Opinión

¿Una iglesia al gusto del mundo?

¿Una iglesia al gusto del mundo?

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En octubre próximo, en Roma, se llevará a cabo la primera sesión del Sínodo de los Obispos, para tratar el tema de la sinodalidad en la Iglesia, es decir, sobre cómo caminamos juntos, puesto que somos un solo cuerpo, un solo Pueblo de Dios, y qué hacer para vivir este misterio, tomándonos todos en cuenta, pues la Iglesia no somos sólo los obispos y el Papa.

Y en este propósito, han surgido varias propuestas de no excluir a personas con tendencias homosexuales, a divorciados vueltos a casar, a sacerdotes que han dejado el ministerio presbiteral, así como considerar la posibilidad de ordenar sacerdotes a mujeres y a hombres casados, haciendo a un lado la ley del celibato sacerdotal.

En el Instrumentum laboris, que ofrece una síntesis mundial de los aportes recibidos, y que servirá de apoyo para las discusiones durante el Sínodo, se dice: “Entre los que piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor encontramos a quienes, por diversas razones, sienten una tensión entre la pertenencia a la Iglesia y sus propias relaciones afectivas, como, por ejemplo: los divorciados vueltos a casar, los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ. Las síntesis muestran cómo este reclamo de una acogida desafía a muchas Iglesias locales: la gente pide que la Iglesia sea un refugio para los heridos y rotos, no una institución para los perfectos”.

Discernir

El hecho de plantear estas inquietudes, ¿significa que nuestra Iglesia quiera ajustarse a las modas del mundo actual, que ya no sea pecado lo que sí es, que traicionemos el proyecto de Jesús? Nada de eso. Es pedir que vivamos el Evangelio de Jesús en las nuevas circunstancias que estamos viviendo. Además, escuchar estas y otras voces no significa que, por mayoría de votos, hagamos la Iglesia al gusto del mundo. Se hace mucha oración al Espíritu Santo para que ilumine a los sinodales; se escucha a todos, pero el discernimiento final corresponde al Papa, quien, después de escuchar, de consultar, de orar, decide lo más pertinente. Tengamos confianza en que el Papa no va a traicionar el Evangelio. El magisterio de la Iglesia no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio. Nuestro criterio de discernimiento no es la moda del mundo, sino lo que Dios dice, aunque sea contrario a las preferencias mundanas.

Jesús es muy claro: “Si el mundo los odia, sepan que antes me odió a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como algo propio, pero ustedes no son del mundo, porque yo los elegí de entre los que son del mundo. Por esto el mundo los odia... Cuando venga el Consolador, a quien yo les enviaré desde mi Padre, el Espíritu de la Verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio” (Jn 15,18-19.26-27). “Yo les he comunicado tu palabra, pero el mundo los odió, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los cuides del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, también yo los envié al mundo, y por ellos me consagro, para que ellos sean consagrados en la verdad” (Jn 17,14-19).

Actuar

Pidamos al Espíritu Santo que ilumine a todos los participantes en esa asamblea sinodal, particularmente al Papa, para que, en fidelidad al Evangelio y a la santa Tradición, seamos la Iglesia que Jesús quiere, para ayudar a la salvación de la humanidad.