Pocos medios de comunicación han podido sustraerse a la verdad tras el histórico hallazgo y conclusiones que el pasado 29 de agosto dio a conocer la Revista Science (pulse para ver).
Diarios liberales como El País de España titulaba en portada “El mayor estudio de la historia no encuentra una relación determinante entre genes y comportamiento sexual”; y también el consorcio informativo de la BBC lo destacaba así: “Homosexualidad: el estudio que descarta la idea de que la atracción por las personas del mismo sexo depende de un único gen”.
Tras escanear los genomas de 409.000 personas inscritas en el proyecto Biobank (Reino Unido), como de 68.500 registradas en la empresa de registros genéticos 23andMe (Estados Unidos) y preguntarles además -destaca la BBC- “si tenían solo parejas del mismo sexo o si también tenían parejas del sexo opuesto”, los investigadores de la Universidad de Harvard y el Massachusetts Institute of Technology (MIT) concluyeron que: "no hay un solo gen gay sino la contribución de muchos pequeños efectos genéticos dispersos por todo el genoma", dijo a la agencia AFP Ben Neale, científico que trabajó en el proyecto.
El estudio demuestra así que es falsa la afirmación difundida durante décadas por organizaciones vinculadas a las reivindicaciones LGBTI respecto de que existiría un “gen gay”, una causa genética para la homosexualidad. “Es básicamente imposible predecir la actividad sexual o la orientación de una persona por su genética”, zanja el estadístico Andrea Ganna, del Instituto Broad y líder de la investigación, publica diario El País de España
El impacto de estos resultados comienza a permear las reflexiones de otras disciplinas. Referentes como el sociólogo Paul Sullins (en imagen abajo) ha publicado sus primeras observaciones en el diario The Public Discourse en un artículo titulado: "Nací así" ya no se puede decir: La nueva ciencia de la orientación sexual.
La reflexión de Sullins…
…A fines del mes pasado, un equipo de científicos del MIT y de Harvard publicó en la revista Science un estudio histórico sobre los fundamentos genéticos de la orientación sexual. El estudio, que se basó en un análisis del material genético de casi medio millón de individuos, refuta definitivamente la idea de que ser gay es una condición innata que se controla o se ve obligada en gran medida por la propia composición genética.
El estudio contenía dos hallazgos clave. Primero, encontró que para la orientación hacia el mismo sexo, era muy débil el efecto de los genes que heredamos de nuestros padres (conocido como "heredabilidad"), con sólo un 0,32 en una escala de 0 (ninguno) a 1 (total) de heredabilidad. Esto significa que el ambiente de desarrollo de una persona, que incluye la dieta, la familia, los amigos, el vecindario, la religión y un sinnúmero de otras condiciones de vida, tiene el doble de influencia en la probabilidad de desarrollar conductas u orientación del mismo sexo que los genes de una persona.
En segundo lugar, refutando décadas de creencia generalizada, el estudio estableció que "ciertamente no existe un único determinante genético (a veces referido como el'gen gay' en los medios de comunicación)" que cause el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo. Por el contrario, "las variantes implicadas son numerosas y se extienden por todo el genoma". Cada una de estas variantes genéticas aumenta la propensión de una persona a tener comportamientos homosexuales en una cantidad infinitesimalmente pequeña. En términos científicos, la orientación y el comportamiento del mismo sexo son altamente poligenéticos.
La lógica de estos dos resultados -baja heredabilidad y alta poligeneticidad- demuestra claramente que la narrativa cultural dominante sobre la orientación sexual -que ve a las personas homosexuales como una clase biológica claramente delimitada de personas que "nacieron así"- simplemente no puede ser cierta.
La baja heredabilidad, un hallazgo consistente con estudios genéticos previos, siempre ha sugerido que el determinismo podía no ser veraz. Pero la alta poligeneticidad hace mucho más: excluye definitivamente la posibilidad del determinismo. Un orden genético basado en docenas de marcadores a través del genoma significa que virtualmente todos los seres humanos tienen este orden, o grandes porciones de él. En otras palabras, los homosexuales tienen un genotipo humano perfectamente normal; no son genéticamente distintos de todos los demás seres humanos en ningún sentido significativo. En consecuencia, el desarrollo de la orientación sexual y la elección de la pareja no puede basarse principalmente en la elaboración de una disposición genética determinante, sino que, en mayor medida, consiste en el desarrollo y la expresión de la autonomía personal con respecto a las propias posibilidades sexuales de la persona.
¿Podría el rechazo de la orientación sexual determinar el aumento de la tolerancia?
