Exadepta de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional: "Creo firmemente que Dios me sacó de la secta"
"Pertenecí a la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, liderada por María Luisa Piraquive, y aunque llevo varios años lejos de la influencia de esa doctrina coercitiva, sigo lidiando con las secuelas psicológicas de haber pertenecido a esta secta. Ésta es mi historia". Con estas palabras claras y directas, una joven colombiana (a la que llamaremos Sofía) comparte con Portaluz su testimonio personal.
Una secta muy influyente en Colombia
Antes de conocer la experiencia de Sofía, es preciso que veamos los datos básicos sobre la secta de la que formó parte: la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional (IDMJI). Fue fundada en Colombia en 1972 por el matrimonio Luis Eduardo Moreno y María Luisa Piraquive, que procedían de grupos evangélicos y que dijeron ser destinatarios de profecías divinas exclusivas. Ella afirma que cuando tenía 7 años Dios le dijo: "Ayúdame a escoger las almas para el reino".
La secta destaca por su énfasis en las profecías, los milagros y las curaciones, llevando al extremo el acento propio del cristianismo pentecostal. Asegura tener más de un millar de sedes en 60 países. En Colombia ha protagonizado polémicas, entre otras cosas, por lavado de activos y prácticas discriminatorias. Tras la muerte de Moreno en 1996, Piraquive asumió el liderazgo de la secta y, entre otras innovaciones, creó un partido político, el Movimiento Independiente de Renovación Absoluta (MIRA), con el que ha llegado a tener senadores.
Así fue captada
Vayamos ahora a conocer el testimonio de Sofía. "Entré a la IDMJI cuando tenía 27 años. En ese momento, estaba vulnerable porque había terminado con mi novio y no tenía un proyecto de vida claro. En la universidad donde cursaba mis estudios de posgrado, conocí a un hombre. Nos hicimos amigos. De él me atraían su inteligencia y su forma de ser: siempre se mostraba feliz y positivo", relata.
"Un día, él me contó que su felicidad provenía de asistir a una iglesia donde Dios hablaba. Como él era una persona sobresaliente académicamente y me gustaba, le presté atención. Me invitó a la IDMJI y, por curiosidad, acepté".
Ella acudió a la sede de la secta. "A primera vista, me pareció una bodega normal y una predicación común y corriente: no había orquesta, ni luces especiales. Sólo que, al final, anunciaron que Dios iba a hablar por medio de la profecía a los asistentes. Me senté donde me indicaron y una mujer se aproximó, puso sus manos sobre mi cabeza y me habló al oído. Me dijo cosas que me hicieron sentir especial y terminó con una promesa: tendría un esposo, una familia perfecta y feliz, y un trabajo destacado".
El señuelo: promesas de bendiciones y felicidad
¿Cómo reaccionó? "Salí confundida, pero volví". Y ella misma explica la razón de su regreso: "Me intrigaban las profecías, y cada vez que asistía, escuchaba lo mismo: promesas de bendiciones y felicidad. Empecé a poner más atención a las predicaciones porque nos decían que para recibir esas promesas debíamos esforzarnos y ser agradables a Dios", recuerda.
Esto conectó a la perfección con su situación vital. "Yo lo vi como una ruta de escape rápida a mi realidad. En ese momento vivía sola y no tenía un trabajo estable, quería tener una relación sentimental, formar una familia y tener hijos". Sin embargo, la situación no era tan fácil, ya que "ni siquiera tenía pareja y en los exámenes médicos se me advertía de problemas hormonales, que dificultaban mi probabilidad de quedar embarazada".
Un avance en el adoctrinamiento
Así, Sofía se convirtió en una adepta que se sumergió de lleno en el proceso de adoctrinamiento de la secta, tal como cuenta. "Yo siempre fui una muy buena alumna, muy disciplinada, y me resultó fácil estudiar y aprender la doctrina de la IDMJI, requisito que ponían como fundamental para alcanzar las 'promesas de Dios'. Así que de pronto, toda mi vida giraba en torno a ese lugar".
¿Qué supuso eso, en la práctica, para su vida diaria? Éste es el sumario que presenta para Portaluz, mostrando el cambio radical que tuvo lugar en su vida: "Entregaba el diezmo de todos mis ingresos. Veía todos los videos de la señora María Luisa Piraquive, tanto en la iglesia como por internet. Me uní al movimiento político MIRA. Cambié mi forma de vestir por faldas largas. Asistía a todos los cultos. Me alejé de mis pocas amistades. Dejé de comer alimentos preparados con sangre. Leía la Biblia según la versión que ellos consideraban válida... entre muchas otras cosas".
