"Cuando vi a Alisa en uniforme militar con su bebé en brazos, la reconocí inmediatamente como un icono vivo de esperanza para los ucranianos", dice el hermano Jaroslaw Krawiec, fraile dominico y prior de su monasterio en Kiev, quien se encuentra por estos días recorriendo universidades y parroquias de la Suiza francófona, llevando una exposición itinerante de fotografías con los rostros de una guerra tan cercana y a su vez, lejana.

 

El dominico abre su intervención evocando el retrato de Alisa que ilustra el cartel de su conferencia. En el momento del ataque ruso, el 24 de febrero de 2022, la joven estaba aún embarazada. Como muchas otras, huyó de Kiev, bombardeada por los rusos. La guerra se le vino encima, pero decidió quedarse en Ucrania y ofrecer sus servicios como asistente médica a los soldados heridos. En su vida anterior era conservadora de museos.

 

El alma de la resistencia del pueblo ucraniano

 

Alisa Szramko y su bebé. Conservadora de profesión, es una de las voluntarias médicas en primera línea

 

A través de los muchos rostros que conoció durante sus viajes por un país en guerra, el Hermano Jaroslaw quiere mostrar el alma de la resistencia del pueblo ucraniano: su fe en Dios que les mantiene viva la esperanza.

 

Recogiendo varios testimonios de sus Cartas desde Kiev publicadas por cath.ch, el dominico guía a sus oyentes por el "vía crucis" de una guerra tan cruel como inesperada. "Unos meses antes de la guerra, el hijo de un amigo me regaló un tanque ruso T60 en miniatura. Lo puse sobre un mapa de Ucrania para hacer una foto, que le envié. Nunca imaginé ni por un segundo que esa imagen sería casi 'profética'".

 

"Doy gracias a Dios por ser viejo"

 

 

Entre los rostros que conoció destaca el de un anciano quien le decía… "por primera vez en mi vida, doy gracias a Dios por ser viejo. Cuando los soldados rusos entraron en mi casa, me dijeron: 'Eres viejo, no sirves para nada, puedes vivir'. Mi vejez me salvó la vida".

 

Para el Hermano Jaroslaw, uno de los motivos de esperanza es la convicción de que Dios está con nosotros, en los momentos de prueba, en los refugios, en las trincheras. "Dios no ha abandonado a Ucrania", insiste el hermano Jaroslaw. "En los refugios, los artistas pintan el famoso icono de la Virgen de Kiev. En sus gargantas la antigua oración mariana sub tuum praesidium adquiere un significado inmediato y concreto."

 

La guerra en el corazón

 

La guerra en Ucrania plantea la cuestión del mal de forma aún más evidente

 

Para este fraile dominico polaco, el objetivo de la guerra va más allá de la victoria militar o política. Se trata de restaurar la humanidad. En un cementerio cubierto por un bosque de banderas, ve a un hombre rezando el rosario al pie de una tumba: "¿Era su hijo?", le pregunta. El hombre responde: "No, pero lo mataron a mi lado en la trinchera. Y ahora la guerra está aquí", dice, señalándose el corazón.

 

"Un día u otro, habrá que plantearse la cuestión del perdón. Antes de la guerra, había muchos vínculos entre ucranianos y rusos", señala el hermano Jaroslaw.

 

"¿Qué nos está pasando?"

 

 

"Enterrada bajo las mentiras, las fake news y la propaganda, la verdad es también una de las víctimas de la guerra", advierte el fraile. Cuestión medular pues para los dominicos, la resistencia es al mismo tiempo un asunto espiritual e intelectual.

 

"Antes de la guerra -explica-, nuestro Instituto Saint-Thomas-d'Aquin ofrecía un curso de formación teológica de dos años para laicos. Se reunían católicos, greco-católicos, ortodoxos, protestantes y personas en busca de la verdad. Pensábamos que con el conflicto no habría más candidatos. Ocurrió lo contrario. Más gente quería encontrar respuesta a la interrogante: ¿Qué nos está pasando?"

 

Las alas de los ángeles

 

Katya, una cooperante de la Casa San Martín de Porres, se convierte en ángel el tiempo suficiente para posar delante de estas alas al borde del acantilado que domina el pueblo de Myhija

 

El último rostro mostrado por el Hermano Jaroslaw es el de Katya, una voluntaria que se ha puesto sus alas de ángel.

 

"Estoy convencido de que Katya y los voluntarios de nuestras misiones humanitarias han recibido muchas alas de ángel. Y aunque caminan con paso firme sobre la tierra, y a menudo les duele la espalda de cargar cajas y viajar durante muchas horas, tienen alas, tejidas de compasión y amor por los demás. Estoy feliz de poder participar en esta cadena de humanidad", concluye.

 

 

Fuente: cath.ch

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