Los científicos detrás del estudio no se andan con rodeos con respecto a esta conclusión. El líder del estudio, Andrea Ganna, declaró al New York Times que "será básicamente imposible predecir la actividad u orientación sexual de una persona sólo desde el punto de vista genético". Un ensayo que acompaña al estudio reconoce que sus resultados contrarrestan la "inclinación a reducir la sexualidad al determinismo genético", confirmando en cambio que "la sexualidad está... conformada y regulada por estructuras culturales, políticas, sociales, legales y religiosas". Otros científicos involucrados en el estudio, que son ellos mismos gays, se opusieron públicamente a su publicación, expresando su preocupación de que los hallazgos serían "malinterpretados" para "promover agendas de odio". Estas declaraciones también expresan una conciencia, aunque no bienvenida, de las implicaciones antideterministas de los hallazgos del estudio.
Es encomiable que los autores principales del estudio, algunos de los cuales también son homosexuales, resistieran el impulso de suprimir la evidencia científica en aras de la conveniencia política. Tienen razón al hacerlo, ya que el rechazo de la idea de una falsa creencia en el determinismo de la orientación sexual y los comportamientos relacionados puede conducir a una mayor tolerancia y aceptación.
En muchas partes del mundo, como se señala en el ensayo adjunto, las sanciones legales buscan imponer la heterosexualidad a los que no lo desean. Pero en los Estados Unidos y otras sociedades occidentales liberales, actualmente tendemos hacia el problema opuesto. En muchos de estos lugares, la lucha por la libertad hoy en día no es principalmente para las personas que quieren identificarse como homosexuales o lesbianas, sino para las personas que quieren evitar o resistirse a tal identificación por sí mismas.
La decisión de la Corte Suprema de 2015 por la que se constitucionaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo se basó, en parte, en la creencia de que la orientación hacia las personas del mismo sexo reflejaba una "naturaleza inmutable que dicta que el matrimonio entre personas del mismo sexo es su único camino real hacia este profundo compromiso". La lógica determinista de esta decisión ha empoderado a aquellos que antes defendían que las personas homosexuales podían casarse con alguien del mismo sexo para que ahora defiendan que, si se casan, las personas homosexuales deben casarse con alguien del mismo sexo. Actualmente se están realizando numerosos esfuerzos legislativos y judiciales para prohibir la terapia voluntaria o para negar la legitimidad de los adultos que experimentan algún nivel de atracción hacia el mismo sexo, pero que optan por no tener relaciones homosexuales o identificarse a sí mismos como gays o lesbianas, aduciendo que tales acciones niegan su naturaleza inmutable. En los Estados Unidos, las personas con atracciones del mismo sexo son ahora libres de identificarse como homosexuales y de casarse legalmente con alguien del mismo sexo. Sin embargo, muchos ahora tratan de negar a las mismas personas la libertad de negarse a identificarse como homosexuales y de casarse con alguien del sexo opuesto, si así lo desean, con la premisa de que de ese modo estarían haciendo violencia a lo que "realmente" son.
Investigaciones anteriores subrayan la maleabilidad de la identidad sexual
En la práctica, la orientación sexual y el comportamiento ejemplifican las diversas identidades que las personas adquieren cuando son libres de explorar una gama virtualmente ilimitada de alternativas eróticas. Sorprendentemente, la baja heredabilidad de la orientación sexual encontrada en el estudio de Ganna es idéntica a la de otro estudio genético histórico -un metaanálisis exhaustivo de virtualmente todos los estudios sobre gemelos jamás realizados por un equipo de científicos dirigido por Tinca Polderman- que fue publicado hace cuatro años en la revista Nature. Al igual que el estudio Ganna, el estudio Polderman estimó que la heredabilidad de la orientación sexual es sólo de. 0,32. La replicación del mismo débil resultado en dos estudios que utilizan métodos y medidas muy diferentes es notable. Ambos estudios también encontraron que la heredabilidad es algo mayor para los hombres que para las mujeres.
Después del estudio de Polderman, un equipo de prominentes investigadores en sexualidad interpretó el bajo nivel de heredabilidad replicado para sugerir que, mientras que la atracción sexual interna puede no ser socialmente maleable, la adopción de una identidad sexual no restringida por la atracción interna -homosexual, heterosexual o algo más- está dentro del rango de desarrollo de la mayoría de las personas. "Es, por supuesto, posible", escriben, "cambiar la propia identidad de orientación sexual pública, y uno puede ciertamente tomar decisiones acerca de si se involucrará o no en comportamientos sexuales del mismo sexo o del sexo opuesto o si se convertirá en célibe". Este tipo de opciones y terapias para apoyarlos, señalan, son más comunes entre los observadores religiosos, y "probablemente explican las afirmaciones de ex-gays y ex-lesbianas de que ya no están llevando un estilo de vida `homosexual'". Por ejemplo, citan el artículo de 2001 del psicoterapeuta Lee Beckstead, "Curas versus opciones: Agendas en terapia de reorientación sexual". También podríamos añadir los libros Hijas de Jefté y Cambiado: #Historias de homosexuales, cada una de las cuales presenta docenas de relatos de personas que se han alejado de la identidad y el comportamiento homosexual.
