Un comentarista escribía ayer (12 de abril):
Cuando los videntes de Fátima, Taigi y Santa Teresa de Jesús tuvieron esas visiones proféticas, es porque se quiere por parte del cielo dar una advertencia.
Es muy tentador pensar lo contrario y yo me alegraría, pero creo que no es así. Creo que la mayoría no se salva.
No se puede pasar de todo en esta vida, hacer lo que te venga en gana, pasar de las enseñanzas de Jesucristo y luego obtener la misma recompensa que quien se esfuerza.
Y yo no me considero bueno.
Estimado lector, ¿tu comentario no te suena que tiene una clara resonancia con un personaje de una parábola del Evangelio? ¿Cómo este que ha conculcado tantos preceptos de la ley objetiva, cómo este profanador de Splendor Veritatis va a pasear en el cielo con san Atanasio, san Alfonso María de Ligorio y san Pío X? ¿Es que ya da lo mismo todo?
Incluso algún comentarista podría tener la tentación de exclamar: “Entonces, incumplamos todo, gocemos de la vida y arrepintámonos en el último momento”.
La mentalidad mercenaria cambiaría un sueldo material por un sueldo inmaterial, pero el esquema sigue siendo el mismo, sin atender al corazón del Evangelio que es amor, donación, agradecimiento, afecto que se paga con afecto.
Estimado lector, el Evangelio va más allá de esta visión mercenaria, más allá de una visión de la vida como un do ut des: “Te doy mi obediencia, pero exijo un pago correlativo. Y no aceptaré que el hijo que dejó la casa, al final acabe en un banquete estilo Amoris Laetitia”.
La conclusión que sacas para mantener tu esquema mental es que la mayoría no se salva.
Tranquilo, soy comprensivo contigo.
Yo me siento más cercano al lenguaje teológico de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, que a los documentos del Papa Francisco. Ello debido a mi traslación (no abandono) de mi teología neoescolástica hacia la teología centroeuropea contemporánea.
Dios todo lo hace bien. Y sería un acto de confianza en su Providencia esforzarnos en buscar lo positivo de poner en el solio pontificio al Papa Francisco. Si un tercer papa hubiera seguido tal cual la línea de los dos papas precedentes, hubiéramos agrandado las construcciones magisteriales precedentes, pero más almas se hubieran perdido.
No digo que todo sea perfecto en el Papa Francisco, porque perfecto solo lo es Dios: no lo eran ni san Juan Pablo II ni Benedicto XVI. Pero sí que era conveniente poner el acento en aspectos que, si se hubiera continuado la línea precedente sin añadir nuevos matices, hubieran quedado demasiado eclipsados. Adición, no contradicción. Matices, no negación.
Nadie piensa que todos los Papas son perfectos ni que cada uno de ellos es la elección de Dios: unos son elección; otros, permisión. Pero sí que haremos muy bien en fijarnos en lo positivo de cada uno. Pues cada uno es un don.
Querido lector, la salvación de Lutero nos da paz a todos. Por lo menos a todos los que somos pecadores. Me imagino que a mis lectores santos e inmaculados les debe, incluso, indignar un poco. Pero les pido un poco de paciencia. Si Dios es bueno con los malos, incluso nosotros, los débiles, tenemos no solo un poco, sino mucha esperanza.