«La potencia de la cultura cristiana como marco de referencia es única». El nuevo enfoque político debe introducir en el espacio público esta cultura, basada en su fuerza objetiva y experiencial.

 

Precisemos para que no se malentienda: Político, no en el sentido mucho más estrecho de partidismo, que es a lo que se ve reducido este concepto para muchos, sino en su alcance pleno de ocupación en el bien común, o como han reiterado Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, una de las más altas manifestaciones de la caridad cristiana. Ese es el sentido de su uso y de la necesidad de salir del armario y darle una nueva presencia, como persigue la Corriente Social Cristiana.

 

Pensemos qué requiere nuestra sociedad, nuestra vida pública, la política, y definámoslo. La inmensa mayoría de palabras que acudirán a nuestra mente forman parte del marco de referencia que ha construido la cultura cristiana que, como cultura, apela solo a la razón y a la experiencia y no a la fe, y a la dimensión sobrenatural, aunque nace de ella.

 

No se trata de subvalorar esta fe porque es la matriz nutricia de todo, sino de emplear más a fondo el potencial cultural cristiano.

 

Los cristianos sabemos de siempre de las debilidades del ser humano librado a sus únicas fuerzas. Nos lo recuerda, por ejemplo, San Bernardo cuando escribe que la impotencia, la ignorancia y la concupiscencia, tienden dominar al hombre y que, para librarse de ellas, es preciso que intervenga la gracia de Dios. Desde esta perspectiva, que es la nuestra, sin fe las respuestas son imposibles. Entonces ¿por qué plantear en el ámbito público político la cultura cristiana como base de la respuesta?

 

Básicamente por tres razones: la primera porque es la forma de construir un marco de referencia para el conjunto de la sociedad que no expulse la razón, el sentido y la experiencia cristiana; un marco amigable en definitiva para la fe. También, segunda cuestión, la necesidad de un núcleo comprometido con la acción política inserto en esta corriente de cultura cristiana, consciente de aquella limitación. Finalmente, la existencia de una Iglesia, de una comunidad cristiana que, actuando de acuerdo con su finalidad, tenga una práctica realmente evangelizadora, que alcance la calle, que vaya más allá de sus zonas de confort y territorios seguros.

 

La cultura cristiana puede ser compartida por todo el mundo, y postularla como proyecto común encaja tanto o más que otras ideas, que por desgracia son hoy dominantes, a pesar de su carácter excluyente, conflictivo, incluso en algunos casos, contrarios a la razón. ¿Qué esta más de acuerdo con ella por razones objetivas, científicas, que el ser humano engendrado, es exactamente esto, o bien que es un simple apéndice de la madre sin naturaleza propia? Es uno de tantos ejemplos. En el trasfondo de todo esto late la cuestión de la ley natural.

 

Si preguntamos a la IA (Chat GPT y Gemini) qué aporta el cristianismo al mundo, sesgos del algoritmo y limitaciones en la alimentación de contenidos incluidos, nos responde en unos términos que enmarcan bien el alcance insustituible de la cultura cristiana como base de la propuesta política para una sociedad plural.

 

1. Dimensión espiritual y ética:

 

 

2. Desarrollo social e institucional:

 

 

3. Arte y cultura:

 

 

4. Ciencia y tecnología:

 

 

5. Influencia global:

 

 

En definitiva, la aportación cristiana al mundo es rica y compleja, y ha tenido un impacto profundo en la historia de la humanidad. Determinar qué es lo más importante y revolucionario es una tarea subjetiva, pero sin duda, el cristianismo ha dejado una huella indeleble en el mundo, tanto en el ámbito social, cultural, como en el ámbito intelectual y moral.

 

Además de los aspectos mencionados anteriormente, cabe destacar la importancia del libre albedrío en la teología cristiana. El libre albedrío es la capacidad de las personas para tomar sus propias decisiones, sin estar predeterminadas por el destino o la fortuna. Esta idea ha tenido un impacto profundo en la filosofía, la teología y el derecho, y ha contribuido al desarrollo de las sociedades democráticas.

 

Este es el punto de vista de la IA consultada, y definen componentes finales de un proyecto colectivo, de un marco de referencia, y a partir de estas premisas lo que debemos inducir como acción cultural y política para lograrlo.

 

Construir un marco de referencia para la sociedad basado en la cultura Cristiana es a la vez una tarea cultural y política.

 

Un marco de referencia (en inglés, «background») significa, en la filosofía de Charles Taylor, hacer referencia a las ideas, valores y prácticas compartidas que forman parte de una cultura o sociedad. Este marco de referencia no es algo estático o inmutable, sino que se encuentra en constante evolución a medida que la sociedad interactúa con nuevas ideas y experiencias. El marco de referencia proporciona un contexto fundamental para que los individuos puedan comprender el mundo que les rodea y actuar dentro de él.

 

El marco de referencia funciona:

 

 

El marco de referencia es importante porque:

 

 

La potencia de la cultura cristiana como marco de referencia es única por extraordinaria, solo tiene una pega: nos hemos olvidado de ella.

 

El nuevo enfoque político consiste en la tarea de introducir en el espacio público político, la cultura cristiana, convirtiéndola en marco de referencia basándose en su fuerza objetiva, experiencial y también sensible. Esto sería un hecho político y radicalmente nuevo y a la vez algo verificado empíricamente, un emparejamiento imbatible. Por eso resulta tan interesante el planteamiento de la Corriente Social Cristiana como movimiento social y político.

 

Fuente: ForumLibertas.com

Compartir en:

Portaluz te recomenienda

Recibe

Cada día en tu correo

Quiero mi Newsletter

Lo más leído hoy