¿Cuándo vamos a emprender decididamente, sin miedos ni complejos, ni cálculos interesados, las tareas pendientes y cumplir con las necesidades que las gentes esperan y necesitan con la máxima urgencia? ¿Cuándo vamos a buscar y elaborar juntos el futuro que se necesita?
En medio de un cierto desconcierto, sin duda empero muy clarificador, del resultado de las elecciones europeas, particularmente por lo que se refiere a España, llega a mis manos el Informe de Evolución de la Familia en España 2014, elaborado por el Instituto de Política Familiar.
Resulta sencillamente sobrecogedor y altamente preocupante –también motivador– por los datos reales que nos ofrece. Entre otros datos nos encontramos con el bajísimo índice de natalidad, (1’32): el penúltimo puesto de la UE. Esto entraña un invierno demográfico de consecuencias incalculables: la crisis demográfica no anda lejos de la crisis humana y económica y apuntan a raíces muy cercanas y profundas. Otra gran cuestión es el gravísimo problema de los abortos. España figura como el tercer país de Europa con mayor número de abortos: 112.390 abortos anuales, es decir, un aborto cada 4.7 minutos, terrible cifra ésta que junto a los más de un millón ochocientos mil abortos desde su legalización en 1985 nos hace comprobar la destrucción de vidas tan masiva de seres humanos en la que nos hallamos insertos, la violación masiva, escalofriante, del derecho fundamental a la vida, base de todos los derechos, y la caída hasta límites insospechados del valor que se otorga a la dignidad de la persona humana, base de todo comportamiento humano y social, sin la que no es posible superar la crisis social, moral, cultural y económica tan grave que padecemos.
Otro dato que produce conmoción es el altísimo número de rupturas matrimoniales que se producen al año, 110.764: 104.262 divorcios, 6.369 separaciones y 133 nulidades o, mejor, declaraciones de nulidad. Se rompe un matrimonio cada 4.7 minutos en España. Se han superado ya dos millones setecientos mil rupturas acumuladas desde 1981, lo que ha afectado a más de dos millones de hijos, las principales víctimas y más afectados por este drama. Podemos añadir que la ley del «divorcio exprés» ha hecho explosionar el número de divorcios y ha disparado la población de divorciados/ separados, que ya supera las 2.400.000. Junto al dato anterior, nos encontramos con otro dato que hace pensar en el debilitamiento y quiebra de la institución familiar; me refiero al desplome en el número de matrimonios (se contraen 51.997 matrimonios menos que en 1990) a pesar del aumento poblacional; al tiempo crece de manera muy llamativa el de las «uniones o parejas de hecho», sin ningún vínculo, con el clarísimo riesgo que esto supone para el futuro de la familia y su verdad, asentada sobre el matrimonio, base de la sociedad (ya hay 1.5 millones de «parejas de hecho»).
Otro aspecto, sin duda importante y significativo, al que se refiere el Informe es el la conciliación de la vida laborar y familiar. En este punto se señala que «sigue siendo una asignatura pendiente. No hay prácticamente flexibilidad laboral, cada vez menos gente se puede benefi ciar de los permisos de maternidad ni de pedir excedencias, y cada vez menos gente se puede dedicar al cuidado de sus familiares».
Como no podía ser menos, el Informe también tiene en cuenta el impacto de la crisis económica sobre la familia, al que califica de «demoledor», cuando resulta comprobadamente que está siendo la familia la verdadera y más efi caz ayuda en paliar la crisis económica que padecemos desde hace años. En concreto, el paro es un drama que afecta fuertemente a la familia, ya que 2 de cada 3 parados son cónyuges y/o personas de referencia en el hogar y ha pasado de afectar a 1.1 millones en 2007 a más de 3.7 millones.
