Aprendan de María a ser «peregrinos incansables de la esperanza y a seguir los signos de Dios, para que el Mediterráneo redescubra su rostro más bello: el de la fraternidad y la paz. Y que deje de ser un cementerio». Así concluye el Papa Francisco el videomensaje (arriba), a los cincuenta jóvenes de veinticinco naciones del «Mare Nostrum» y del Mar Negro que participan en Tirana (Albania), del 15 al 21 de septiembre, en el encuentro «Med24 - Peregrinos de esperanza. Constructores de paz» promovido por las Iglesias del Mediterráneo. Un mensaje que les invita a construir la fraternidad, «la mejor respuesta que podemos ofrecer a los conflictos y a la indiferencia que matan».

 

El Papa recuerda su viaje a Albania hace diez años, el 21 de septiembre de 2014, describiendo al pueblo del País de las Águilas como "polifacético pero unido por el coraje".

 

"Como dije entonces a los jóvenes, 'ustedes son la nueva generación de Albania'. Hoy añado, queridos jóvenes de las cinco orillas del Mediterráneo: ustedes, la nueva generación, son el futuro de la región mediterránea".

 

La paz se construye, la indiferencia mata

 

Todos somos peregrinos de la esperanza, prosigue Francisco, «caminando en la búsqueda de la verdad, viviendo nuestra fe y construyendo la Paz». Dios, recuerda, «ama a todos los hombres y no hace distinción entre nosotros».

 

"La fraternidad entre las cinco orillas del Mediterráneo que están construyendo es la respuesta -¡la respuesta! - la mejor respuesta que podemos ofrecer a los conflictos y a la indiferencia que matan. Porque la indiferencia mata".

 

Toda persona es sagrada, abran la puerta de la acogida

 

Contemplen "la diversidad de sus tradiciones como una riqueza, querida por Dios" es su invitación. “La unidad no es uniformidad”, explica el Pontífice, “y la diversidad de nuestras identidades culturales y religiosas es un don de Dios”. Unidad en la diversidad, reitera, y “estima recíproca”. “Pongan en el centro la voz de los que no son escuchados”, vuelve a pedir el Papa Francisco a los jóvenes, como los más pobres “que sufren por ser considerados una carga o una molestia” o los que “a menudo muy jóvenes, tienen que dejar su país para un futuro mejor. Cuiden de cada uno”.

 

"No se trata de números, sino de personas, y cada persona es sagrada; se trata de rostros, cuya dignidad hay que promover y proteger. Renunciemos a la cultura del miedo para abrir la puerta de la acogida y la amistad".

 

El Mediterráneo los une, nos recuerda el Papa, habítenlo “como un gran lago de Tiberíades confiado a su cuidado”, como “un hermoso jardín que hay que cultivar”. Custodien, es su invitación, "el espíritu de servicio en toda circunstancia, cuiden de toda criatura confiada a sus manos". El Pontífice evoca asimismo el testimonio de los mártires de estas tierras que miran al Mare Nostrum, cuya valentía “puede inspirar vuestro compromiso de resistir a todas las violencias que desfiguran nuestra humanidad, como hizo la beata María Tuci cuando sólo tenía veintidós años”.

 

Mar de fraternidad y de paz, no más un cementerio

 

Francisco concluyó su mensaje encomendando a los jóvenes a María, Madre del Buen Consejo, patrona de Albania. “Aprendan de su Corazón Inmaculado -es su llamamiento final- a ser peregrinos incansables de esperanza y a seguir los signos de Dios”, para que el Mediterráneo redescubra su rostro más bello: el de la fraternidad y la paz. Y que deje de ser un cementerio.

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