Esta semana han sido varios los comentaristas que han escrito sobre una supuesta conjura vaticana para crear las condiciones que condujeran al Papa a presentar la dimisión. Al frente de esta conjura palaciega estarían nada menos que el secretario de Estado, cardenal Parolín, y el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Bassetti. Ambos son muy próximos al Pontífice y han sido vistos hasta ahora como totalmente identificados con él. La causa sería los diferentes criterios de unos y del otro sobre la cuestión migratoria, que está levantando ampollas en Italia.
 
 A mí todo esto me suena a ciencia ficción o incluso a una cortina de humo para ocultar otras cosas. El cardenal secretario de Estado sigue tan unido al Papa y es tan fiel a él como siempre y la prueba es el delicado e importantísimo viaje que ha llevado a cabo a Rusia, con varias cuestiones de fondo, entre ellas Ucrania y Venezuela, así como el señalado discurso de Putin denunciando la estrategia para implantar el nuevo orden mundial.
 
Pero, como digo, las cortinas de humo sirven para ocultar otras cosas. Porque de lo que no se habla es del intento de Maduro, el dictador venezolano, de seguir presentándose ante su pueblo y ante el mundo como un protegido del Pontífice. Ahora le ha dado por decir que el Papa está con él y que son el secretario de Estado vaticano y los obispos venezolanos los que están contra él y, a la vez, contra el Papa. Es decir que ahí la teoría de la conjura tiene un nuevo rostro y, según el tirano, el “pobre” Papa estaría siendo traicionado por los suyos porque éstos no quieren la revolución chavista mientras que el Papa la apoya fervientemente. De nada sirve que el Santo Padre haya reiterado su apoyo al Episcopado de ese país y que haya dicho que la voz de ellos es la suya. Para Maduro, el Papa es una víctima del secretario de Estado y él, el dictador, es quien mejor le entiende y quien está dispuesto a liberarlo. ¡Qué cosas hay que ver y oír!
 
La verdad es que la diplomacia vaticana lo está haciendo bastante bien y no me cabe ninguna duda de que está en plena sintonía con el Pontífice. Hacer del cardenal Parolín una especie de Danton que conspira contra Robespierre, no sólo es ofensivo para ambos, sino absurdo, demencial e injusto. La fidelidad del secretario de Estado al Papa es total y la confianza de éste en aquel es plena. Son los enemigos de la Iglesia, como Maduro, los que quieren meter una cuña entre ambos para sus propios fines. Una vez más, y ya no sé cuántas veces lo he dicho, los que se autoproclaman amigos del Papa son sus más dañinos enemigos.
 
Por desgracia, a este Papa se le está juzgando más por lo que dicen esos autoproclamados portavoces suyos, que por lo que él mismo dice. De hecho, cuando lo que el Santo Padre afirma no conviene escucharlo, no se da publicidad a sus palabras -como ha sucedido con la seria advertencia a unos religiosos belgas que quieren aplicar la eutanasia en sus hospitales-, pero en cambio es noticia lo que dice tal o cual supuesto amigo suyo, siempre y cuando esté de acuerdo con lo que manda el nuevo orden mundial.
 
Recemos por el Pontífice y por la Iglesia.


 
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