"Yo no era feliz"
"Lo más grave es que me volví dependiente de la profecía", explica Sofía. "Mi estado de ánimo fluctuaba según lo que me dijeran al oído como mensaje de Dios. En muchas ocasiones me ponía muy nerviosa porque en profecía me decían que el enemigo me quería atacar a mí o a mis padres, y para que eso no ocurriera yo debía esforzarme en orar y aprender más de la doctrina, para ser perfecta ante los ojos de Dios".
"Atribuía todo lo positivo en mi vida a mi asistencia a la iglesia y lo testificaba con micrófono en mano al finalizar las enseñanzas. Nos inculcaban que debíamos sentirnos afortunados porque Dios nos había elegido y que la IDMJI era la iglesia verdadera. Si me ocurría algo malo, se le atribuía al enemigo y su deseo de devolverme al mundo y robarme todas las bendiciones que estaban preparadas para mí", recuerda.
Pero en su interior estaba sucediendo algo importante. "El problema más grande que tenía es que yo no era feliz". Y lo detalla: "en las noches, después de asistir a la secta, lloraba en mi habitación durante horas, me sentía muy sola. Al otro día ocultaba mis ojos hinchados y no le decía a nadie lo que estaba viviendo. Principalmente porque en la doctrina se nos repetía una y otra vez que no debíamos contar nuestros problemas a los hombres, sino dejarlos sólo a Dios".
Enfrentada con su familia
Sofía destaca lo importante que era "cuidar el testimonio", según el lenguaje de la secta. "Esto consistía en mantener una conducta irreprochable, no hacer o decir cosas para que los demás vieran que éramos débiles en la fe. O que les hicieran dudar de que la IDMJI era un lugar donde la gente no experimentara felicidad. En resumen, era siempre hablar bien de la iglesia y testificar que allí Dios se manifestaba con milagros".
Además, "la relación con mi familia se deterioró. Dejé de asistir a celebraciones familiares porque era necesario asistir a la secta, especialmente los fines de semana. Empecé a ver a mi mamá como 'piedra de tropiezo', es decir, alguien que iba a ser un obstáculo en mi vida espiritual. Yo le reprochaba su religión porque nos enseñaban que las personas católicas eran idólatras".
Una líder idolatrada por sus seguidores
Tiempo después, esta joven colombiana lo tiene claro: "he de admitir que esa acusación a mi mamá era muy hipócrita de mi parte". Y se refiere a la consideración de la líder entre los adeptos de la secta. "Cuando empecé en la IDMJI me generaba malestar el énfasis que se ponía en la figura de la señora María Luisa Piraquive. Había imágenes de ella en las bodegas y, en las predicaciones y testimonios, se relataban historias de que ella era la elegida por Dios y se le comparaba con Jesucristo".
Este ambiente la contagió. "Con los días empecé a idolatrar su liderazgo tan carismático. Ella era vista como un instrumento capaz de impartir bendiciones, ya que era poseedora de la voluntad de Dios. Yo viajaba a diferentes lugares donde se iba a presentar en los estudios bíblicos en vivo, para recibir bendiciones, pues al final de estos eventos la Sra. Piraquive daba una profecía colectiva y la gente testificaba acerca de milagros en sus vidas", relata.
"Aprendí de manera automática a anular mi capacidad analítica, aun cuando observaba cosas de la IDMJI que me inquietaban mucho".
Entre otros ejemplos, menciona que ella misma fue llamada "para hacerles las tareas del colegio a los hijos de un predicador", o que otros adeptos "me decían que les habían dado la orden de casarse con personas a las que no amaban, diciéndoles que no se preocuparan, porque Dios iba a poner el amor en su corazón".
Actualmente, no tiene reparo en reconocer lo que supuso de alienación para ella la pertenencia a la secta: "yo misma apagaba mi voz crítica y con más ahínco iba a la alabanza a aplaudir durante horas a diferentes lugares donde funcionara la IDMJI". Ése era su plan de vida, sin plantearse otra cosa. "Sencillamente en ese momento no pensaba en nada y sólo esperaba que pasara alguien a hablarme al oído en profecía", afirma.
El salto a la política
Como les sucede a muchos adeptos de la IDMJI, a ella también le tocó sumarse a la iniciativa política de María Luisa Piraquive. "Para agradar más a Dios, me uní al movimiento político que promocionaban en la secta y del cual los predicadores eran los lideres: el MIRA. Salía a las calles a repartir volantes, y buscaba votantes entre mis familiares y conocidos. Nos pedían que lleváramos los datos detallados de mínimo cinco personas dispuestas a votar por MIRA". Es decir: al proselitismo sectario se sumaba el activismo político.
