen la vía sobrenatural –la oración y la fraternidad bautismal– para “caminar juntos” hacia el milagro de la unidad completa.
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