¿No somos dignos de acercarnos a Dios? Este tipo de pensamiento nos invade casi a todos. A menudo pensamos que para tener una conexión espiritual con Dios -para entrar en una relación auténtica con Él- debemos librarnos de nuestros pecados e imperfecciones. Sólo cuando seamos correctos, casi sin pecado, correctos y sencillos, Dios nos mirará con buenos ojos y empezaremos a experimentar su gracia en nuestras vidas.

 

Aunque sabemos que el amor de Dios es desinteresado y que no es necesario merecerlo, en realidad nos cuesta imaginar que podamos tener algún tipo de relación con Dios cuando, al mismo tiempo, nuestras vidas se han enredado en el pecado.

 

Por supuesto, sabemos muy bien que cuando sucede algo que nos separa de Dios y nos cierra a su amor, debemos hacer algo al respecto: un examen de conciencia, una confesión sincera, cambiar de vida. Sin embargo, no siempre es un camino tan recto el que va del pecado a la libertad.

 

A veces, las consecuencias del pecado y las complicaciones que causa en la vida hacen que poner la vida en orden sea un proceso que puede llevar años. En consecuencia, podemos encontrar a nuestro alrededor a muchas personas cuya relación con Dios está lastrada por este tipo de "sombras" del pasado.

 

Muchos de ellos viven con la convicción de que no son dignos de acercarse a Él, de que sus destinos han sido estigmatizados y lastrados irremediablemente por el mal, hasta el punto de que se consideran hijos inferiores de Dios.

 

Jesús come con recaudadores de impuestos y pecadores

 

¿Tiene Dios una respuesta a esto? Sobre este punto es significativo el pasaje del Evangelio según San Mateo, donde el Evangelista escribe:

 

"Mientras Jesús estaba sentado a la mesa en casa, vinieron muchos publicanos y pecadores y se sentaron con Jesús y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a sus discípulos: "¿Por qué come vuestro Maestro con publicanos y pecadores?"". (Mt 9,10-11).

 

La indignación de los fariseos puede ser parcialmente comprensible. Después de todo, los pecadores que festejaban con Jesús seguían siendo pecadores -probablemente la mayoría de ellos aún no había logrado arrepentirse-. Además, entre ellos había también recaudadores de impuestos.

 

La palabra griega τελώνης (telones) significa recaudador de impuestos - un pecador muy empedernido y bastante odiado en Israel. Los judíos despreciaban a los recaudadores de impuestos por su colaboración y trato directo con el ocupante romano, que los hacía impuros; además, por recaudar impuestos arbitrariamente y oprimir así a sus compatriotas.

 

Experimentar el amor de Dios

 

Por su parte, los Evangelios Sinópticos utilizan la palabra más de veinte veces, llamando la atención sobre la actitud específica de Jesús hacia este grupo de personas. No sólo cenó con ellos, sino que llamó a uno de sus apóstoles de entre ellos. ¿Qué atestigua esto?

 

Desde luego, no es que Jesús minusvalore el pecado. Al contrario, lo reprende ferozmente. Pero muestra que su amor no es una recompensa por hacer el bien, sino precisamente aquello con lo que podemos contar sobre todo en nuestra lucha contra el pecado y la iniquidad.

 

Por eso Jesús responde a los fariseos: "No son los sanos quienes necesitan médico, sino los enfermos" (Mt 9,12). Porque, en definitiva, el amor de Dios es tan grande e incondicional hacia el pecador como hacia el justo. A veces, el primero debe experimentarlo antes de poder arrepentirse y volver a Dios de todo corazón. El problema es que seguimos intentando merecer el amor en lugar de creer plenamente en él.

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