Los datos poblacionales confirman que la mayoría de las personas con atracción por el mismo sexo exploran relaciones de sexo opuesto en algún momento, y una minoría mantiene matrimonios heterosexuales a largo plazo. En la Encuesta Social General (un perfil estadístico bienal de la población estadounidense financiado por la Fundación Nacional de Ciencias), el 57 por ciento de las personas que se identifican como homosexuales (40 por ciento de los hombres homosexuales y 78 por ciento de las mujeres lesbianas) informan que han tenido una o más parejas del sexo opuesto desde los 18 años. Cuatro por ciento de los homosexuales reportan haber tenido *sólo* parejas del sexo opuesto en el último año.
En 100,300 entrevistas que preguntaron sobre la orientación sexual en la Encuesta Nacional de Salud de 2013-2015, el 13 por ciento de las personas homosexuales actualmente en pareja reportaron estar en una relación sexual de sexo opuesto, no del mismo sexo. De acuerdo con las motivaciones religiosas mencionadas anteriormente, la mayoría (88 por ciento) de esta minoría de 13 por ciento estaban en matrimonios heterosexuales. Alrededor de un tercio (35.6 por ciento) estaba criando niños.
Coaccionar el comportamiento sexual es incorrecto
Los hallazgos congruentes de Ganna y Polderman refutan agudamente el impulso de restringir o coaccionar las decisiones de dichas personas sobre la identidad y el comportamiento del mismo sexo. Si las personas gays y lesbianas son genéticamente normales, ¿en qué se basa la prohibición de que otras personas genéticamente normales se nieguen a participar en comportamientos homosexuales? Como han descubierto ambos estudios, la mayoría de las personas con un genotipo comparable al de las personas homosexuales o lesbianas terminan, por diversas razones de entorno social o de desarrollo o de principios personales, por no mantener relaciones homosexuales. ¿No debería esta mayoría tener la misma libertad y legitimidad para hacerlo?
Las personas civilizadas condenan el intento de imponer la conducta sexual a los que no lo desean a nivel personal. ¿Por qué es aceptable la misma imposición coercitiva a nivel social? Si alguna vez tuvo sentido bajo la premisa de que las personas homosexuales estaban determinadas genéticamente, ahora, en ausencia de una diferencia genética convincente, es imposible mantener razonablemente que la tolerancia de la conducta homosexual requiere intolerancia a la conducta heterosexual.
Es encomiable que los autores principales del estudio, algunos de los cuales también son homosexuales, resistieran el impulso de suprimir la evidencia científica en aras de la conveniencia política. Tienen razón al hacerlo, ya que el rechazo de la idea de una falsa creencia en el determinismo de la orientación sexual y los comportamientos relacionados puede conducir a una mayor tolerancia y aceptación.
En muchas partes del mundo, como se señala en el ensayo adjunto, las sanciones legales buscan imponer la heterosexualidad a los que no lo desean. Pero en los Estados Unidos y otras sociedades occidentales liberales, actualmente tendemos hacia el problema opuesto. En muchos de estos lugares, la lucha por la libertad hoy en día no es principalmente para las personas que quieren identificarse como homosexuales o lesbianas, sino para las personas que quieren evitar o resistirse a tal identificación por sí mismas.
La decisión de la Corte Suprema de 2015 por la que se constitucionaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo se basó, en parte, en la creencia de que la orientación hacia las personas del mismo sexo reflejaba una "naturaleza inmutable que dicta que el matrimonio entre personas del mismo sexo es su único camino real hacia este profundo compromiso". La lógica determinista de esta decisión ha empoderado a aquellos que antes defendían que las personas homosexuales podían casarse con alguien del mismo sexo para que ahora defiendan que, si se casan, las personas homosexuales deben casarse con alguien del mismo sexo. Actualmente se están realizando numerosos esfuerzos legislativos y judiciales para prohibir la terapia voluntaria o para negar la legitimidad de los adultos que experimentan algún nivel de atracción hacia el mismo sexo, pero que optan por no tener relaciones homosexuales o identificarse a sí mismos como gays o lesbianas, aduciendo que tales acciones niegan su naturaleza inmutable. En los Estados Unidos, las personas con atracciones del mismo sexo son ahora libres de identificarse como homosexuales y de casarse legalmente con alguien del mismo sexo. Sin embargo, muchos ahora tratan de negar a las mismas personas la libertad de negarse a identificarse como homosexuales y de casarse con alguien del sexo opuesto, si así lo desean, con la premisa de que de ese modo estarían haciendo violencia a lo que "realmente" son.
