Opinión

El caso de cierto hereje

por Aleksander Banka 24-10-2024
El caso de cierto hereje

Hoy se le calificaría sin duda de novelista, progresista y modernista. Aunque fue uno de los pensadores más destacados del cristianismo primitivo, muchos prefieren llamarle hereje. En una época en la que pensadores eclesiásticos como Tertuliano y el obispo egipcio Teófilo advertían contra toda confraternización del cristianismo con la filosofía griega, considerándola una fuente de depravación intelectual, engaño pagano y semillero de errores, él construyó el primer sistema completo de teología cristiana primitiva basándose ampliamente en los logros del pensamiento griego. Además, la Iglesia primitiva tuvo el valor de seguirle.

Orígenes es quizá una de las figuras más discutidas del cristianismo primitivo. De hecho, hasta el día de hoy, los especialistas discuten sobre la valoración de su persona y de su obra teológica. No en vano, este excepcional teólogo de la Iglesia griega fue el autor de la primera síntesis doctrinal completa, tan destacada como controvertida. También lo fue el propio Orígenes. Nacido hacia 185 en Alejandría, murió probablemente en 249 en Tiro, a consecuencia del encarcelamiento y tortura tras la primera persecución a gran escala contra los cristianos iniciada ese mismo año. Se puede decir que dio su vida por Cristo. Era muy culto, versado en filosofía griega y en las escrituras cristianas.

En 217, el obispo Demetrio lo puso al frente de la escuela catequética de Alejandría, que dirigió hasta 230. Fue entonces cuando, desgraciadamente sin el consentimiento de su obispo y en contra del derecho canónico, lo ordenaron presbítero. Pues, malinterpretando el pasaje evangélico sobre la necesidad de renunciar a todo por Cristo, Orígenes se castró y, ordenado en este estado, incurrió en una excomunión que, sin embargo... no fue admitida por la Iglesia de Cesarea. Fue allí donde Orígenes se trasladó, fundando su propia escuela catequética, siguiendo el modelo de la alejandrina.

A lo largo de su vida, realizó una ingente labor teológica -escribiría al menos seiscientas obras, en las que mostraba la mentalidad cristiana como la perfecta realización del pensamiento helenístico-; también estableció un conjunto de las principales verdades de la fe cristiana, desarrolló un método alegórico de interpretación de los textos bíblicos y expresó el pensamiento cristiano en forma de un sistema compacto y ordenado. Sin embargo, no era un sistema exento de errores. No es de extrañar que la compleja situación de Orígenes y su obra -tan innovadora y apasionante como necesitada de correcciones- diera lugar a una gran disputa en torno a su persona. En esta disputa, la historia ha vuelto a dar un giro extraño. No sólo sus discípulos se pusieron de parte de Orígenes. El entorno de la escuela catequética alejandrina, así como los pensadores asociados a la orientación teológica alejandrina -especialmente los tres grandes padres llamados capadocios, Basilio el Grande, Gregorio de Nisa y Gregorio Nacianceno- también se pusieron a su favor. En cambio, la llamada orientación antioquena iba en la dirección opuesta, más concretamente cierto sector de pensadores asociados a la escuela exegético-bíblica de Antioquía. Eran conocidos por su actitud crítica hacia la obra de Orígenes. También lo combatieron intensamente. Sin embargo, paradójicamente, aunque la corriente antioquena produjo figuras de la talla de San Juan Crisóstomo, de ella surgieron rápidamente tres grandes herejías: el arrianismo, el nestorianismo y el pelagianismo. Como reacción al primero, fue necesario convocar el primer concilio universal, el Concilio de Nicea.

La historia ha añadido un epílogo significativo a la historia de Orígenes. Un tal Lukianos, uno de los principales representantes de la orientación antioquena que acusaba a Orígenes de herejía, cayó él mismo en ella, desarrollando las opiniones de su oponente hasta el llamado subordinacionismo y encaminando a la escuela de Antioquía por la senda de este error. El discípulo de Lukianos fue probablemente Arrio, el mismo que provocó la crisis más grave de la Iglesia primitiva, la herejía del arrianismo, condenada en el Concilio de Nicea. La Iglesia fue ayudada en su aceptación de las disposiciones antiarrianas del Concilio por el trabajo de los grandes Padres Capadocios que, en lugar de acusar a Orígenes de herejía, corrigieron creativamente sus errores, construyendo un fundamento teológico para los hallazgos nicenos. ¿Y el propio Lukianos? Culpable de herejía y excomulgado, acabó reconciliándose con la Iglesia; además, encarcelado durante nueve años y torturado durante la persecución anticristiana, no renegó de su fe ni de Cristo; murió mártir.

¿Qué nos enseña esta historia, con su epílogo? Tal vez que, a veces, los más cercanos a la herejía son los que están más dispuestos a acusar de ella a los demás. Porque, en nombre de la verdad, es posible corregir en la Iglesia con amor o criticar con fervor, pero ocurre que quienes luchan apasionadamente por la pureza doctrinal generan mayores errores que los que combaten con celo. ¿Qué otra cosa? Quizá también que la Iglesia nunca ha sido un monolito unidimensional, sino que siempre ha estado viva y vivificante en su riqueza, dinamismo y multidimensionalidad. Al fin y al cabo, «católica» significa tanto «universal» como «en su totalidad». Por tanto, por su propia naturaleza, debe estar abierta a una multiplicidad de perspectivas, contextos culturales y sensibilidades. En esta Iglesia, Dios, guiándola con mano firme y brazo extendido, es capaz de atender las historias humanas más complejas. Sólo es importante que aprendamos de ellas una lección instructiva: la crisis arriana no se resolvió por la rebelión de los diez obispos que se pusieron de parte de Arrio en el Concilio de Nicea, sino por la actitud de más de trescientos que permanecieron en unidad con el Papa. ¿Así ha sido y será siempre? ¿Por qué? Porque Dios ha colocado siempre al sucesor de San Pedro. Y, por último, nos queda una lección práctica más. A veces vale la pena refrenar nuestras lenguas sedientas de sangre, deseosas de encontrar defectos en la fe de todos los que nos rodean. Porque es muy posible que mañana encontremos mártires entre los que hoy son tachados de herejes con una pasión digna de mejor causa.