El tema de las granjas de trolls me parece muy preocupante. La operación de lanzar a nivel masivo decenas de miles de usuarios reenviando opiniones de falsos catalanes o de falsos norteamericanos para nada tiene que ver ni con la ideología ni con la libre expresión de opiniones. Es un modo de ensuciar la Red.
Es otra muestra de cómo un tirano que sigue oprimiendo a su pueblo se le queda pequeña su patria. Efectivamente, Rusia con todas sus extensiones es demasiado pequeña para contener el ego de Putin. Si un país con un PIB como el de España, hace todas las cosas que está haciendo, no quiero ni pensar que haría si tuviera tres veces más dinero a su disposición.
Y es que, además, hace dos días nos enteramos, gracias al presidente del Consejo del Ártico, Aleksi Härkönen, como ese pequeño hombre está reocupando las bases soviéticas abandonadas en el Ártico. Ya tiene operativas más de cien. Al ultramillonario del Kremlin, no le importa lo más mínimo las vidas enterradas allí, vidas de jóvenes encerradas en esas bases que son como prisiones. Eso sí todo para defender la gloria del nombre de un país.
En Rusia no hace falta pagar a los soldados por sus años de vida. A los trolls se les puede pagar con microsueldos para que sigan malviviendo. En Venezuela, se pueden pagar ejércitos de trolls con un poco de pollo.
Y todo esto no me parece nada, como ya he señalado en otros posts, con operaciones mucho más alejadas del conocimiento público, pero que pueden hacer que cierto coloso económico acabe con Internet tal como lo hemos conocido hasta ahora con solo hacerse con el accionariado de Google.
Internet puede pasar de ser una gran realidad de libertad a ser el instrumento en manos de tres o cuatro colosos dictatoriales. Puede pasar de ser el lugar más formidable para la libertad de expresión, a convertirse en el lugar perfecto para rastrear la vida ordinaria de los ciudadanos sospechosos.
Cuándo entenderán los poderosos de este mundo que los imperios y su gloria nos importan lo que nos importa un decorado para una película. Lo único que importan son las personas. Pero hasta que no lo entiendan, los seres humanos seguirán siendo sacrificados en pos de fanfarrias fantasmagóricas.