Someter a una persona ejerciendo sobre ella violencia psicológica, moral y/o física que le causa cualquier ámbito de daño y/o dolor, es una nefasta realidad que afectó y afecta en su bienestar y dignidad a millones de seres humanos; ya sea como víctimas de sus pares, de quienes debían protegerles o bien de terceros.

 

Hoy abundan los testimonios donde la tortura está presente como forma de violencia en ambientes escolares, en el hogar, en la convivencia de una pareja, como herramienta de coacción y castigo entre grupos rivales o como instrumento de sometimiento, obtención de información y castigo por parte de quienes detentan el poder.

 

La RAE define este mal de la humanidad como "grave dolor físico o piscológico infligido a una persona de forma deliberada con el fin de obtener algo de ella, especialmente una confesión o una determinada declaración".

 

Por su parte la Asamblea Médica Mundial en su "Declaración de Tokio" en octubre de 1975 estableció un concepto más amplio para definir la tortura: "es el sufrimiento físico o mental infligido en forma deliberada, sistemática o caprichosa, por una o más personas, actuando sola o bajo las órdenes de cualquier autoridad, con el fin de forzar a otra persona a dar informaciones, a hacerla confesar o por cualquier otra razón".

 

La doctrina de la Iglesia

 

 

El fundamento doctrinal que demanda el respeto de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural está contenido en el mandamiento establecido por Jesús, el hijo de Dios, que citan los Evangelios: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mc 12,31).

 

Es por eso que todos los fieles de la Iglesia han de respetar y defender lo que se enseña en el n° 2258 de su Catecismo: "La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente".

 

En virtud de lo anterior en el n° 2297 del mismo documento se indica que:  "La tortura, que usa de violencia física o moral, para arrancar confesiones, para castigar a los culpables, intimidar a los que se oponen, satisfacer el odio, es contraria al respeto de la persona y de la dignidad humana".

 

Reconoce la Iglesia en su argumento doctrinal que "en tiempos pasados, se recurrió de modo ordinario a prácticas crueles por parte de autoridades legítimas para mantener la ley y el orden, con frecuencia sin protesta de los pastores de la Iglesia, que incluso adoptaron, en sus propios tribunales las prescripciones del derecho romano sobre la tortura. Junto a estos hechos lamentables, la Iglesia ha enseñado siempre el deber de clemencia y misericordia; prohibió a los clérigos derramar sangre. En tiempos recientes se ha hecho evidente que estas prácticas crueles no eran ni necesarias para el orden público ni conformes a los derechos legítimos de la persona humana. Al contrario, estas prácticas conducen a las peores degradaciones. Es preciso esforzarse por su abolición, y orar por las víctimas y sus verdugos" (Catecismo de la Iglesia Católica n°2298).

 

Algunas enseñanzas de Papa Francisco sobre la tortura

 

 

Al finalizar el Ángelus, del 22 de junio de 2014 y con ocasión de celebrarse el día 26 de ese mes la Jornada Mundial de Abolición de la Torura, convocada por Naciones Unidas, el Papa Francisco declaró: "Ratifico la firme condena de todo tipo de tortura e invito a los cristianos a comprometerse a colaborar en su abolición y apoyar a las víctimas y a sus familiares. Torturar a las personas es un pecado mortal. Un pecado muy grave".

 

Más reciente, en un impactante video emitido a comienzos de junio de 2023, el Pontífice convocó a Orar durante ese mes y siempre, por la abolición de la tortura:

 

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