Sigue en alza el Ministerio de Sanación de la Iglesia Católica, cumpliendo una exhortación y promesa del Hijo de Dios

18 de junio de 2022

Un sacerdote Legionario de Cristo da testimonio del arduo camino de sanación que ha vivido su congregación y cómo gracias al Ministerio de Sanación se experimenta el poder transformador y restaurador de la misericordia de Dios.

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La oración y en particular los retiros de “sanación” es un ministerio en auge. Una propuesta fundada en el encuentro con la Santísima Trinidad, que asegura sanar las heridas espirituales de las personas y los efectos psicológicos e incluso físicos que estas heridas causan.

 

Sobre este ministerio el padre Jorge Domínguez comentaba hace algún en tiempo en Portaluz que “Jesús sigue haciendo milagros porque Jesús nos ama.  Es el Dios que vino a liberar, a restaurar, es el Dios que vino a sanar nuestro corazón herido. Todos los sacerdotes podemos orar por sanación porque el Señor nos dio el poder de atar y desatar; el Señor nos dio el poder de pelear contra el mismo Mal, entonces cualquier sacerdote con fe la puede hacer”.

 

Quienes han “sido tocados de manera especial por la misericordia de Dios en sus propias heridas, quieren proclamar la verdad de la fuerza de la restauración total en Cristo”, señalan desde el portal “restaurame.com”, una de muchas iniciativas católicas que hoy ofrece retiros de sanación. Son sacerdotes, laicos -profesionales de la salud varios de ellos- y personas consagradas en la vida religiosa que se sitúan como “intercesores” (Catecismo de la Iglesia Católica 2634) de una exhortación y promesa establecida por Jesús, el Hijo de Dios, según cita el Evangelio: “Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar." (Lc 9, 1-2)

 

Miguel Guerra (en imagen abajo) es uno de estos sacerdotes “intercesores” de restaurame.com; y pertenece a una congregación, Legionarios de Cristo, que en años recientes ha vivido un arduo proceso de sanación. Su testimonio, recién publicado por Zenit, da luces sobre la riqueza de este ministerio.

 

 

 

 ¿A qué se debe que en los últimos años haya crecido la oferta de retiros o prácticas de sanación en la Iglesia? Y más aún: ¿qué se entiende por un retiro de sanación o simplemente por sanación? 

En los evangelios y a lo largo de su ministerio sobre la tierra, Jesús repitió innumerables veces que «el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 10). De hecho, la palabra griega utilizada para salvar es swzw, que no sólo significa salvar, sino sanar, preservar, dar plenitud. Es así como Jesucristo, movido por compasión en sus mismas entrañas, sana para salvar, para que tengamos vida, y vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Por ello, la tónica general de sus discursos y parábolas, de sus señales y milagros, de sus palabras y obras, es la sanación integral de la persona: «no necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal» (Mc 2, 17).

Ahora bien, el mundo de hoy está sediento de Dios, y la sociedad cada vez más necesitada de restauración. El ser humano experimenta con más fuerza su estado roto, y por ello en la pastoral encontramos no pocos casos de experiencias emocionales traumáticas, de familias separadas y violencia intrafamiliar, de abusos y promiscuidad sexual, de noviazgos precoces y rechazo a la vida… En este panorama desolador, los creyentes recurren a prácticas espirituales ajenas a la fe, buscan en el ocultismo y en el esoterismo remedios para sus problemas, se refugian en las drogas y en el alcohol, caen en la desesperanza y depresión…

En este sentido, las propuestas de sanación buscan acercar a Dios a las personas, facilitar el encuentro con quien las puede salvar. En la práctica esto se traduce en retiros, congresos, momentos de oración… marcados fuertemente por la acción del Espíritu Santo y el desarrollo de carismas. Las primeras comunidades cristianas vivían esto de modo ordinario, y creo que no pocos grupos están retomando lo que nos es propio como creyentes.

