Piero se lo encontró varias veces en el hall de Casa Santa Marta​, como si la Providencia los cruzara a capricho divino. Piero no buscaba encontrarlo sólo que se abandonó a la voluntad del Altísimo y a veces cuando tenemos la suficiente fe para abandonarnos como niños de pecho, las cosas suceden.
 
Además de llamarlo para saludarlo el Papa Francisco le preguntó cómo estaba y qué estaba haciendo. Piero le contó del Simposio de jóvenes, y de la alegría que tenían por participar. Ahí en medio de la charla, Piero le contó de cuantos países vienen los jóvenes  y que todos estaban esperando ansiosos  que llegara el sábado para comenzar en la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano este Simposio Mundial de Jóvenes contra la Trata de Personas y le destacó el cariño que Monseñor Sánchez Sorondo ha puesto en todo.

Piero también le contó que su hermano Bruno había venido para verlo y para participar del Simposio entonces con esa mirada honda y llena de vida le dijo:​"¿Está Bruno? ¿Dónde?​" 

Bruno se le acercó despacio como pidiendo permiso y ​él acortó la distancia. Bruno sintió que el abrazo era eterno, me contó luego, y que se le humedecieron los ojos cuando le dijo: "Faltabas vos".

​​Con la emoción casi no pudo​ contestarle, dice. Pero luego le salió la voz: "Gracias por apoyarnos tanto, a veces estamos tan solos".

Nuestro Papa, lo miró hondo, con esa ​ternura y​ esa ​paz inmensa. El Pastor de su rebaño. El Papa de todos pero sobre todo de quienes sufren. El Papa de los que lloran, de los pobres de corazón, de los que sufren injusticias, de los mansos y de los que tienen misericordia.

​El Pastor con olor a ovejas.​ Aquel que calza las Sandalias del Pescador con la misma humildad que las calzó Pedro miles de años atrás.

Francisco, el Papa pobre, que como el Pobrecito de Asís con sus gestos, con sus miradas y con su amor nos llena de esperanzas.

 
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