Gestos insólitos de Jesús
Los actos y las palabras de Jesús no siempre eran comprendidos del todo por quienes le seguían. Entre otras cosas, porque a menudo enseñaba con parábolas para incitar a la fe de sus oyentes. A veces, también, lo que decía y cómo actuaba resultaba difícil de aceptar o chocante para muchos.
No es de extrañar. Aceptar su mensaje exigía a menudo un profundo cambio de mentalidad y una conversión personal. Además, los discípulos contemporáneos de Jesús siguen enfrentándose a la dificultad de que sólo tienen acceso a sus palabras y gestos a través de las Escrituras, y éstas no siempre son fáciles de asimilar.
A veces la razón es el diferente contexto cultural, las peculiaridades del estilo narrativo, la redacción textual y el lenguaje. Otras veces, de nuevo, son los propios acontecimientos descritos en la Biblia los que, si no los interpretamos con acierto, pueden resultarnos extraños e incomprensibles. Tal es el caso cuando Jesús cura al sordo de los alrededores de Decápolis.
La curación del sordo
El evangelista san Marcos afirma que esto sucedió cuando Jesús salió de los alrededores de Tiro y se dirigió, pasando por Sidón, hacia el mar de Galilea. Así pues, vagaba por territorios habitados en su mayoría por paganos.
Fue entonces cuando "le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente" (Mc 7,32-35).
Cabe preguntarse, sin embargo, por qué Jesús hizo tantos gestos extraños en lugar de -como sugerían los que le preguntaban- simplemente poner la mano sobre el enfermo u otra forma más sencilla de efectuar la curación. Al fin y al cabo, eso es lo que hizo en muchas ocasiones.
Sí, es comprensible que se llevara al sordo aparte, lejos de la multitud. Los habitantes paganos de la Decápolis podrían haber interpretado sus gestos como una especie de magia, algo que Jesús ciertamente quería evitar.
Pero ¿por qué hizo todos esos signos misteriosos? La perplejidad aumenta aún más cuando leemos atentamente las palabras, que en las traducciones al español de la Biblia de Jerusalén se traduce por: " con su saliva le tocó la lengua " (Mc 7,33). En el original griego aparece el verbo ???? (ptuo), que significa la acción de escupir.
Entonces, ¿escupió Jesús en la boca del hombre? ¿Escupió en su lengua? Esto suena, como mínimo, extraño y desagradable.
Jesús habla con signos
¿Dónde está la explicación de esta extraña situación? Probablemente en el corazón del sordo. Encerrado en su mundo interior, sólo con dificultad podía -a través de la vista y el tacto- comunicarse con lo que había fuera. Al no poder oír los sonidos, también le resultaba difícil percibir los estímulos que fluían hacia él.
No es de extrañar que probablemente fuera muy sensible a estos signos, que podía captar con la vista y el tacto. Y así es exactamente como Jesús se comunica con él. En realidad, no utiliza palabras. En cambio, entra en su mundo y establece una relación directa con él mediante gestos visibles y perceptibles para el hombre.
De un modo comprensible para él, "toca" los sentidos del enfermo y vence su impotencia. No nos sorprendamos ni nos disgustemos por ello. Al fin y al cabo, también se comunica con nosotros de la misma manera. Jesús no se fija en lo que cae fuera o encaja en las convenciones establecidas. En medio de nuestra debilidad, impotencia y desamparo, elige para nosotros los caminos mejores y más seguros.
Al sordo se acercó escupiendo y tocando. También a nosotros vendrá por el camino que más necesite nuestro corazón suplicante.