¿Qué nos convierte en familia: la biología o la fe?
En cierto sentido, podríamos decir que el cristianismo inventó la religión, ya que antes del cristianismo las comunidades de fe se basaban principalmente en la etnia y la tribu. Jesús definió la familia basada en la fe de manera diferente, diciéndonos que no es el útero del que naciste, sino el útero del que renaciste lo que define a tu familia. Para Jesús, la verdadera familia no se basa en la biología, la etnia o la nacionalidad. Se basa en la fe.
¿Dónde enseña Jesús esto? Está presente en casi todas partes como un motivo subyacente a su enseñanza. Sin embargo, se hace explícito en varias ocasiones en la forma en que define la relación con su propia madre y el lugar y el estatus de esta dentro de la comunidad de fe.
Hay varios casos en el Evangelio en los que Jesús parece distanciarse de su propia madre. Por ejemplo, en un incidente, alguien se le acerca y le dice: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo». Pero Jesús responde: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Luego, señalando a sus discípulos, dijo: «Aquí están mi madre y mis hermanos».
En otro caso, él se dirige a una multitud cuando una mujer exclama: «¡Bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!». Solo para que Jesús responda: «Más bien, benditos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan».
Ese intercambio podría reformularse de esta manera. Una mujer entre la multitud se siente especialmente conmovida por Jesús y exclama: «¡Debiste tener una madre maravillosa!». La respuesta de Jesús: «Sí, era maravillosa, más maravillosa de lo que crees. Todas las madres son maravillosas en su biología. ¡Pero mi madre era aún más maravillosa en su fe!».
A primera vista, estos incidentes pueden resultar confusos, porque puede parecer que Jesús se está distanciando de su propia madre. No es así. En cambio, está redefiniendo su relación con su madre de una manera que le da un estatus diferente (y más exaltado): Bienaventurados más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan. Los Evangelios dejan claro que María fue, de hecho, la primera persona que hizo esto. Su fe al decir «hágase en mí según tu palabra» es lo que la hizo más especial que su biología.
En los Evangelios, María tiene un estatus especial dentro de la comunidad apostólica, no en primer lugar porque fuera la madre biológica de Jesús, sino porque fue la primera en escuchar verdaderamente la palabra de Dios y cumplirla. Su fe, más que su biología, le otorgó un estatus especial.
Además, con estas respuestas, Jesús está redefiniendo de manera radical lo que constituye una verdadera familia, es decir, la fe, más que la biología, determina quién es tu madre y quiénes son tus hermanos y hermanas. La verdadera familia no está determinada por la biología, sino por la fe. Para los cristianos, no es el útero del que naciste, sino el útero del que renaciste lo que define a tu familia. La verdadera familia ya no tiene su base en la etnia, la biología, la tribu o la nación. Ninguna de estas cosas nos convierte en hermanos y hermanas en el sentido más verdadero de la palabra familia.
De esto se derivan retos de gran alcance, retos que tendemos a ignorar perpetuamente. En pocas palabras, nos resistimos perpetuamente a definir la familia de forma tan amplia. En cambio, nuestra propensión es identificar para siempre la familia de la fe con nuestra propia familia biológica, étnica, nacional, confesional o ideológica, convirtiendo así a Dios en nuestro propio Dios tribal, nacional, confesional o ideológico. Esto nos da no solo una falsa noción de la familia, sino también una falsa noción de Dios. En una frase tomada de Nikos Kazantzakis, cuando hacemos esto, el seno de Dios se convierte en un gueto.
«¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos y hermanas?». ¿Quién es mi verdadera familia?
Para responder a esto, la fe debe, en última instancia, prevalecer sobre las referencias a la familia biológica, la etnia, la nacionalidad, la confesión religiosa o la afinidad ideológica. Aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan son «madre, hermano y hermana» para nosotros.
La redefinición que hace Jesús de lo que constituye una familia es, en mi opinión, un desafío muy necesario para nosotros hoy en día, ya que cada vez nos separamos más unos de otros por diferencias ideológicas, nacionales y étnicas, y definimos la familia de manera muy diferente a como lo hacía Jesús. Identificar la familia de la fe con la familia biológica, étnica, nacional, confesional o ideológica es lo que subyace al concepto de nacionalismo cristiano y otros tipos de tribalismo que tratan de encubrirse con Jesús y el Evangelio. Esas nociones, por muy sinceras que sean, son erróneas y, en aspectos importantes, antitéticas a Jesús y al Evangelio. En Cristo, como nos asegura la Escritura, todos somos bautizados en un solo cuerpo, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, y a todos se nos ha dado un solo Espíritu para beber. En la familia de la fe no hay Johnson ni Rolheiser, estadounidenses ni mexicanos, británicos ni franceses, blancos ni de color, liberales ni conservadores. Nuestra verdadera familia, nuestra familia en Cristo, trasciende todo eso y, sin perjuicio de una sana lealtad a la familia biológica, la confesión religiosa y la nación, nos pide a cada uno de nosotros que también trascienda eso.