El doctor en leyes Stefano Gennarini conoce a fondo la maquinaria de poder en la ONU, pues, como representante en Nueva York de C-Fam (Center for Family & Human Rights), lidera la defensa legal de la vida, la familia y los valores cristianos.

 

Este experto en derechos humanos, entrevistado por Revista Misión, desnuda las verdades incómodas de la ONU, una organización a la que define como “neocolonial”, pues permite -dice Gennarini- que grandes lobbies y magnates impongan su agenda ideológica y social para gestionar en su beneficio el poder en el mundo.

 

¿LA ONU cumple hoy la función para la que fue fundada?

Fundamentalmente, ya no. Es un mecanismo neocolonial. EE.UU., la UE y los países occidentales se han convertido en el gran polo de poder. Este nuevo discurso internacional asume y promueve agendas sociales e ideológicas muy controvertidas, que incluyen el aborto o la cuestión LGBT. Los expertos de la ONU están reformulando todos los derechos para convertir la autonomía sexual en la norma más alta.

 

¿Tienen una agenda para cambiar la sociedad?

Sin duda, además muy bien organizada. Las agencias de las Naciones Unidas han crecido en poder y en financiación. Esto va creando un sistema, con políticas generalmente progresistas, que espera su oportunidad para introducirse en un Estado. No lo digo yo, los mismos oficiales de la ONU hablan abiertamente de buscar todos los puntos de entrada en cada país para implementar sus políticas.

 

¿Cómo funciona esta maquinaria?

Pongamos un ejemplo. Le dicen a un experto en derechos del niño que quieren resaltar la cuestión de género y le dan un millón de dólares. Él paga a unos investigadores para que realicen un informe en el que también deberán incluir cuestiones de género. Y aunque este texto no es vinculante y no tiene autoridad, UNICEF lo citará en sus programas. A su vez UNICEF recibirá de los mismos países que han pagado al experto fondos para un programa que promueva estos derechos, pero incluyendo las teorías de género, que se implementará en países en vías de desarrollo. Así van imponiendo estas políticas.

 

 

¿Es la ONU un gran lobby?

Las agencias de Naciones Unidas tienen divisiones enteras dedicadas a la labor de presión. La actividad de ONU Mujeres no se dedica a llevar asistencia a mujeres en países en vías de desarrollo. Se dedica exclusivamente a promover el feminismo occidental.

 

¿Hay también lobbies externos?

Claro. Existen fundaciones de creación más reciente como las de Bill Gates o George Soros, pero también otras históricas como Rockefeller, MacArthur o Ford, que llevan tiempo promoviendo sus políticas a través de la ONU. Por ejemplo, en los años 60 estas fundaciones hicieron una presión muy fuerte al Vaticano para el control de la población. Sabían que para poder promoverlo de manera eficaz necesitaban el apoyo de la Santa Sede, voz única en cuestiones morales. Querían que Pablo VI les secundara, pero no lo hizo. La Humanae Vitae fue también una respuesta a este lobby internacional fortísimo.

 

¿Cómo trabajan estos grupos?

Son fundaciones que empezaron gracias a un multimillonario que tenía la pretensión de resolver los problemas del mundo. Estos tienen relaciones tanto con países como con las agencias de las Naciones Unidas a las que dan mucho dinero, a la vez que les hacen ver las políticas que a ellos les interesa implementar. Tienen una estructura corporativa y generalmente sus dirigentes son también millonarios que tienen mucho dinero invertido en diferentes compañías. Al final estas organizaciones filantrópicas promueven muchas veces los intereses económicos de sus directivos.

 

¿Hay resistencia en la ONU?

Cada vez menos. Hace unos años los diplomáticos tenían más autoridad para negociar. Ahora reciben de sus países instrucciones de los ministros de Salud o de Igualdad, que a su vez han sido financiados por estas agencias de la ONU, y que también por su parte han recibido dinero de terceros países para imponer esta agenda. Así se crea este sistema colonial entre los países poderosos y los más pobres.

 

¿Qué puede hacer un cristiano ante los lobbies internacionales que intentan imponer una agenda ideológica en el mundo?

La respuesta no será política. Cual­quier esperanza que he puesto en soluciones políticas me ha defraudado. El testimonio de los cristianos y el anuncio del Evangelio serán la respuesta a la agenda de género. Puede que incluso en algún lugar haya sangre, y así tendremos el privilegio de poder testimoniar la fe hasta el martirio. Mostrar la fe es lo que puede de verdad influir y cambiar las culturas desde su interior. Se puede tratar de cambiar la cultura por medio de la política, pero al final es la vida sacramental de la Iglesia la que transforma a los hombres y a las sociedades.

 

 

¿Qué hacéis desde C-Fam para cambiar esto?

Principalmente, informar al mundo sobre los debates que se están dando en Naciones Unidas, porque la mayoría no conoce la influencia que tienen los organismos internacionales en sus propios países, donde se implementan pactos internacionales que los ciudadanos ni han discutido ni han votado.

 

¿Puede dar un ejemplo?

En 1995 ningún país tenía leyes de género, ni siquiera los partidos tenían posiciones políticas. Ahora es una cuestión central. ¿Cómo ha ocurrido esto? Aquel año se produjo el pacto internacional de Beijing y se ratificó la agenda de género. A nivel normativo se mantuvo una ambigüedad, pero logró que se invirtiera mucho dinero y ayuda política en organizaciones que promovían esta ideología. Hoy esta ideología está presente en todo el mundo.

 

¿Hacen ustedes además una labor de influencia?

Hacemos investigaciones y actividad de lobby. Tenemos relación con más de 50 delegaciones en la ONU y tratamos de obstaculizar esta agenda. Parece casi inevitable que ganen, pero tenemos que confiar en la providencia. Pienso en san Juan Pablo II y en la conferencia de El Cairo en 1994. Se daba por hecho que se iba a declarar el aborto como un derecho internacional, pero su intervención provocó que se creara una coalición de países latinoamericanos, árabes y africanos que obstaculizó esta declaración.

 

¿Qué papel tiene hoy la Santa Sede en la ONU?

La Santa Sede es muchas veces la única voz amiga de la vida y de la familia en la ONU. Es muy triste. Hay un sesgo anticristiano en la ONU. Se han ensañado con la Santa Sede por su enseñanza sobre el matrimonio y la familia, y por hablar sobre la complementariedad de los sexos. Hace unos años Noruega lideró una campaña para expulsarla de la ONU, y yo he visto a los representantes de la UE tratar a esta delegación con desprecio y exigir que no hablasen sobre la mujer…

 

¿Mantiene la esperanza?

Cada generación tiene que dar testimonio. Ojalá que en la nuestra también surja este testimonio que ayude a los países a obstaculizar estas políticas antihumanas. ¿Qué hubiera pasado si Juan Pablo II no se hubiera enfrentado a las feministas en 1994? Pues lo mismo hoy, debemos enfrentarnos con valentía a la agenda transhumanista. Ahora más que nunca hay que confrontarse directamente con ellos, porque van muy en serio.

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