El P. Enrique Montes es un misionero del Instituto del Verbo Encarnado. Nació en Argentina y lleva dieciséis años misionando en distintos países de Medio Oriente: en Tierra Santa, Jordania, Egipto y, finalmente, desde el 2 de noviembre de 2015, en Bagdad (Irak).
Padre Enrique era consciente de los riesgos de esta misión y las complejas situaciones que enfrentaría en la capital de Irak. Hasta allí habían llegado, en agosto del año 2014, después de una precipitada huida, escapando del Estado Islámico, unas 120 familias cristianas procedentes de la Llanura de Nínive. Llegaron con lo puesto, pero firmes en la fe. Eran el rebaño del sacerdote misionero…
Cuenta el sacerdote que cada familia tenía asignado un “contenedor” como residencia familiar: “El contenedor tiene, por un lado, la cocina y, por otro lado, las habitaciones. Las habitaciones se transforman en comedor, y luego se vuelven a transformar en habitaciones para que los habitantes del contenedor puedan dormir”, puntualiza.
Rezar, ofrecer penitencia, ayudar
A lo largo de estos tres años acompañando a los refugiados, el sacerdote cuenta que más de veinte familias han abandonado el país. Del resto, casi el 80% son de Qaraqosh. El 20% restante fundamentalmente de Mosul y un pequeño número de otras poblaciones. “Las familias de Mosul no quieren regresar a Mosul. Varias de las familias de Qaraqosh… han regresado en estos días, porque ya está totalmente liberada toda esa zona. Sin embargo, no es fácil, porque lo primero que quiere el Patriarca caldeo católico, Mons. Luis Rafael I, es que se asegure la paz y la convivencia entre las distintas religiones que viven en el país, o sea, entre musulmanes y cristianos, pero también entre los musulmanes chiitas y los sunitas. A mí me parece que, en este momento, no es tan viable que la gente que está en Bagdad regrese a Qaraqosh. Ellos están deseosos de volver. Quieren volver. Y nosotros queremos que ellos vuelvan. Es su casa. No es digno que vivan en Bagdad en un contenedor. No es saludable para la misma familia. Muchos de ellos aún no tienen trabajo. Es una vida dura la que están llevando en Bagdad… Tenemos que seguir rezando, seguir ofreciendo nuestras pequeñas penitencias y ayudándolos, ya sea dando a conocer esta situación, ya sea ayudando en el sentido económico”.
El P. Enrique visita cada sábado el campamento Virgen María para visitar a los refugiados, ofreciéndoles confesarlos, ayuda espiritual y material. La Eucaristía es celebrada por los sacerdotes de rito sirio-católico también refugiados en el lugar.
Impresiona, dice el sacerdote argentino, la alegría de estos cristianos que lo han perdido todo por Cristo, y por Él llevan tres años viviendo en contenedores indignos de llamarse viviendas: “Algo característico en estas personas es su alegría. Hablar de alegría después de haberlo abandonado todo por Cristo, implica la vida de la gracia. Uno puede reírse, uno puede manifestar una cierta alegría. Pero al no tener a Cristo la alegría es imposible, porque la alegría es fruto de la gracia, y estas personas no solamente ríen, estas personas son alegres, lo cual nos hace pensar que viven la vida de la gracia. Aparte, que haber perdido todo y permanecer con esas sonrisas y con esa alegría, implica que Dios los está bendiciendo y los está fortaleciendo. El deseo de volver a sus hogares incrementa esa alegría, sin embargo es un incremento accidental, porque la alegría y la paz proceden de Cristo que habita en los corazones de ellos”.
El triunfo de la fe
El Padre Enrique Montes cree que el mal tiene un límite y lo explica: “La oración de los mártires en el cielo, ante Dios, la intercesión continua de los mártires a Dios, es el medio que Dios elige para ponerle fin al mal. Cuando uno recibe una noticia como esta se puede entristecer, pero nunca tiene que desear la muerte o la condenación de los miembros de Estado Islámico, uno tiene que unirse a la oración que están haciendo los mártires en el cielo… Así como Dios le pone un límite al mal, así bendice a distintas personas con la conversión (…) Nuestras oraciones en Occidente… se unen a las oraciones de los mártires, se unen a las oraciones de los cristianos perseguidos, se unen a la sangre de los mártires, y producen nuevos cristianos”.
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