Investigaciones anteriores subrayan la maleabilidad de la identidad sexual
En la práctica, la orientación sexual y el comportamiento ejemplifican las diversas identidades que las personas adquieren cuando son libres de explorar una gama virtualmente ilimitada de alternativas eróticas. Sorprendentemente, la baja heredabilidad de la orientación sexual encontrada en el estudio de Ganna es idéntica a la de otro estudio genético histórico -un metaanálisis exhaustivo de virtualmente todos los estudios sobre gemelos jamás realizados por un equipo de científicos dirigido por Tinca Polderman- que fue publicado hace cuatro años en la revista Nature. Al igual que el estudio Ganna, el estudio Polderman estimó que la heredabilidad de la orientación sexual es sólo de. 0,32. La replicación del mismo débil resultado en dos estudios que utilizan métodos y medidas muy diferentes es notable. Ambos estudios también encontraron que la heredabilidad es algo mayor para los hombres que para las mujeres.
Después del estudio de Polderman, un equipo de prominentes investigadores en sexualidad interpretó el bajo nivel de heredabilidad replicado para sugerir que, mientras que la atracción sexual interna puede no ser socialmente maleable, la adopción de una identidad sexual no restringida por la atracción interna -homosexual, heterosexual o algo más- está dentro del rango de desarrollo de la mayoría de las personas. "Es, por supuesto, posible", escriben, "cambiar la propia identidad de orientación sexual pública, y uno puede ciertamente tomar decisiones acerca de si se involucrará o no en comportamientos sexuales del mismo sexo o del sexo opuesto o si se convertirá en célibe". Este tipo de opciones y terapias para apoyarlos, señalan, son más comunes entre los observadores religiosos, y "probablemente explican las afirmaciones de ex-gays y ex-lesbianas de que ya no están llevando un estilo de vida `homosexual'". Por ejemplo, citan el artículo de 2001 del psicoterapeuta Lee Beckstead, "Curas versus opciones: Agendas en terapia de reorientación sexual". También podríamos añadir los libros Hijas de Jefté y Cambiado: #Historias de homosexuales, cada una de las cuales presenta docenas de relatos de personas que se han alejado de la identidad y el comportamiento homosexual.
Los datos poblacionales confirman que la mayoría de las personas con atracción por el mismo sexo exploran relaciones de sexo opuesto en algún momento, y una minoría mantiene matrimonios heterosexuales a largo plazo. En la Encuesta Social General (un perfil estadístico bienal de la población estadounidense financiado por la Fundación Nacional de Ciencias), el 57 por ciento de las personas que se identifican como homosexuales (40 por ciento de los hombres homosexuales y 78 por ciento de las mujeres lesbianas) informan que han tenido una o más parejas del sexo opuesto desde los 18 años. Cuatro por ciento de los homosexuales reportan haber tenido *sólo* parejas del sexo opuesto en el último año.
En 100,300 entrevistas que preguntaron sobre la orientación sexual en la Encuesta Nacional de Salud de 2013-2015, el 13 por ciento de las personas homosexuales actualmente en pareja reportaron estar en una relación sexual de sexo opuesto, no del mismo sexo. De acuerdo con las motivaciones religiosas mencionadas anteriormente, la mayoría (88 por ciento) de esta minoría de 13 por ciento estaban en matrimonios heterosexuales. Alrededor de un tercio (35.6 por ciento) estaba criando niños.
Coaccionar el comportamiento sexual es incorrecto
Los hallazgos congruentes de Ganna y Polderman refutan agudamente el impulso de restringir o coaccionar las decisiones de dichas personas sobre la identidad y el comportamiento del mismo sexo. Si las personas gays y lesbianas son genéticamente normales, ¿en qué se basa la prohibición de que otras personas genéticamente normales se nieguen a participar en comportamientos homosexuales? Como han descubierto ambos estudios, la mayoría de las personas con un genotipo comparable al de las personas homosexuales o lesbianas terminan, por diversas razones de entorno social o de desarrollo o de principios personales, por no mantener relaciones homosexuales. ¿No debería esta mayoría tener la misma libertad y legitimidad para hacerlo?
Las personas civilizadas condenan el intento de imponer la conducta sexual a los que no lo desean a nivel personal. ¿Por qué es aceptable la misma imposición coercitiva a nivel social? Si alguna vez tuvo sentido bajo la premisa de que las personas homosexuales estaban determinadas genéticamente, ahora, en ausencia de una diferencia genética convincente, es imposible mantener razonablemente que la tolerancia de la conducta homosexual requiere intolerancia a la conducta heterosexual.