 

 

Usted es religioso de una congregación que también ha experimentado el paso y dolor de una herida. ¿Qué lectura hace de este ministerio que actualmente realiza a través de Restáurame y la historia de su propia vocación y, si se puede decir así, también de la congregación a la que pertenece?

La historia de la Legión de Cristo carga con una herida profunda del “padre”. A lo largo de estos años «nos ha tocado experimentar las graves consecuencias de los delitos de nuestro fundador y de otros legionarios a nivel personal e institucional, y también las secuelas que han dejado en las vidas de otras personas a lo largo de nuestra historia». Reconocer y aceptar en nuestra historia los comportamientos delictivos del fundador, así como la ilusión de santidad que logró crear con su doble vida, ha sido un gran paso hacia la sanación personal de cada legionario y de la institución en su conjunto: «no hay nadie entre nosotros que no haya sido herido de algún modo durante este periodo tan traumático. No lo esperábamos y ciertamente no lo pedimos».

La sanación se relaciona íntimamente con la historia, y en la sanación es normal recurrir a la memoria para sanar de raíz cualquier herida emocional, espiritual o psicológica que siempre será subjetiva, pues depende de cada quien cómo integrar los eventos dolorosos en la propia vida, no así de lo que sucedió. Sólo en la experiencia de nuestra propia redención podremos ayudar a un mundo cada vez más herido en su búsqueda de un Salvador.

Sin duda alguna el periodo de renovación ha sido un momento especial de gracia, pero no exento de mucho dolor. Hoy, a la luz de todos estos años y con más serenidad, podemos ver los frutos. Es de particular relevancia que, en los primeros momentos de nuestra crisis, hubo mucha confusión, desconfianza y oscuridad. En ese entonces, después de la muerte del fundador, se hicieron comentarios entre los diversos miembros del Regnum Christi y de la Legión que causaron heridas objetivas o subjetivas. Hubo personas que se sintieron juzgadas injusta y temerariamente. Otros se sintieron reprimidos o relegados. Hay quienes sufrieron con dolor ver que sus formadores abandonaron la Legión y el Movimiento. Algunos laicos se sintieron dolidos cuando legionarios y miembros de las ramas consagradas –que eran sus confidentes, confesores y directores espirituales– abandonaron su consagración, a veces incluso de manera escandalosa. Algunos se sintieron traicionados por alguna rama de la Federación, otros engañados…

Por ello, en el proceso de sanación personal e institucional, debemos evitar «la tentación de no integrar nuestra historia, de no percibirla como historia de salvación y no verla como heridas fecundas para dar testimonio del amor y de la misericordia de Dios» [4]. En cualquier caso, la contemplación de una verdad más objetiva y redimida nos llevará a «ser hijos agradecidos [con la Iglesia] y anunciar el Evangelio de la misericordia que nos sana, restaura e impulsa». Desde esta perspectiva podemos palpar cómo el Espíritu Santo nos está conduciendo, desde nuestra historia como familia espiritual rota, a sanar las familias rotas de nuestra sociedad actual, de la gente con la que trabajamos hoy.

 

Es comprensible que, aprovechando la buena fe de las personas, especialmente de las personas heridas, haya diferentes propuestas “de sanación”, incluso fuera del ámbito católico, que lo único que buscan es hacer negocio con las personas. ¿Qué debería tener en cuenta alguien antes de decidir participar en un retiro de sanación, para no ser engañada?

La perspectiva cristiana pone su mirada en el Redentor. Quizás esto sea un primer criterio de discernimiento al momento de acercarse a las diferentes realidades de sanación que existen en el mundo. No se trata de poner en el centro de la propia vida a una persona humana con cierto carisma, sino a una persona divina dadora de todos los bienes y carismas.

Otro aspecto importante es la oferta de quien lleva adelante propuestas de sanación. ¿A qué me refiero? Si el fin es sólo sanar, yo tendría mis reservas, pues la sanación no es el fin en cuanto tal, sino un medio. El fin es Cristo, su persona, su amistad, su amor…

 

 

Fuente: Puedes leer la entrevista completa pulsando aquí para la primera parte y luego acá la segunda parte.

 

 

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