El sacerdote e historiador Mariano Fazio tiene la habilidad de mostrar los aspectos cristianos y humanos de las grandes obras literarias, y así lo ha hecho con obras y autores rusos, ingleses, españoles o italianos. Su último libro, Clásicos británicos (Ed. Rialp) es un ejemplo de otra de sus sintonías con su compatriota, el papa Francisco: el amor a la literatura. He conocido varios casos de historiadores, filósofos, economistas o científicos que, en un momento u otro de sus vidas, se han visto “atrapados” por la literatura. Unos han llegado a cultivarla y otros se han dedicado a difundirla, y siempre desde el convencimiento de que es, como nos recuerda Fazio en el subtítulo del libro, "una escuela de vida". Por eso, esto no es un libro académico, de esos que atienden a los aspectos formales o a las influencias del autor, sino una invitación a la lectura, que de este modo se transforma, parafraseando a Cicerón, en “maestra de la vida”.
Clásicos británicos es un libro voluminoso, una guía necesariamente incompleta, que nos llama a saborear la buena literatura, no tanto desde el punto de vista de los hechos sino de los personajes, siempre indisociables de sus autores, aunque en ocasiones existan fuertes contrastes entre las vidas de unos y otros. Este libro podría definirse como una sugestiva relación entre la literatura y la misericordia, y estoy convencido de que muchas de sus opiniones podrían ser compartidas por Francisco, el papa de la misericordia.
La lista de autores nos lleva de Shakespeare a Tolkien, pasando por Walter Scott, Jane Austen, las tres hermanas Brontë, Charles Dickens y George Eliot. La lista nos indica la importancia de la literatura del siglo XIX y la de novelas escritas por mujeres, fieles observadoras de las realidades cotidianas y maestras en dar un toque de humanidad a sus escritos, e incluso en algunos casos de conocer muy bien los caracteres masculinos. Mariano Fazio nos presenta una serie de libros que señalan un camino para redescubrir el sentido de nuestra existencia, para, según sus propias palabras, "reafirmarnos en nuestra creencia de que existe una naturaleza humana que nos sirve de guía para distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, lo bello de lo feo". Esta obra es, por tanto, una invitación a crecer como personas, pues su autor no cree en el arte por el arte, en una perfección formal que esté alejada de la ética y de la belleza.
El autor ha entresacado algunas citas de escritores que nos pueden servir de hilo conductor a lo largo de su libro. Selecciono algunas de ellas, que no son solo para asentir sino para intentar vivir.
"Vive una vida apasionada, pero no dejes que las pasiones se desborden, porque acabarás mal" (Shakespeare)
En efecto, la pasión es una cosa buena, aunque tiene que ser necesariamente encauzada para que no desborde y arruine toda una vida. Aquí juega un papel importante la conciencia, la gran protagonista de obras como Ricardo III, Macbeth o Julio César. La conciencia y la libertad van inseparablemente unidas.
"Arráigate en tu tradición familiar, local, nacional, pero con una apertura al otro que te enriquezca" (Walter Scott)
Hay quien se hubiera conformado con ser el más escocés de los escritores, pero Scott nos enseña que hay una naturaleza humana común, que nos une por encima de las diferencias culturales, económicas sociales o religiosas. Como ejemplos podríamos poner a los judíos Isaac de York y su hija Rebeca, con destacados papeles en la novela medieval Ivanhoe.
"Sé educado, trata a todo el mundo con delicadeza, pero no seas falso ni hipócrita" (Jane Austen)
Esta es una regla de conducta de la mayoría de las protagonistas de las novelas de Jane Austen, enfrentadas a la extendida prioridad social de las apariencias en contraste con el ser de las cosas. Añado que mi personaje preferido es Anne Elliot en Persuasión, que sigue su conciencia y pondrá sus esfuerzos en humanizar un ambiente frívolo y egoísta.
"No absolutices el amor humano: excluirás a todo el mundo menos a uno, que no te saciará" (Emily Brontë)
Lo afirma la autora de Cumbres borrascosas, la trágica historia de Catherine y Heathcliff en la que las pasiones han sido el único punto de referencia. Sin embargo, el final de esta novela abre la puerta a la esperanza.
"Descubre lo maravilloso que se esconde detrás las cosas ordinarias y vulgares de la vida" (Charles Dickens)
La obra preferida de Dickens fue David Copperfield, y como en otras novelas, su autor sabe hacer poesía de lo prosaico e ilumina la cotidianeidad con la luz de la alegría, pese a los sinsabores de la vida. Los personajes dickensianos más alegres son los que se olvidan de sí mismos.
"Confía en la Providencia, que sabe más que tú, y te guiará a la felicidad en este mundo y en el venidero" (J.R.R. Tolkien)
Su trilogía de El señor de los anillos es una historia de amistad, amor y compasión. No es una historia de “buenos” y “malos”, pues no oculta las imperfecciones de los “buenos”. En ella actúa un único Dios, que es providente.