“Te juegas la supervivencia de tu empresa si buscas el máximo beneficio sin medida. El primer objetivo de una empresa no es ganar dinero, sino generar riqueza –felicidad, salud…– no solo para las personas de tu empresa sino para toda la comunidad”. Esta reflexión del profesor Habib Chamoun-Nicolás registrada por el portal informativo Alfa y Omega, fue parte de su alocución al presentar en España su libro “¡Trasciende! Quo Vadis negociador”.

“Tendríamos que redefinir qué es y qué no es el éxito –explica–. ¿Éxito es solo hacer dinero y tener lo más posible? ¿O éxito es ayudar a otros a vivir mejor? Hace falta una reflexión de fondo entre los empresarios sobre este asunto”. Chamoun continúa su reflexión citando una encuesta que realizó no hace mucho entre unos estudiantes: “Les propuse: si te ofrecen hacer un negocio con el máximo beneficio y el mínimo esfuerzo pero a cambio de dejar a la empresa en bancarrota, ¿cuántos accederíais a realizar este trabajo? ¡El 80 % respondió que haría ese trabajo! La mayoría decidió tener beneficios a cambio de ser deshonestos. Por eso es urgente formar líderes con ética”.

Yo gano tú ganas todos ganan

A la hora de concebir la actividad empresarial, Chamoun identifica dos tipos de negociación: la distributiva –más cortoplacista, basada en el regateo, el tira y afloja, el intentar ganar más que el otro– y la integrativa –el win-win (ganar-ganar)- desarrollado en la Universidad de Harvard, que busca también la comunicación y que las dos partes salgan beneficiadas. Por encima de ambas, Chamoun propone la negociación trascendental para que el beneficio del intercambio llegue también a los demás, a otras generaciones incluso, desarrollando relaciones duraderas entre personas y empresas; se trata de negociar usando las virtudes cardinales: fortaleza, justicia, prudencia y templanza, superando el cortoplacismo y buscando sobre todo un bien común que haga impacto en toda la sociedad.

Pone como ejemplo las empresas familiares tradicionales, que siempre han buscado hacer negocios “priorizando el apellido”, el buen lugar de la familia en la sociedad. “Estas empresas han durado tanto, incluso varias generaciones, porque han trabajado sobre estos principios de la negociación trascendental”, testimonia.

Decir la verdad y transformar vidas

Hoy, cuando el mundo está carente de valores, negociar así supone una reflexión para salir a flote no solo en el aspecto económico sino también en un nivel moral. No le faltan ejemplos tomados de su experiencia: “Una vez le tuve que decir a mi jefe que un proyecto que nos habían encargado, que suponía 40 millones de dólares para mi empresa, en realidad estaba sobrepagado, porque no íbamos a prestar un servicio real a nuestro cliente. Yo arriesgué entonces mi puesto de trabajo y me atreví a decirle a mi jefe que era mejor decir a nuestro cliente que lo que íbamos a hacer no le iba a servir. Mi jefe también se arriesgó y les explicó por qué no podíamos aceptar ese proyecto. Lo que sucedió es que ese cliente nos concedió al poco tiempo otro proyecto más viable por 100 millones”.

Y hay más: “Un cliente mío se encontró con una persona borracha en la calle y se paró a preguntarle por su vida. Se enteró de que había perdido el trabajo y de que tenía varios hijos que mantener. Él entonces decidió darle trabajo. ¿Cuántas personas harían algo así? Se trata de arriesgarse en este sentido. La visión de esta persona no era hacer negocio o ser el primero de su sector; su misión era transformar vidas. Y utilizaba su empresa no como un fin, sino como un medio para poder hacerlo. ¿Cuántos empresarios ofrecerían becas a los hijos de sus empleados para estudiar en la universidad? ¿Cuántos se arriesgarían a ayudar a una familia de un empleado que está pasando por una mala racha familiar o económica? Eso es trascender, ir más allá del mero beneficio”.

Sin pedir nada a cambio

Escapar de la dictadura de los objetivos y de la cuenta de resultados es muy difícil, pero “se trata de ir adquiriendo hábitos. No hay que enfocarse en el objetivo, es más importante el camino hasta llegar a ese objetivo. La prudencia es básica. Se trata de ser más prudentes que pragmáticos, de tener paciencia a la hora de obtener resultados”, puntualiza el experto.

Para ganar hay que estar dispuestos a darle al otro un poco, eso es lo que nos hace trascender insiste Chammoun-Nicolás poniendo como ejemplo un experimento que hizo con unos estudiantes en Guatemala: “Les propuse hacer algo desinteresado por alguien con quien convivieran en su día a día, sin decir nada y sin pedir nada a cambio. Tenían que hacer algo en beneficio de otra persona concreta durante 16 semanas. Al cabo de ese tiempo, el otro también comenzó a hacer cosas en favor de estos alumnos. Se trata de arriesgarse a ser el primero en dar”.

 
 
 
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