Todos somos sacerdotes desde nuestro bautismo, y con ello viene una invitación, a saber, orar por el mundo como sacerdote a través de la oración de Cristo y de la Iglesia. ¿Qué significa esto exactamente?

 

Todo bautizado cristiano es bautizado en el sacerdocio de Jesucristo. El sacerdocio se otorga a todos los cristianos bautizados y no es sólo prerrogativa y responsabilidad de los que están oficialmente ordenados para el ministerio, y con ello viene una invitación a todos los cristianos adultos.

 

Esta invitación es algo muy concreto. No tenemos que pensar en lo que debemos hacer o inventarnos algo. Más bien, se nos invita a unirnos a una práctica que comenzó en la primitiva comunidad apostólica y que ha llegado hasta nuestros días, es decir, la práctica de rezar diariamente dos series de oraciones de un conjunto ritual de oraciones que reciben diversos nombres: El Oficio Divino de la Iglesia, La Liturgia de las Horas, Las Horas Canónicas o El Breviario. Desde la época de los primeros monjes cristianos, estas oraciones han sido un elemento clave en la oración de la Iglesia, tanto católica como no católica.

 

Existen ocho conjuntos de oraciones, cada uno de los cuales debe rezarse en un momento distinto del día según las circunstancias y la luz del momento. Los ocho grupos de oraciones son: Laudes (rezadas como oración de la mañana); Prima y Tercia (rezadas en distintos momentos de la mañana); Sexta (rezadas al mediodía); Nona (rezadas a media tarde); Vísperas (rezadas al terminar la jornada laboral); Completas (rezadas como oración de la noche); y Vigilias (rezadas en algún momento de la noche). Nótese lo apropiado del nombre Liturgia de las Horas.

 

Aunque hay ocho series de estas oraciones, sólo los monjes y monjas de las órdenes contemplativas las rezan todas. Los sacerdotes, diáconos, hombres y mujeres de órdenes religiosas que se dedican plenamente al ministerio, ministros protestantes y evangélicos, y laicos que rezan estas "horas", normalmente rezan sólo dos de ellas, Laudes (Oración de la mañana) y Vísperas (Oración de la tarde).

 

Y hay que distinguir estas oraciones de nuestras oraciones privadas. No son meditaciones privadas, sino lo que se llama oración pública, oración litúrgica, oración de la Iglesia, oración de Cristo por el mundo. Idealmente, están pensadas para ser rezadas, incluso celebradas comunitariamente, pero siguen siendo la oración pública de la Iglesia incluso cuando se rezan a solas. La intención al rezarlas es unirse a la oración oficial de la Iglesia y rezar una oración que está siendo rezada en esa misma hora por miles (quizás millones) de cristianos de todo el mundo que, como Cuerpo de Cristo, están rezando la oración sacerdotal de Cristo por el mundo.

 

Además, puesto que éstas son las oraciones de la Iglesia, y no nuestra propia oración, no somos libres de cambiarlas o sustituirlas por otras oraciones según nuestro temperamento, piedad o gusto teológico. Estas oraciones no tienen por qué ser personalmente significativas para nosotros cada día. Estamos rezando como sacerdotes, ofreciendo una oración por el mundo, y eso es profundamente significativo en sí mismo, con independencia de que sea afectivamente significativo para nosotros en un día determinado o incluso durante todo un período de nuestra vida. Cumplir con una responsabilidad no siempre es afectivamente significativo. Al rezar estas oraciones, estamos asumiendo una de nuestras responsabilidades como cristianos adultos, es decir, rezar con la Iglesia, por medio de Cristo, por el mundo.

 

Las dos horas (Laudes y Vísperas) que se nos invita a rezar cada día siguen una estructura sencilla: tres salmos, una breve lectura bíblica, un antiguo himno cristiano (el Benedictus o el Magnificat), una breve serie de peticiones, el Padrenuestro y una oración final.

 

Así pues, ésta es la invitación: como cristiano adulto, como sacerdote desde tu bautismo, como mujer u hombre preocupado por el mundo y la Iglesia, te invito a unirte a miles y miles de cristianos de todo el mundo y rezar cada día la oración matutina de la Iglesia (Laudes) y la oración vespertina de la Iglesia (Vísperas). Así, como Cristo, como sacerdote, estarás ofreciendo sacrificios por el mundo. Después, cuando veas las noticias del mundo y te sientas desanimado e impotente ante todo lo que no va bien en el mundo y te preguntes, ¿qué puedo hacer? Pues harás algo muy real: rezar con Cristo y la Iglesia por el mundo.

 

¿Dónde encontrar estas oraciones, Laudes y Vísperas? Los libros que las contienen pueden comprarse en casi cualquier editorial religiosa, católica o protestante. De hecho, ni siquiera es necesario comprarlos. Hoy están disponibles (gratis) en Internet. Basta con activar el buscador y teclear La Liturgia de las Horas o ibreviario para encontrarlas. 

 

Al rezar estas oraciones cada día, ya sea solo o (idealmente) con otros, estarás haciéndote cargo de un poder especial y de una responsabilidad que te fueron otorgados en tu bautismo, y estarás haciendo un importante regalo al mundo. Y nunca más tendrás que luchar con la pregunta, ¿cómo debo rezar hoy?

 

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