También se puede apreciar cómo ha caído la renta media de los hogares, afectando sobre todo a las familias con hijos y, en especial, a las familias con 3 o más hijos, que son las más afectadas y perjudicadas. Los salarios, además, en España están perdiendo poder adquisitivo desde 2009. El consumo en los hogares ha descendido tanto en el gasto medio por hogar, como en el número de hipotecas, que se ha desplomado. Por último, el Informe constata que el abandono o insuficiente atención de la familia por parte de la Administración, hace que España ocupe la última posición de Europa en cuanto a ayudas y protección a las familias, como se puede apreciar en la insuficiencia de Organismos de Familia, en los Planes y Leyes de familia tendentes a la protección de las familias, en la mismas dotaciones presupuestarias y en cuanto se refiere a las ayudas a la familia, que, en España, a todas luces, son reducidas e insuficientes. Un panorama desolador y crítico para la familia, y para España, con el que nos encontramos ante este Informe, tan real y objetivo como provocador, que entre sus conclusiones señala que «la familia en España es en la actualidad una familia sin niños, con hogares solitarios, con cada vez menos matrimonios y cada vez más rotos, con familias cada vez más insatisfechas por la falta de conciliación de su vida laboral y familiar».
Un panorama que debería hacernos pensar mucho a todos, especialmente a los responsables de la «cosa pública», y aprestamos a encontrar con urgencia y rapidez respuestas que lo sanen en sus raíces. Se ha jugado, como he dicho aquí mismo en otra ocasión, durante bastantes años con fuego a propósito de la familia, –con la verdad y fundamentalidad de la familia– y nos estamos quemando y destruyendo. ¡Es hora de cambiar!, de posibilitar cambios profundos en todo cuanto se refiere al matrimonio y la familia. Todos debemos colaborar. Sin duda, la Iglesia tiene una especial responsabilidad, y puede ofrecer –ofrece incansablemente, si se le escucha– una aportación muy valiosa y decisiva. Es tarea de todos. Lo que no se puede es cruzarnos de brazos ante situación tan dramática, mirar a otro lado, por ejemplo a la sola economía –que por lo demás no transforma la situación por la que atraviesa la familia; al contrario, la sola mirada económica la está agravando y la agravará todavía más en un futuro no lejano–; no se pueden poner parches, parchear el asunto. ¿Cuándo vamos a emprender decididamente, sin miedos ni complejos, ni cálculos interesados, las tareas pendientes y cumplir con las necesidades que las gentes esperan y necesitan con la máxima urgencia? ¿Cuándo vamos a buscar y elaborar juntos el futuro que se necesita?
Fuente: La Razón
Resulta sencillamente sobrecogedor y altamente preocupante –también motivador– por los datos reales que nos ofrece. Entre otros datos nos encontramos con el bajísimo índice de natalidad, (1’32): el penúltimo puesto de la UE. Esto entraña un invierno demográfico de consecuencias incalculables: la crisis demográfica no anda lejos de la crisis humana y económica y apuntan a raíces muy cercanas y profundas. Otra gran cuestión es el gravísimo problema de los abortos. España figura como el tercer país de Europa con mayor número de abortos: 112.390 abortos anuales, es decir, un aborto cada 4.7 minutos, terrible cifra ésta que junto a los más de un millón ochocientos mil abortos desde su legalización en 1985 nos hace comprobar la destrucción de vidas tan masiva de seres humanos en la que nos hallamos insertos, la violación masiva, escalofriante, del derecho fundamental a la vida, base de todos los derechos, y la caída hasta límites insospechados del valor que se otorga a la dignidad de la persona humana, base de todo comportamiento humano y social, sin la que no es posible superar la crisis social, moral, cultural y económica tan grave que padecemos.
Otro dato que produce conmoción es el altísimo número de rupturas matrimoniales que se producen al año, 110.764: 104.262 divorcios, 6.369 separaciones y 133 nulidades o, mejor, declaraciones de nulidad. Se rompe un matrimonio cada 4.7 minutos en España. Se han superado ya dos millones setecientos mil rupturas acumuladas desde 1981, lo que ha afectado a más de dos millones de hijos, las principales víctimas y más afectados por este drama. Podemos añadir que la ley del «divorcio exprés» ha hecho explosionar el número de divorcios y ha disparado la población de divorciados/ separados, que ya supera las 2.400.000. Junto al dato anterior, nos encontramos con otro dato que hace pensar en el debilitamiento y quiebra de la institución familiar; me refiero al desplome en el número de matrimonios (se contraen 51.997 matrimonios menos que en 1990) a pesar del aumento poblacional; al tiempo crece de manera muy llamativa el de las «uniones o parejas de hecho», sin ningún vínculo, con el clarísimo riesgo que esto supone para el futuro de la familia y su verdad, asentada sobre el matrimonio, base de la sociedad (ya hay 1.5 millones de «parejas de hecho»).
