La mujer que aprendió a transmitir con sus manos el amor de Dios
Comienza la misa de las 12 horas en la Parroquia El Sagrario de Concepción (Chile) y Carla Aguayo se concentra para presentar en lenguaje de señas, las palabras del sacerdote. Su aporte es inmensamente valorado por todos quienes ven en ella un ejemplo de empatía y servicio, pero en particular por quienes no podían hacer algo tan fundamental para el creyente como oír la misa, vivirla a plenitud.
Carla tiene 22 años y estudió Gastronomía Internacional y Tradicional Chilena, en la Universidad Santo Tomás de Concepción. Hoy trabaja como chef en un conocido restaurant de Chiguayante. Pero aunque ama los olores y sabores de la cocina, el lenguaje de señas es una pasión que fortalece el sentido trascendente de su vida.El amor por Cristo en sus manos
Carla nos comparte cuánto la motiva este hermoso medio que permite la inclusión de las personas con discapacidad auditiva y vivir su amor por Cristo... “El ayudar al resto o simplemente poder decirles ¿hola, cómo estás? Eso me llena el corazón”, precisó.
A la Parroquia El Sagrario también llegó siguiendo los pasos de su hermana, quien se desempeñaba como intérprete. Esta pastoral específica, muy querida por el padre Obispo de la Arquidiócesis monseñor Fernando Chomalí, ya cumplió 10 años y Carla suma tres acompañando. “Mi relación con Dios es única. Creo que cada uno tiene una relación distinta. Pero la mía me encanta. Es confiada, es alegre, verdadera y llena de amor...” comenta la joven a la periodista Carolina Yacoman quien le ha entrevistado para “Diálogo”, periódico del Arzobispado de Concepción (Chile).
Esta experiencia como intérprete de señas en la Eucaristía ha sido un regalo de Dios. “Me hace sentir una sensación extraña. Sé que yo no soy la que mueve las manos, es el mismo Dios que se manifiesta en ellas. Es una bendición tan grande”, agrega emocionada la joven chilena. Recuerda luego haber recibido muchas alegrías y felicitaciones de personas que se sorprenden por lo novedoso de esta pastoral, pero también no faltan, dice, quienes le piden que no gesticule porque los distrae. Su respuesta hacia ellos es siempre una sonrisa y luego les explica que todos merecen comprender el mensaje de Dios.
Construyendo puentes
Para quienes padecen por esas condiciones, una de las principales barreras en la integración social y vida comunitaria de fe, es justamente la débil integración del lenguaje de señas que nuestra Iglesia y la sociedad les facilitan.
El lenguaje de señas, compuesto por 27 letras, permite conformar por medio del deletreo manual cualquier palabra. Sin embargo éste no es un conocimiento extendido y poco se aborda como política pública, Responsabilidad Social Empresarial, de entidades religiosas o las personas en general.