Cuando uno sube a Valvanera, el monasterio que custodia a la patrona de La Rioja, se encuentra con su imagen en el camarín. A los pies del monasterio se halla la fuente que brota al pie del roble donde Nuño, un ladrón, y Domingo, un sacerdote, descubren la talla de la Virgen allá por lejano s. X. Con dicho roble se talla un Cristo que hoy se encuentra en el cercano pueblo de Brieva. El manantial sigue dando agua a todos los peregrinos, pero… ¿y dónde quedan los panales que hay también junto a la imagen? ¿Dónde están ahora? ¿Quién los cuida para que todo el que viene a Valvanera tenga miel y no sólo agua de la fuente?
Al beber de la fuente nos encontramos con dos caños. Encima vemos la imagen en piedra de la Virgen con el Niño. Falta la miel y falta San José. Con ese fondo de imagen me quedo antes de celebrar la eucaristía del pasado sábado, fiesta de San Jerónimo. Al terminar la misa me quedo en silencio y oración en la iglesia del monasterio. Termino acercándome a San José para presentarle todo lo vivido en la oración de la mañana y en la eucaristía. Al ponerme a los pies de la imagen del santo patriarca entiendo con unas palabras vivas envueltas en luz que está escondido y trabajando, como siempre, en silencio. Todo el año los peregrinos acuden a la casa de su Esposa para rezarle a Ella y a su Hijo, pero la mayoría no buscan ni rezan a San José. Tampoco se preguntan de dónde sale la miel ni quien la trabaja.
Todo queda en acción de gracias y ofrenda a San José. Por la tarde vivo un coloquio muy íntimo con San José. El silencio penetrante ayuda a unirme mejor al santo patriarca. La Fuente viva mana desde la custodia y la Madre contempla todo desde su trono en el camarín. San José sigue escondido en un rincón de la iglesia esperando una mirada. Entro en diálogo con los tres. Me presento a Jesús Eucaristía, miro a lo alto para encomendarme a María de Valvanera y pongo los ojos en San José que se encuentra a la izquierda. Están los tres. Los tres acompañan estos días de retiro en silencio, soledad y oración para dejar que Dios hable al corazón.
La imagen de la fuente con los dos caños en el recuerdo de la mañana sigue viva. Ahora, al mirar a San José, todo se llena de luz y acción de gracias. Con lo vivido horas antes junto a su imagen, esas palabras, “busca la miel”, resuenan con fuerza y cobran todo su sentido en adoración. Si busco la miel, me encuentro con San José, el que casi nadie busca al venir a Valvanera; además si falta la miel de Valvanera, falta algo muy importante. Esa fuente de agua de María se complementa con la miel que recoge el Esposo de la Virgen muy cerca del monasterio.
Allí, a las colmenas, pocos suben, muchos ni saben dónde se encuentran. Sólo se acercan los que conocen a fondo los contornos del monasterio y saben bien que Valvanera es fuente, roble y miel. Todo para estar siempre unidos a María que nos presenta a su Hijo. El agua mana cerca, el roble está en Brieva y la miel en un lugar escondido. ¿Quién está entre María y Jesús? ¡San José! Por eso hay que rezar, hacer silencio y abrir el alma a Dios. Rezar a María y a Cristo Jesús y buscar al que falta en nuestras vidas: ¡San José!
San José alimenta, dulcifica la vida y busca la medicina para Jesús y María. Esa es la verdadera miel. La oración que se vive cuando uno se pone ante San José. Buscar la miel es buscar a San José en lo escondido del monte, que, en silencio y oración, trabaja para que siempre haya botes de miel cuando los peregrinos visitan el santuario de Valvanera. No se presenta, se esconde, busca lo mejor: que todos miren a María y a su Hijo. ¡Esa es la alegría de San José! Es feliz en ese trabajo callado de cuidar las colmenas, sacar los paneles y llenar los botes. Tres momentos que nos ayudan en nuestra vida espiritual: cuidar nuestra vida, sacar las virtudes y llenar a todos de amor de Dios y de María. Es lo que hace San José y lo que tiene que hacer todo orante. Cuesta, no es fácil, se necesita tiempo y mucho amor, humildad y silencio. Todo como el trabajo de San José.
Es hora de empezar a vivir cerca de San José, a dejar que nos enseñe a preparar los botes de miel paso a paso. Antes es preciso venir a Valvanera, encontrarse con María y Jesús y darse cuenta de lo que falta en nuestra vida espiritual.
Comienza el curso. Los botes de miel se han llenado al terminar el verano. Vuelve el día a día, la vida en familia siguiendo los pasos de la Sagrada Familia. Valvanera se vacía de peregrinos, pero espera peregrinos que quieran rezar ante la Virgen y ante Jesús Eucaristía para que al final busquemos lo que nos alimenta, endulza y sana, la miel que sale del panal del roble de la Virgen y que San José, cuando tiene menos trabajo en su taller, sube a las colmenas, las trabaja, las cuida y sin que nadie se entere, deja los botes llenos de miel.
Esa miel es la miel que te ayuda a rezar de otro modo porque tiene tres propiedades muy necesarias para la vida de todo orante. Hay que acercarse a Valvanera, beber de la fuente de la Virgen, adorar al Hijo en la custodia y buscar a San José, que es quien te va a enseñar a acercarte a María y a Jesús, a alimentarte de su Palabra y su Gracia, a ver todo de otra manera con la dulzura de una Madre que te da todo lo mejor que tiene, su Hijo, y a poner ante los dos, Madre e Hijo, tu enfermedad para sanarla cuando tomes esa miel especial que tiene preparada San José. Por esto, siempre que vengas a Valvanera no te quedes sólo con María, la Madre de Dios y Madre nuestra, y con su Hijo, da un paso más, el que pocos dan en su vida espiritual, pero al darlo todo cambia radicalmente. ¿Sabes de qué hablamos? Seguro que ya lo tienes claro: ¡busca a San José! ¡busca alimento espiritual, dulzor singular y medicina para cualquier enfermedad! ¡busca la miel!