Familia

Alcohol, infidelidad y violencia. La experiencia de Fe resuelve lo que denuncia la OMS

La realidad de las cifras explicitadas en una historia concreta, es un testimonio veraz en nuestro tiempo, de lo dicho y realizado por Jesús
por Redacción 02-10-2013
eduardo

Eduardo Quezada recorre diariamente las calles de Santiago, la capital de Chile, oyendo la programación de una radio católica. Es taxista, acostumbrado a “escuchar los problemas y conflictos que viven las personas”, señala.

Hace algún tiempo fue él quien tuvo que aprender a sincerar su verdad. Este hombre, hoy padre de cuatro hijos, fue parte de uno de los “problemas de salud pública más urgentes en las Américas” advertido por la OMS: el consumo de alcohol.

En efecto, la Organización Mundial de la Salud señala que el consumo nocivo de alcohol causa 2,5 millones de muertes por año y es factor determinante en problemas sociales y de salud. “Los problemas ocasionados por el alcohol -señala la OMS- pueden ir más allá del bebedor y producir efectos sobre quienes lo rodean en aspectos como violencia familiar, conflictos maritales, problemas económicos, abuso de menores, comportamiento violento, lesiones y fatalidades en automovilistas y peatones...” (pulse para ver)

Eduardo y su familia padecieron algunos de esos males que resume la OMS.

Temprana adicción

Nacido en la costera y turística ciudad de La Serena, la muerte del padre significó un vuelco “hacia el hambre y la miseria” para su joven madre, de 29 años, para él y sus tres hermanos.

Precisamente “las facilidades para adquirir y consumir alcohol” que la OMS denuncia en su informe ya citado, como provocadores de la “temprana adicción”, fue la experiencia de Eduardo. “Yo tenía 15 años, vivíamos con mi abuela, nos reuníamos en pubs juveniles y los adultos que concurrían nos daban ideas para hacer fiestas, tomar nuevos tragos. Dinero no teníamos, pero empezamos a conocer la grapa, un licor nacional denominado el pisco de los pobres. El trago te invitaba a sacar lo valiente, lo que no podías hacer bueno y sano”.

Un cóctel de miedo: Alcohol, infidelidad y violencia

Eduardo, fiel a su impulsivo carácter se casó joven, a sus 23, con María Angélica. En aquel tiempo trabajaba en la Fuerza Aérea chilena, tenía un ingreso económico estable, pero también una conducta adictiva. “En una vida de fiestas, de tragos, no me interesaba nada más que pasarla bien, no vivía por la familia, sino que por mí. Me rodeaba de amigos, las salidas y las mujeres. Eso me llevó a un abismo que no supe reconocer”.

El anuncio de que sería padre por segunda vez, golpeaba su conciencia. Pero estaba atrapado en un cóctel que combinaba alcohol, infidelidad y violencia. Aún siente dolor por todo aquello y precisa que si bien nunca golpeó a su mujer, “sí la maltraté en lo psicológico. No me importaba el resto, y cuando retornaba al estado normal, no recordaba nada”.

Por auto cuidado y protección de su hija María Angélica abandonó a Eduardo y se refugió con su familia los últimos dos meses de gestación del nuevo hijo, antes del parto. En ese tiempo y tras catorce años de servicio también en el trabajo le cerraron las puertas al atribulado esposo.

El perdón y la misericordia

Como en las historias de amor que Jesús enseñó, testimoniadas en los Evangelios, también Eduardo tuvo su oportunidad de ser sanado, perdonado e invitado a vivir la libertad de los Hijos de Dios...

En su noche oscura ¿qué tenía?, sólo un camino: reconocer ante sí mismo y ante la mujer que amaba la verdad. “El error había sido grande y tuvo que pasar mucho tiempo para que volviera a confiar en mí”.

Así inició un proceso en el que también su hija mayor se hizo parte “gestionando que con María Angélica participáramos de un retiro para matrimonios. Fueron tres días en que conversamos con sinceridad de nosotros y nos ayudó mucho, porque nos entregaron herramientas importantes para enfrentar nuestro matrimonio”.

Pero las tentaciones que continuaban opacando sus días y noches sólo serían derrotadas cuando sintió en el alma que necesitaba reconciliarse con Dios. “Fue en un retiro de conversión. Después de haberle contado al sacerdote toda mi mochila de problemas, recuerdo perfectamente que me dice «Cristo recibe al pecador». Esas palabras resonaron fuerte en todo mi ser, como si me las hubiera dicho Jesús... ¡Era lo que necesitaba!, «¡Qué grande es la misericordia de Dios!», respondí. Me sentí tan querido, con un amor que nunca lo había sentido tan cerca. Bueno, hoy llevo 11 años participando en estos retiros porque la misericordia de Dios pasa a través de nuestros sacerdotes. Yo soy testigo”.

Que Dios sana al hombre integralmente cuando tiene fe, lo saben millones desde Jesús hasta nuestros días, aunque la OMS no tiene estadísticas sobre ello. Eduardo y su esposa, con tres décadas de matrimonio ya son abuelos, participan activamente en su parroquia San Diego de Alcalá en la capital de Chile y siguen dando testimonio que sus vidas fueron y son salvadas por Dios, en nuevos retiros que son para ellos tan necesarios como el pan nuestro de cada día.

“Es imposible entregar el amor de Cristo a otras personas si yo no lo siento -dice el enamorado Eduardo-. Después de volver al Señor -agrega-, he tratado de responder a su amor a través de la oración todos los días. Rezo el santo Rosario, hago Lectio Divina en la semana. Mientras podamos, en todas nuestras actividades participamos juntos. De hecho, ¡en todas las Eucaristías vamos a comulgar tomados de la mano!”.