Video-testimonio: Creyendo que por mis actos estaba condenada busqué felicidad en sectas y el esoterismo
La francesa Monette comienza su testimonio destacando que nació “en una familia bretona sumamente católica y me casé muy joven, a los 18 años”.
Tuvo su primer hijo y poco tiempo después estaba de nuevo embarazada; cuestión que molestó a su marido pues no quería que tuvieran otro hijo de inmediato, señala Monette. Confiesa con dolor que, al ser ella tan joven, no pudo resistir la decisión de su esposo. “Cuando aborté, lloré mucho, se me rompió el corazón. Al poco tiempo, se anunció otro embarazo, y entonces dije: «No, esta vez nos quedaremos con el niño». Y nuestra hija nació”.
Algún tiempo después, tuvo un nuevo embarazo que tampoco fue bienvenido por su esposo. “En ese momento, tenía cada vez menos fuerzas para defender a este niño y tuve un aborto”. Y tiempo después hubo un tercer aborto. No sólo eran su cuerpo y su salud mental los destrozados, sino que su misma esencia espiritual. Así lo narra ella misma:
" ¡Iré directo al infierno! ..."
Estaba muy arrepentida, fue entonces una tragedia para mí y lo sigue siendo hoy en día. A partir de ese momento, me alejé de la Iglesia, porque pensé: «¡Soy una infeliz cualquiera! De todos modos, estoy condenada, el Señor ya no me quiere. No tiene sentido que yo me ocupe de Dios, que vaya a la iglesia, que vaya a misa, se acabó. ¡Iré directo al infierno!» Y empecé a buscar mi felicidad en otros lugares. La sociedad me decía que la encontraría en los bienes materiales, pero no funcionó. Así es que me fui a otros sitios. Yo puse los pies en muchos lugares: en las sectas, en el esoterismo, etcétera. Mi búsqueda de la felicidad en todas las direcciones duró dos años. Pero comprendí que la felicidad que nos ofrecen el mundo o las sectas es un señuelo. ¡Eso no es felicidad!Un día conversando con una amiga le conté todas mis experiencias en el esoterismo. Y ella me dijo de inmediato: «¡Dios mío! ¡Monette, me estás asustando! ¡Jesús, es más barato y seguro!» Su reacción literalmente me sorprendió. Fue un auténtico electroshock, ¡como si un rayo hubiera caído a mis pies! Así que cambié de rumbo y me acerqué a la Iglesia. Comencé a observar todo lo que estaba sucediendo, pero aún no lo creía demasiado.
Y entonces conocí a un sacerdote a quien le conté de mi "conversión" y me dijo: «Monette, todo es muy hermoso. ¡Pero no has venido a confesarte!» ¡Nuevo electroshock! Me caí de la silla, lloré, grité... Esta confesión fue un momento extraordinario. Al final, este sacerdote me sugirió: «Dale un nombre a tus hijos que abortaste». Y eso es lo que hice.
Desde entonces, he estado rezando por mis hijos y esto es un gran consuelo. A partir de esa confesión, me acerqué de nuevo al Señor. Cada año, voy a un retiro de la Renovación Carismática. Un año, el último día del retiro, el sacerdote dijo: «Hay alguien aquí que está sufriendo en su matrimonio. El Señor está sanando su corazón». Tomé esa palabra como dicha para mí, porque eso era exactamente por lo que estaba pasando. Al día siguiente, una vez que tomé el tren de regreso a casa, sentí que el amor de Dios invadía todo mi ser. Sentí que el Señor estaba sanando las heridas de mi alma, que estaba sanando la tristeza. Era muy suave, muy hermoso, como una caricia.Hoy, 25 años después, soy más y más feliz. Al acercarme a Jesús, a la Iglesia, encontré lo que buscaba, la felicidad. Vivo esta fuerte relación con Dios, cada día más y más. Con Él mi vida es dulce. También puede ser difícil a veces, porque las cosas no siempre salen como me gustaría. Pero lo que es cierto es que ya no podría vivir sin Dios. Si no fuera por él, sería una anciana amargada y divorciada.