Por siglos y para indicar quien es su dueño, se ha mantenido la práctica de marcar con un hierro incandescente a los animales. Así también se hizo con seres humanos sometidos a la ignominia de la esclavitud. Y hoy no son escasos quienes de forma voluntaria queman sus cuerpos para marcarlos con diversos símbolos en un procedimiento bautizado como "branding" (marca).

 

Pero la experiencia del joven ingeniero libanés Raymond Nader fue la de un "branding" de origen sobrenatural, según el mismo testimonia. Este cristiano maronita, hoy padre de tres hijos, cuenta que después de haber obtenido el título de Ingeniero electromecánico viajó desde Líbano a Reino Unido para especializarse en física nuclear.

 

Fue por entonces que sus interrogantes existenciales sobre la existencia de Dios y el sentido de la vida comenzaron a ser cada vez más gravitantes en las horas de cada día. Ese estado de necesidad espiritual fue tan poderoso que -fruto de una intuición íntima-, en el invierno de 1994, regresó a Líbano y se trasladó al monasterio de San Marón Annaya, situado a 1.350 metros de altitud, que contiene la ermita donde San Charbel pasó más de 20 años hablando con Dios.

 

Dios está aquí

 

 

Al anochecer, mientras rezaba y leía las Escrituras a la luz de las velas, Raymond cuenta que de repente sintió un viento fuerte y muy cálido que empezó a soplar…

 

"A pesar del fuerte viento las llamas de las velas no se apagaban ni se movían. Intenté encontrar una explicación científica, pero pensé que debía estar soñando o alucinando. De pronto perdí mis cinco sentidos. Ya no había ni más calor, ni viento ni llamas. Me encontraba en un mundo distinto, un mundo bañado en luz. No la luz normal que todos conocemos, no blanca, sino transparente como agua cristalina. La luz no venía de una dirección específica, sino de todas partes. Era mil millones de veces más brillante que la luz del Sol… En esa luz sentí una presencia, no la podía ver, pero era consciente de ella. «No, no estás soñando, estás más despierto que nunca», escuché. La voz que me hablaba parecía no venir de ningún sitio y de todas partes a la vez. La pude oír en todos los rincones de mí mismo, aunque no con mis oídos físicos. Se expresaba no con palabras, no con sonidos.

La presencia se mostraba como un 'sentimiento' de profunda paz, alegría y amor. En cierto momento sentí que esta experiencia había llegado a su fin. Yo quería que esta alegría y paz duraran para siempre, y que, si la presencia ya no estaba, deseaba que al menos me llevara consigo; pero Él me dio a entender que Él está siempre aquí".

 

El signo de San Charbel

 

 

Gradualmente Nader recuperó la conciencia que le era habitual y entonces observó que las velas se habían consumido totalmente. "Mi reloj indicaba que habían transcurrido cuatro horas en un abrir y cerrar de ojos. Me marché de la ermita y, dirigiéndome a mi coche, al pasar delante de la estatua de San Charbel sentí calor en el brazo. Pensé que sería una picadura de insecto. Pero el calor era cada vez más intenso. Me quité el jersey y con la luz del coche pude ver cinco huellas dactilares en mi brazo, mostrando cada detalle de un dedo humano, incluyendo los pliegues y las uñas. Estaban muy calientes, pero no me dolían en absoluto, sólo me picaban. Durante cinco días rezumó sangre y agua".

 

A partir de ese momento Raymond Nader, dice que nunca ha dejado de sentir una presencia junto a él, la de San Charbel, tal como había deseado. El Santo le dejó una marca indeleble en su brazo: sus cinco dedos, como una quemadura, un signo que le da certeza de ser amado por Dios y que después de 30 años aún "aparece y después de 5 días desaparece. Y esto ha sucedido 55 veces hasta ahora", finaliza.

 

Certeza espiritual

 


"Acuérdate, hombre, de que tu cuerpo es polvo, y al polvo vuelve, y recuerda, hombre, que tu alma es de Dios y a Dios, su Creador, vuelve a comparecer ante Él, para que el tiempo de ayuno sea un tiempo de examen de conciencia, de arrepentimiento y de retorno con ferviente oración a la profundidad del amor divino en el corazón de Dios, para que merezcamos la vida eterna en Su Reino" (texto publicado por Raymond en su página personal de Facebook)

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