No puedo estar de acuerdo en que un tema tan complejo, de tanta importancia social y consecuencias para las futuras generaciones de polacos, como es la actitud de Karol Wojtyła ante los casos de pederastia en la Iglesia, se resuelva en la convención de un reportaje televisivo.
¿Por qué? Porque esta convención, por su propia naturaleza, no permite separar con precisión el contexto de un hecho de su interpretación, cumpliendo los rigurosos requisitos de una correcta hermenéutica de las fuentes (especialmente los documentos de la policía secreta comunista) y su adecuada gradación, no mezclando argumentos racionales con emocionales y, por último: evitando la tentación de leer un fenómeno determinado aislado del contexto histórico, sociopolítico y de las condiciones culturales y ambientales.
Éstos son los requisitos de los estudios científicos, que una película como " Franciszkańska 3" -si quería seguir siendo lo que pretendía ser- no podía cumplir. Dirigida en un tono sensacionalista, utilizando la luz, el sonido, los testimonios y la narración de una manera que hace difícil evitar la imposición de patrones contemporáneos de comprensión y evaluación sobre acontecimientos de hace muchos años, despierta emociones. Pero, ¿nos acerca a la verdad?
Ciertamente a una tesis implícitamente asumida, de cuya verdad están subjetivamente convencidos los autores del reportaje. ¿Pero los hechos la confirman de forma tan evidente que parece objetivamente cierta? La convención del reportaje y la forma en que se ha desarrollado el tema en él no me permiten estar seguro de ello.
No culpo de ello a los periodistas. Es evidente que Karol Wojtyla conocía los casos de pederastia en su diócesis. Debía saberlo. La cuestión es cómo reaccionó y cómo deben valorarse sus reacciones, teniendo en cuenta el nivel de sensibilidad y comprensión del problema de la pederastia en la Iglesia y en la sociedad de la época, así como las normas para tratarlo y contrarrestarlo en las instituciones que se ocupaban de ello. Aquí radica el meollo del problema.
Los autores de " Franciszkańska 3" tienen derecho a la interpretación que han presentado. No entro en sus intenciones (quiero creer que son coherentes con sus declaraciones de que no les preocupa destruir la imagen del Papa polaco) y comprendo la convención que han adoptado para justificar sus convicciones, coherentes con la técnica periodística de que disponen. El reportaje que han creado intensificará, sin duda, muchos procesos difíciles para la Iglesia - entre ellos, la mayor salida de fieles, la pérdida de confianza en la institución, el declive de las autoridades eclesiásticas y el progresivo debilitamiento de la posición social de la Iglesia. Pero, ¿acabará con la discusión sobre la actitud de Karol Wojtyla hacia los delincuentes sexuales? Lo dudo mucho.
Para ello se necesita un análisis científico sistemático, emprendido por un equipo interdisciplinar de especialistas con pleno acceso a las fuentes y archivos y que opere no con un taller periodístico, sino con un aparato de investigación crítica. Por desgracia, todavía no se ha formado un equipo de este tipo para investigar el problema de la pederastia en la Iglesia polaca.
Como resultado, tenemos una serie de reportajes periodísticos que se arrastran desde hace años, revelando de vez en cuando uno u otro escándalo en el que está implicado el clero y provocando torpes reacciones de las instituciones eclesiásticas, junto con todo un espectro de reacciones concomitantes: desde la repugnancia hacia los autores y la simpatía por los agraviados, hasta la indignación contra los periodistas. Considerar a estos últimos como enemigos de la Iglesia no tiene sentido. Porque lo que más nos amenaza es nuestra propia pasividad, nuestra incapacidad para prever las consecuencias y sacar conclusiones de ellas, nuestro pensamiento en términos de fortaleza asediada cuyas estructuras y representantes deben ser protegidos a toda costa, y nuestra falta de sensibilidad ante la injusticia de las víctimas.
Esto último es lo que más grita y duele en el reportaje de " Franciszkańska 3". Y, sin embargo, seguimos siendo incapaces de responder adecuadamente. ¿No es de extrañar, entonces, que periodistas escandalizados aborden temas que la propia Iglesia debería haber tratado hace tiempo con determinación, rigor y honestidad, sin temer por la verdad?
Si el reportaje "Franciscanos 3" nos acercara a la verdad, en mi opinión, sería en el sentido de que podría forzar finalmente una mayor preocupación por las víctimas y un examen científico sistemático del problema de la pederastia en la Iglesia -no sólo de la actitud adoptada por Karol Wojtyla, sino también de todo el espectro de cuestiones relacionadas.
¿Amenaza esto la santidad de Juan Pablo II? No creo que haya que temerlo. Estoy convencido de que un estudio científico metodológicamente correcto y fiable no sólo desvelará la verdad, sino que permitirá comprender adecuadamente la medida real de su grandeza.