Jack (*) tiene 43 años, sus padres eran creyentes y es el tercero de siete hermanos. Todos, dice, coincidieron en complicar sus vidas de muchas formas, pero en particular por las adicciones.
Sus primeros 12 años de vida transcurrieron en el campo, los 6 siguientes serían en Cracovia (Polonia). Recuerda que, durante la infancia, participaba feliz de los campamentos para niños y jóvenes que organizaba la parroquia. Su madre "que era una persona muy religiosa" -destaca- iba transmitiendo a los hijos contenidos esenciales de la fe en la vida cotidiana: bendiciendo la mesa, enseñándoles las primeras oraciones, acompañándolos a rezar por las noches, llevándolos a misa y con el propio testimonio de su devoción.
Aún recuerda Jack cuando en uno de esos felices momentos de campamento soñó con Jesús. "Él me invitó a seguirlo y lo interpreté como un llamado al sacerdocio. Pero yo no seguí a Jesús. Pronto apareció mi primer ‘amor’ y también la lujuria, que se convirtió en una adicción que me atormentó por años", rememora.
"Ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición" (Mt. 7,13)
Imagen ilustrativa gentileza de Zane Bolen - Unsplash
Como hicieran otros jóvenes de su generación Jack emigró a los Estados Unidos, donde la adaptación a esa nueva cultura, la distancia con su novia que permanecía en Polonia -siendo gravitante para que ella terminase la relación- y las licencias que Jack se daba con el alcohol y las drogas, fueron ajando su alma y relegando el vínculo con Dios.
Aunque tuvo algunos destellos en los que anheló regresar a la fe, transcurrieron 20 años alejado de Dios; sin ir a la Iglesia y a la par tomando decisiones imprudentes, que lo llevaron a casarse de improviso por estar ella embarazada de la que es hoy su hija mayor. Pronto se divorciaría y también un tribunal eclesiástico decretaría la nulidad de aquel vínculo. Pero Jack no aprendía y luego dejó embarazada a otra joven, naciendo así su primer hijo varón.
Tras ese nuevo desaguisado y ya pasada la tercera década de vida, consolidó un vínculo con quien es hoy su esposa. Tienen dos hijos a los cuales se unen los fines de semana los otros dos -hija e hijo de Jack-, para formar familia.
Las cadenas del adicto
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas, pues Jack seguía siendo un alcohólico cuando se casó, aunque la mayoría de sus familiares y amigos lo ignoraban. "Sabía cómo beber en secreto y engañar a todos quienes me rodeaban. Después de un tiempo, el alcohólico es experto en ocultar su adicción y mentir. Así es como nuestras vidas continuaron, sin sentido ni propósito", admite Jack.
Cuenta también que su esposa, siendo hija de un padre alcohólico, lo presionaba para que dejase de emborracharse, pero él no atendía sus ruegos y él seguía consumiendo en casa. Además, los negocios que dirigía eran exitosos y disponía de recursos para sus vicios, que eran prioridad para él. "No me interesaba la familia en el sentido más profundo de la palabra, sino sólo superficialmente y por necesidad. Mi esposa estuvo a mi lado y no pudo cambiar nada; Ni siquiera sabía cómo orar por mí, porque nadie le había enseñado cómo hacerlo. Fueron años de vacío espiritual".
En cierto momento algunos conocidos y familiares se enteraron de la verdad manifestándole su disgusto. En reacción Jack se aislaba para beber y discutía con su esposa exigiendo le dejara sólo, sin presiones, para emborracharse. Ella, aunque aún sentía amor por él, estaba cansada y deslizó la posibilidad del divorcio. Por esos mismos días ella tuvo que viajar de urgencia a Polonia para ayudar a su padre alcohólico que se encontraba casi en la total indigencia. Durante la ausencia de su mujer Jack forzó aún más los daños de infidelidad a los votos matrimoniales, enfrascándose en una aventura sexual con otra mujer.
Al regresar la esposa desde Polonia, supo de la infidelidad y estando por concretarse la separación, Jack, en un momento de conciencia y palpando sus límites para salir del fango espiritual en que habitaba, estando a solas, oró y suplicó el auxilio del Espíritu Santo. Desde ese día comenzó a rezar todos los días y buscó ayuda. Transitó por un proceso de meses donde hubo muchas recaídas, pero no cejó en su empeño. "Satanás luchó conmigo y por mí lo mejor que pudo. Al final, decidí dar el paso de utilizar una medicina que provoca aversión al alcohol. Sentí como si me hubiera caído una piedra del corazón. No tuve que pelear más. En ese momento, le supliqué a Dios que gobernara Él. Y me escuchó".
El triunfo del amor de Dios
Después de 10 meses "de oración caótica pero sistemática al Espíritu Santo", señala Jack, acudieron con su esposa -que estaba embarazada en ese momento-, a un retiro para matrimonios. Aunque él ya no bebía aún fumaba cigarrillos y marihuana. Sabiendo que no podía acudir al retiro en ese estado prometió a Dios abstenerse y confesarse. "Durante la vigilia nocturna me di cuenta de lo patético que había sido como padre. Dios abrió mi corazón y mis ojos para ver mi propia miseria. También me permitió sentir físicamente la inmensidad de su amor paternal. Durante una hora se derramaron lágrimas de purificación, me mojé con ellas y mi corazón se llenó de gran amor y anhelo por Dios. Mi confesión duró más de dos horas y las lágrimas brotaban de mis ojos".
Fue un paso más hacia la sanación y desde entonces comenzó a dedicar horas diarias para orar, ir a misa y pasar tiempo en Adoración Eucarística. De forma espontánea nació la devoción por Nuestra Señora de Czestochowa y a su amparo se mantuvo firme en su abstinencia de alcohol, marihuana y hace meses también de los cigarrillos.
"Al principio, tuve muchas tentaciones y dudas. Satanás trató de hacerme creer que Dios no se acerca a los pecadores como yo y que vivía un engaño. Tres veces tuve una experiencia física del Maligno que me atormentó en los primeros meses de mi conversión. Eso se detuvo desde el momento en que comencé a invitar a Jesús a mi corazón todas las noches antes de irme a dormir. Dios también me ha librado de los pecados de impureza, y aunque soy tentado, no sucumbo a ellos. Soy un hijo de Dios 'reciclado', arrebatado de las fauces de la bestia rugiente. (…) Mucho ha cambiado en nuestro matrimonio en estos dos años, todo va en la dirección de la bondad y el amor. Poco a poco Jesús nos sana de las muchas heridas del pasado. Con su ayuda y bendición, aprendemos a amar de nuevo y a vivir en armonía y paz. Todavía tenemos momentos de debilidad, pero al mismo tiempo crecemos en el amor mutuo".
(*): "Jack" ofrece testimonio bajo anonimato de su apellido y referencias del lugar donde vive con su familia en Estados Unidos.
Fuente: Trwajcie w miłości