Evangelización

Ella creyó que la JMJ era otro viaje de farra, hasta que escuchando al Papa conoció "el fuego" del Espíritu Santo

A través de una carismática frase dicha por san Juan Pablo II, Dios estremeció la conciencia de María. Tiempo después atendió sus súplicas por un esposo, tal como ella lo anhelaba y más adelante le mostró nuevamente su misericordia en la angustia de la muerte inminente.
por Redacción 08-04-2016
maria

A fines de los años ochenta María Tarruella de Oriol tenía veinte años, era una joven estudiante de Historia del Arte y Bellas Artes en España, llena de inquietudes, que buscaba experiencias nuevas, estimulantes, aunque reconoce...“no sabía muy bien qué buscaba. Estaba en un ambiente más bien coleguilla (amigos de farra) de guitarras, porros (droga), música... Me gustaba el ambiente un poco hippie”.

Una prima quien se había inscrito para participar de la JMJ en Santiago de Compostela (1989) la entusiasmó con la frase... “Seremos millones de jóvenes”. María, claro, se fue por otra idea pensando: “Esto suena a Woodstock”, y se inscribió.Viviendo la verdad de una JMJAl poco de iniciar el viaje en autobús con dirección a Santiago, todos se pusieron a rezar y María se dijo: “¡Dios mío, dónde me he metido!”. Calmó su ánimo y ya al llegar se dejó llevar por el ambiente en las calles de Santiago de Compostela que “era tan bueno y divertido (...) que a través de todo eso yo creo que el Señor fue preparando mi corazón, diciéndome: Yo estoy en la alegría. Yo había puesto una etiqueta a todo lo que viniera de un ambiente de fe. Pensaba: «Eso es un rollo, yo no quiero ser como esos, no quiero perder -digamos- mi chispa de la vida, porque la gente de la Iglesia no tiene chispa»”.

Los días fueron pasando hasta que llegó el momento de encontrarse con el Papa San Juan Pablo II, bajo un clima tan frío que hacía muy difícil para María el prestar algo de atención siquiera a la inminente llegada del Papa. Por eso también, no dudó en aceptar la invitación de una chica del grupo que le pidió acompañarla al servicio higiénico que estaba algo retirado. Pero cuando a la joven se le ocurrió aprovechar el camino para rezar el rosario María se quedo muda... “¡Vaya por Dios, en la que me he metido!”, pensó nuevamente. Pero evitando ser descortés comenzó a responder las oraciones, aunque rapidito, intentando acabar cuanto antes. Su acompañante captó lo que ocurría y la interrumpió diciendo... “No, no, no. Vamos más despacio, tenemos un camino. «Padre Nuestro, Tú eres mi Padre, realmente te quiero, estás en mi vida...» y empezó a meditar un Padre Nuestro como no lo había oído nunca”, recuerda María.El fuego del Espíritu SantoFue entonces cuando en el transcurso de aquella oración espontánea, la gracia irrumpió, estremeciendo el alma de María, quien no se esperaba tamaña experiencia. “Y según íbamos andando, rezando así el Padrenuestro, me llené de un calor tan impresionante que no entendía qué me estaba pasando. Me arrodillé y noté un fuego dentro de mí, como de un amor brutal. No vi nada alrededor, era como si todo se hubiera vuelto aguas y me ardía el interior. Ahora sé que eso se llama efusión del Espíritu Santo, pero entonces lo único que entendí es que sentía un amor espectacular. No sé qué pasó, no sé cuánto tiempo estuve ahí y ya no recuerdo nada más. Casi como si hubiera habido un parón en el tiempo. Y nada, la acompañé, volvimos a nuestro sitio, y yo seguí con el corazón latiendo mientras me preguntaba: ¿Qué ha pasado? No entiendo nada. No se lo comenté a nadie porque no entendía qué había pasado”.

A la mañana siguiente sin pensar mucho en lo ocurrido el día anterior, se dejó llevar por el barullo previo a la misa con el Papa Juan Pablo II, aunque pronto se aburrió y cuando el sol asomó... “Yo estaba echada y dije: «Qué buen momento para dormirme». Ni me levanté ni seguí las oraciones de la Misa. Es verdad que tampoco sabía yo seguir una Misa demasiado bien. Y nada, estaba yo ahí, echada en el saco de dormir durante la Misa y, de repente, en el momento de la homilía oigo al Papa Juan Pablo II, San Juan Pablo II, que dice: «¡Jóvenes! ¡jóvenes! ¿Qué buscáis?»”.

Esas palabras remecieron la mente de María, sintió que se dirigía a ella, reaccionó, se puso de pié y se quedó con los ojos fijos en una gran pantalla donde el santo Papa apuntaba con el dedo y brazo extendido... “Creí que me estaba señalando a mí al decir: «Buscáis, pero es Jesucristo el que os viene a buscar ahora». Y en ese momento, cuando veo ese dedo que me señala y dice: «Es Jesucristo el que os viene a buscar ahora»... Noté ese calor otra vez dentro, de golpe. Entonces entendí que era Jesucristo quien me había venido a buscar, y que era ese su amor. Me puse a llorar y entendí todo. Busqué un sacerdote para confesarme. Tampoco sabía muy bien confesarme, pero bueno, ese fue un primer paso”.Pidiendo al Santísimo un esposoDe vuelta a casa muchos cambios comenzó a ejecutar María en su vida, movida por esta presencia de Dios que en una forma inexplicable lo abarcaba todo. Terminó con su novio, también con amigos de juerga, tomó cursos de Teología y también sus creaciones plásticas se vieron impregnadas de esta experiencia de Dios. Pero ella quería más. María necesitaba saber cuál era la voluntad de Dios para su vida.

“Era 31 de diciembre y no tenía ganas de plan ni de fiestas, porque no sabía muy bien qué pasaba dentro de mí. Entonces dije: «Señor, lo vamos a pasar Tú y yo juntos en el Sagrario». Y entonces le escribí una carta larguísima a Dios (...) diciéndole: «Mira, yo quiero ser tuya, si Tú me quieres monja, llévame donde Tú quieras, pero cógeme ya. Y si quieres que me case, pues encuéntramelo, pero tiene que ser....» Y entonces le escribí la lista de prioridades: «Tiene que ser tal, o sea, desde las tonterías mas tontas como me gusta que baile bien, a que sea alguien comprometido con la fe, no quiero a alguien que solo vaya a misa, quiero alguien que la viva y que sea su propósito vital». (...) Fue muy bonito porque era una limpieza de abandono total, total”. Dos semanas después, María conoció a Eduardo Brunet, con quien se casó poco tiempo más tarde y consolidaron familia al llegar los hijos.

Con uno de ellos, Santiago, la fe de María y Eduardo sería probada. Pero eso es parte del testimonio más extenso que puedes conocer dando play al siguiente video producido por HM Televisión que nos ha enviado desde España su directora de prensa, la hermana Hna. Beatriz Liaño.