Esto llegaba a su punto culminante en las jornadas electorales en Colombia, cuando Sofía recuerda que "nos repartían por zonas", ya que "debíamos ser testigos electorales durante el día y, una vez cerradas las votaciones, debíamos ir a una bodega a transcribir las actas de votación, a veces pasando la noche sin dormir". Como puede verse, afiliados y comprometidos en una causa política concreta por una supuesta voluntad de Dios manifestada a través de la líder.
Entonces... llegó el colapso
Pero esa luna de miel con la IDMJI no duró mucho para ella. "Aislada de mi familia, sin amigos y con conflictos laborales, mi ansiedad y paranoia aumentaban. Creía que la gente 'del mundo' (todos los que no asistían a la secta) me quería hacer daño y que me hacían brujería. Pensaba que con oraciones y la imposición de manos bastaría para liberarme de mis problemas anímicos y físicos. Tenía fe en que las profecías de la señora Piraquive iban a ser suficientes y que Dios haría la obra de sanación en mí".
Un día Sofía acudió a una sede de la IDMJI que estaba lejos de su casa. Lo que sucedió entonces supuso un antes y un después en su historia. Así lo relata ahora: "para mi sorpresa, María Luisa Piraquive estaba en el lugar y me dio la mano. Creí que ese gesto cambiaría mi vida. Por el contrario, a los pocos días tuve una crisis de ansiedad severa. Ya sin trabajo y aislada de mi familia, pasé tres días sin dormir, sólo orando y escuchando los coros de la Sra. Piraquive. Al cuarto día, colapsé y fui hospitalizada por un episodio psicótico".
El consejo médico: apartarse de la secta
La protagonista cuenta con todo detalle lo que sucedió después. "Con medicamento logré dormir por varios días. Cuando desperté estaba muy avergonzada por la manera en cómo había tratado a mi familia durante esa crisis nerviosa. A pesar de todo, ellos fueron los únicos que estuvieron conmigo, cuidándome día y noche en el hospital". Desde el establecimiento sanitario la remitieron a la consulta de Psiquiatría.
"Cuando el doctor me vio, me explicó que lo mejor era apartarme de los factores que habían detonado ese episodio psicótico. Principalmente me recomendó no volver a la IDMJI y comenzar terapia. Me resistí, pero mi depresión, ansiedad y paranoia me sobrepasaban", recuerda.
Por si acaso, buscó una segunda opinión de un facultativo, ya que en el fondo seguía arrastrando su dependencia del grupo sectario. Allí le dieron "el mismo consejo médico". "Además, el solo hecho de ir a congregarme empeoraba mi ansiedad. Mi familia estaba cada vez más preocupada. Por eso, ante el riesgo de otro colapso, decidí alejarme de la IDMJI". Aunque, como reconoce ahora, "no fue una decisión sencilla de tomar", dado el grado de sujeción que aún tenía.
El regreso a casa y a la fe
"Dejé de vivir sola y regresé a casa de mi mamá, quien me tuvo mucha paciencia. Yo sentía terror de abandonar la secta, pensaba que Dios me castigaría y que también les iban a pasar cosas malas a mis familiares, porque en profecía me decían que Dios sólo los bendecía por amor a mí, porque yo iba a su iglesia", explica, subrayando así el uso del miedo por parte de la IDMJI en su estrategia de manipulación y adoctrinamiento.
Las cosas, sin embargo, fueron bien, providencialmente. "Contra todas mis creencias y temores, a los pocos meses conseguí un buen trabajo y empecé a reconstruir mi vida. Aunque mi familia no es perfecta, ha sido un pilar de amor y apoyo. Después de salir de la iglesia y prestar más atención a mi salud física y mental, empecé una relación sentimental y pude quedar embarazada", afirma con alegría.
Hoy, su fuerte convicción de fe la lleva a decir: "Creo firmemente que Dios me sacó de la secta de IDMJI".
Y añade: "ahora estoy en un ambiente sin presiones de bendiciones o maldiciones. Pero sigo lidiando con la ansiedad y la paranoia, continúo en terapia y, en ocasiones, necesito medicación para proteger mi salud mental".
Y así concluye el testimonio que comparte con los lectores de Portaluz: "en definitiva, sanar mi relación con Dios no ha sido un proceso fácil y perdonarme por permitir que una doctrina tan coercitiva afectara mi vida, hasta al grado de perderme a mí misma, también ha sido un proceso con altas y bajas". Una historia difícil, ciertamente, pero que ofrece razones para la esperanza a quienes abandonan las sectas dañados psicológica y espiritualmente.