Nacido en 1948, el canadiense Michael O’brien, artista plástico y apologeta católico que se hizo conocido por su obra “El Padre Elías, Un Apocalipsis” no teoriza desde el escritorio, sino que comunica lo que vive. Es radical en su empeño por ser coherente con su fe. De tal forma, junto a su esposa Sheila criaron a sus seis hijos en Combermere, una pequeña localidad en las montañas de Ontario, sin teléfono, sin televisión, sin internet. Hoy, sus diez nietos no dejan de visitarlos.
Michael tiene total seguridad de que hoy enfrentamos al enemigo eterno de la humanidad, pero mucho mejor apertrechado que antaño. “Esta es una guerra por las almas de nuestros hijos”, afirma al ser preguntado por revista Misión sobre cómo pueden conducirse unos padres cristianos que enfrentan un ambiente en todo contrario a Dios y sus creencias.
Según el autor de libros “de resistencia” imprescindibles como La última escapada (Libros Libres, 2009), o la citada El Padre Elías (Libros Libres, 2011), “diariamente tratamos de hacer frente a un bombardeo de corrupción cultural extremadamente invasiva, a veces obvia y otras veces astuta y sutil”. Ante este “espíritu de los tiempos”, cada vez más padres son conscientes de que, a medida que crecen, sus hijos deben vivir “con un pie en la familia y otro en el mundo que los rodea”. Por eso, cada generación necesita “sabiduría y gracia de un modo distinto al de cualquier otra generación anterior”. ¿Qué decisiones pueden tomar los padres para que sus hijos salgan indemnes del daño que el enemigo quiere hacer a esta generación? O’Brien propone tres tipos de estrategias: sociales, culturales y espirituales.
Estrategias sociales
Un factor esencial en el desarrollo de los hijos es su relación con sus iguales. Por ello, “cuanto antes les ayudemos a encontrar una sana comunidad de amigos, mejor”, dice el escritor canadiense, quien, a pesar de haber educado a sus hijos en casa junto a su mujer, “siempre tuvimos cuidado de no aislarlos, vigilando cuidadosamente sus interacciones sociales”.
O’Brien recuerda que “cuando nuestros hijos conocieron por primera vez a compañeros que tenían padres tan ‘locos’ como los suyos –me refiero a simplemente fieles católicos–, la situación en nuestra familia cambió dramáticamente para bien”.
En este sentido, O’Brien recomienda que el padre y la madre tengan unidad de criterio en los temas de relaciones con los amigos, “porque si los niños sienten algún conflicto entre ellos, su autoridad se debilita seriamente”. De ahí que aconseje a ambos “pedir a la Divina Providencia conocer a otras personas de ideas afines allí donde viven”, y propone soluciones tan creativas como simplemente poner una nota en el tablón de anuncios de su iglesia organizando en casa una tertulia para padres con inquietudes similares. Y dejar que Dios haga el resto…
Armados para el combate
“El diablo está haciendo la guerra contra nuestros hijos y nadie es inmune”, advierte Michael O’Brien. Esto no es nuevo, “en cada generación hay una lucha por las almas”, pero lo peculiar de la modernidad es que exige “padres completamente despiertos” que desarrollen “estrategias adicionales”. Entre ellas, además de las oraciones habituales y de la vida sacramental, el escritor canadiense propone rezar a diario la oración a san Miguel Arcángel “cuando veas que algo podrido está afectando a la vida de uno de tus hijos”. De este modo, “la influencia del enemigo se debilita y su territorio se reduce”.
También recomienda usar habitualmente sacramentales como agua, aceite o sal benditos. Y que el padre y la madre bendigan a sus hijos todas las noches y todas las mañanas, en momentos “breves, amables y amorosos, nunca impulsados por el miedo”.
No todo es oración, porque también hay espacio para hacer sacrificios escondidos “y ofrecérselos al Señor por los hijos”, incluida la posibilidad de ayunar un día a la semana por ellos.
En esta cultura “cada vez más diabólica”, los padres deben estar dispuestos a mantenerse firmes “aun a riesgo de ser malinterpretados o de ser considerados fanáticos”, en una firmeza combinada “con un amor tranquilo e inquebrantable”. Y, por encima de todo, mantener la confianza: “¡Confía en el Señor con todo tu corazón!”, acaba recomendando O’Brien.
Por encima de todo “debemos pedirle al Espíritu Santo una profunda confianza interior en la victoria de Cristo en la vida de nuestros hijos. Y hacerlo todos los días, porque cada día trae desafíos que pueden socavar fácilmente esa confianza”, concluye Michael O’Brien.
Fuente: Revista Misión