Otro aspecto, sin duda importante y significativo, al que se refiere el Informe es el la conciliación de la vida laborar y familiar. En este punto se señala que «sigue siendo una asignatura pendiente. No hay prácticamente flexibilidad laboral, cada vez menos gente se puede benefi ciar de los permisos de maternidad ni de pedir excedencias, y cada vez menos gente se puede dedicar al cuidado de sus familiares».
Como no podía ser menos, el Informe también tiene en cuenta el impacto de la crisis económica sobre la familia, al que califica de «demoledor», cuando resulta comprobadamente que está siendo la familia la verdadera y más efi caz ayuda en paliar la crisis económica que padecemos desde hace años. En concreto, el paro es un drama que afecta fuertemente a la familia, ya que 2 de cada 3 parados son cónyuges y/o personas de referencia en el hogar y ha pasado de afectar a 1.1 millones en 2007 a más de 3.7 millones.
También se puede apreciar cómo ha caído la renta media de los hogares, afectando sobre todo a las familias con hijos y, en especial, a las familias con 3 o más hijos, que son las más afectadas y perjudicadas. Los salarios, además, en España están perdiendo poder adquisitivo desde 2009. El consumo en los hogares ha descendido tanto en el gasto medio por hogar, como en el número de hipotecas, que se ha desplomado. Por último, el Informe constata que el abandono o insuficiente atención de la familia por parte de la Administración, hace que España ocupe la última posición de Europa en cuanto a ayudas y protección a las familias, como se puede apreciar en la insuficiencia de Organismos de Familia, en los Planes y Leyes de familia tendentes a la protección de las familias, en la mismas dotaciones presupuestarias y en cuanto se refiere a las ayudas a la familia, que, en España, a todas luces, son reducidas e insuficientes. Un panorama desolador y crítico para la familia, y para España, con el que nos encontramos ante este Informe, tan real y objetivo como provocador, que entre sus conclusiones señala que «la familia en España es en la actualidad una familia sin niños, con hogares solitarios, con cada vez menos matrimonios y cada vez más rotos, con familias cada vez más insatisfechas por la falta de conciliación de su vida laboral y familiar».
Un panorama que debería hacernos pensar mucho a todos, especialmente a los responsables de la «cosa pública», y aprestamos a encontrar con urgencia y rapidez respuestas que lo sanen en sus raíces. Se ha jugado, como he dicho aquí mismo en otra ocasión, durante bastantes años con fuego a propósito de la familia, –con la verdad y fundamentalidad de la familia– y nos estamos quemando y destruyendo. ¡Es hora de cambiar!, de posibilitar cambios profundos en todo cuanto se refiere al matrimonio y la familia. Todos debemos colaborar. Sin duda, la Iglesia tiene una especial responsabilidad, y puede ofrecer –ofrece incansablemente, si se le escucha– una aportación muy valiosa y decisiva. Es tarea de todos. Lo que no se puede es cruzarnos de brazos ante situación tan dramática, mirar a otro lado, por ejemplo a la sola economía –que por lo demás no transforma la situación por la que atraviesa la familia; al contrario, la sola mirada económica la está agravando y la agravará todavía más en un futuro no lejano–; no se pueden poner parches, parchear el asunto. ¿Cuándo vamos a emprender decididamente, sin miedos ni complejos, ni cálculos interesados, las tareas pendientes y cumplir con las necesidades que las gentes esperan y necesitan con la máxima urgencia? ¿Cuándo vamos a buscar y elaborar juntos el futuro que se necesita?
Fuente: La Razón