El gesto sorprendente y conmovedor de Francisco al concluir los dos días de retiro espiritual por la paz en Sudán del Sur que el Pontífice acogió en su casa, tiene un sabor evangélico. Y sucedió exactamente una semana antes de que el mismo gesto se repitiera en las iglesias de todo el mundo para conmemorar la Última Cena, cuando Jesús, ya en la víspera de su Pasión, lavó los pies a los apóstoles mostrándoles así el camino del servicio.

En la Casa Santa Marta, después de haber pedido "como hermano" a los líderes de este país que "permanecieran en paz", Francisco, con un sufrimiento visible, quiso inclinarse ante ellos para besar sus pies. Igualmente se postró delante del Presidente de la República de Sudán del Sur, Salva Kiir Mayardit, y de los vicepresidentes designados presentes, incluyendo a Riek Machar y Rebecca Nyandeng De Mabio.
 
Una imagen fuerte que sólo puede entenderse en el clima de perdón mutuo que caracterizó los dos días de retiro. No es una cumbre político-diplomática, sino una experiencia de oración y reflexión común entre líderes que, a pesar de haber firmado un acuerdo de paz, luchan con esfuerzo para que éste sea respetado.

La paz, para los creyentes, se invoca ante Dios. Y se invoca rezando aún más ante el sacrificio de tantas víctimas inocentes del odio y de la guerra.

Algo debe haber sucedido durante esas horas en Santa Marta, en primer lugar entre los líderes de Sudán del Sur que aceptaron la invitación del Obispo de Roma para participar de este retiro, cuyo título es "Siervo de los siervos de Dios". Arrodillado con dificultad para besar sus pies, el Papa se inclinó ante aquello que Dios había suscitado durante esta reunión de oración.

Gestos similares, imagen de evangelio de servicio, no son nuevos en la historia reciente del papado.

El 14 de diciembre de 1975, San Pablo VI, en la Capilla Sixtina, celebrando el décimo aniversario de la cancelación de las excomuniones mutuas entre las Iglesias de Roma y Constantinopla, bajó del altar al final de la Misa vistiendo nuevamente los ornamentos sagrados y se inclinó a los pies del Metropolitano de Calcedonia, representante del Patriarca Demetrio.

Un gesto que recordaba, además del lavado de los pies realizado por Jesús, también los acontecimientos del Concilio de Florencia, cuando en 1439 los patriarcas ortodoxos se negaron a besar los pies del Papa Eugenio IV.

En relación con los otros hermanos cristianos, como en el caso de los que se dejan tocar el corazón y aceptan gestos de reconciliación y de paz, los Papas "Siervos de los siervos de Dios" no tienen miedo de humillarse para imitar a su Maestro.

 
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