La miré hondo. Hacía horas que estaba con ella y había estado esperando la oportunidad de mirarla sin sumarle más sustos a los terrores apilados en su alma. De unos quince años, le hubiera dado trece no más que trece. Con su cabello larguísimo acorralado en un colero fucsia y sus inmensos ojos negros, transparentes, alguna vez llenos de vida. Sus uñas denotaban el nerviosismo propio de no entender, no entendió antes y no entendía ahora. Carita redonda, nariz pequeña y respingada, en la calle hubiera sido una nena más, con su aire de navidad, su jeans gastado y una remera al cuerpo.
Entre idas y venidas y en medio de una mañana que quizás le pesaba, nos pusimos a hablar de sueños, del mañana y ella solita volvió al pasado. Comenzó a contar cómo se la habían llevado hasta su lugar de destino, relatando los miedos, la desesperación de sentir que quizás no vería nunca más a su mamá, la incertidumbre de no saber qué le harían y la necesidad constante de huir sin poder hacerlo. Le costaba pintar las amenazas, los maltratos, el horror. ¿A quién le sobran palabras para contar el horror?
Despacio, con cuidado, desde el alma le dije: "........" ahora estás bien, y nunca más te van a hacer daño. No sé por qué lo dudé en el fondo, mientras lo decía sentí el puñal de la duda hincándome el alma. Quizás porque vi tanto a la vera del camino.
Ella me miró abriendo todo lo que pudo sus ojos negros como la noche y me dijo: "Estoy muy triste por la nena que dejé adentro, no puedo dormir pensando en ella". Cuando terminó la frase la mirada se puso vidriosa de lágrimas y una tristeza atroz le ensombreció la cara de ángel."Cuál nena?” le pregunté, y ahí el relato fue tomando los matices del terror, de la locura y de la muerte.
Y en el estómago hambriento de una casa del terror, deambulando nenas: nenas de 16, nenas de 14, nenas de 15, nenas de 12, nenas de 11 y una nenita , la más pequeña de 7 años.
Por las noches, a las nenas las venían a buscar y se las llevaban a diferentes lugares para que los hombres que habían pagado por ellas las violaran, las abusaran, las torturaran. La niñita de 7 añitos, con su cabellito castaño y sus manitos de ángel no paraba de llorar, lloraba a la mañana, lloraba a la tarde y lloraba más aún cuando la traían de vuelta.
El día que (….) se fue, que escapó, la niñita de 7 años se le prendió de la remerita como un abrojo de dolor y no la dejaba caminar, rogando que no la dejara: "Ayúdame, quiero mi mamá, ayúdame quiero a mi mamá".
¿Quién paga para violar, torturar a una nena de siete años?
Quién tiene una hija, una hermana, una nieta, una vecinita, una primita de siete años, mírela y dígame: ¿Hasta cuándo vamos a aceptar este horror sin hacer nada?
Quién tiene una hija, una hermana, una nieta, una vecinita, una primita o lo que sea de siete años, dígame: ¿Hasta cuándo vamos a criar a nuestros varones sin sensibilizarlos y concientizarlos para que no compren sexo? Porque la demanda de prostitución de niños, niñas, jóvenes y adultos es un tema de varones; se los permitimos, les habilitamos los espacios y lo naturalizamos. De lo contrario no tendríamos cifras alarmantes rebelando que nuestros jóvenes siguen pagando por sexo.
Quién tiene una hija, una hermana, una nieta, una vecinita, una primita o lo que sea de siete años, mírela bien y piense si yo hoy estuviera escribiendo su historia, porque la nenita de la cual hablo existe. ¿Por qué no puede ser la que usted conoce?
La mamá y el papá de esta criatura seguro antes pensaban como usted, que la mafia es puro cuento y que el horror de la prostitución es un verso de algunas y algunos que no tenemos nada mejor que hacer con nuestras vidas y nos dedicamos a joder con este tema.
Si no reaccionamos ante el horror y el espanto, ¿ante qué reaccionamos? Si no militamos por los hijos y las hijas de los demás, al menos militemos por los nuestros, porque créame que la mafia está a la vuelta de la esquina y si no salimos de nuestras vidas cómodas y atornilladas a la tele, este relato se va a transformar en uno más de tantos.
Quizás usted pueda ayudarnos a construir un mundo sin prostitución, sin horror, sin esclavitud. ¿Por dónde empieza?... Por los varones de su familia, comprométase a trabajar para que ellos no consuman personas, no compren personas, no vayan de putas.
¿Es buen comienzo verdad?