Hay dos números (73 y 74) de la encíclica Evangelium vitae (EV), firmada por san Juan Pablo II, que ofrecen algunas pistas sobre el comportamiento a seguir frente a normas y leyes injustas.
Esos números se sitúan en una serie de reflexiones sobre los atentados contra la vida, como el aborto, el asesinato de inocentes y la eutanasia, y pueden aplicarse a otros ámbitos y situaciones.
Juan Pablo II recuerda dos criterios que encontramos en la Palabra de Dios. Por un lado, hay que obedecer a los gobernantes. Por otro, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (EV n. 73, con citas de Rm 13,1‑7, 1P 2,13‑14, y Hch 5,29).
A continuación, recuerda cómo las comadronas de los hebreos no obedecieron al Faraón, que les ordenaba matar a los varones recién nacidos, porque temían a Dios (cf. Ex 1,17). Sobre el temor de Dios, subraya lo siguiente:
"Es precisamente de la obediencia a Dios -a quien sólo se debe aquel temor que es reconocimiento de su absoluta soberanía- de donde nacen la fuerza y el valor para resistir a las leyes injustas de los hombres" (EV n. 73).
El Papa aplica lo anterior a leyes como las del aborto o la eutanasia, a las que nunca sería lícito someterse, por tratarse de algo íntrinsecamente malo. Surgen, sin embargo, problemas cuando alguien se siente obligado a participar en actos injustos promovidos por tales leyes, lo cual es explicado en EV n. 74.
¿Cómo afrontar estos problemas? Juan Pablo II recurre a algunos principios generales. Recuerda que "los cristianos, como todos los hombres de buena voluntad, están llamados, por un grave deber de conciencia, a no prestar su colaboración formal a aquellas prácticas que, aun permitidas por la legislación civil, se oponen a la ley de Dios" (EV n. 74).
Luego presenta otros aspectos sobre los posibles niveles de colaboración en el mal ajeno, para luego insistir en el criterio fundamental:
"El rechazo a participar en la ejecución de una injusticia no solo es un deber moral, sino también un derecho humano fundamental. Si no fuera así, se obligaría a la persona humana a realizar una acción intrínsecamente incompatible con su dignidad y, de este modo, su misma libertad, cuyo sentido y fin auténticos residen en su orientación a la verdad y al bien, quedaría radicalmente comprometida" (EV n. 74).
De ahí surge la necesidad de recurrir a la objeción de conciencia, recordada por la encíclica, que debería ser reconocida respecto a temas tan importantes como los que se refieren al derecho a la vida.
Estos criterios de EV son fundamentales para toda la vida ética y para la búsqueda de la justicia en los diferentes ámbitos de nuestra existencia.
A veces el rechazo de normas injustas puede implicar grandes sacrificios, incluyo llegar al martirio (una idea que aparece con fuerza en otra encíclica de Juan Pablo II, Veritatis splendor, números 90-94).
Lo importante es pedir a Dios fuerza para resistir a cualquier normativa, en cualquier ámbito de la vida social, que implique daños a la justicia. De este modo podremos buscar, en paz, lo que resulta más importante para toda vida humana: poder amar a Dios y a los hermanos.