Las leyes orgánicas 2/2010 y 11/2015 no sólo legalizan el aborto, sino que establecen que la educación afectivo sexual hay que darla con perspectiva de género. Por su parte, la mayor parte de las Comunidades Autónomas ya han legislado a favor de la ideología de género. La mía, La Rioja, aún no lo ha hecho, pero ya tiene presentada una ley sobre este tema para su aprobación.
 
 La postura de la Iglesia sobre este tema es muy clara: tanto San Juan Pablo II en su encíclica Veritatis Splendor, como Benedicto XVI y Francisco, éste en la encíclica Laudato Si, en la exhortación apostólica Amoris Laetitia y en un reciente discurso a los obispos polacos en la JMJ tienen durísimas palabras contra esta anticristiana, pero políticamente correcta, ideología. Veamos por qué.
 
Disparate primero: el aborto no es un crimen, sino un derecho. Muchísimos padres y abuelos llevan en sus móviles la foto del hijo o nieto aún no nacido. Pero para los abortistas lo que se destruye es simplemente un conjunto de células o, en el mejor de los casos, un ser vivo, pero no un ser humano. Al ser un derecho el aborto, según proclaman en sus leyes, hay que favorecer al máximo que ese derecho se ejerza y poner todas las trabas posibles a los grupos provida. Que algunas mujeres padezcan el síndrome postaborto, eso no tiene importancia comparado con las inmensas ventajas, sobre todo económicas, que proporciona la industria del aborto y el dinero que mueve.
 
Disparate segundo: el ser humano puede escoger libremente su sexo. Lo importante en el ser humano no es su biología, sino el rol social y cultural que asume, lo que nos permite escoger el sexo y cambiarlo, si así lo estimamos oportuno, hasta el punto de que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen relación con las causas naturales o biológicas, sino que se deben a determinaciones sociales. El ser humano nace sexualmente neutro, posteriormente es socializado como hombre o mujer. Podemos, por tanto, escoger qué sexo preferimos y cambiarlo cuantas vedes queramos. Se pretende ¿educar? así a nuestros niños y adolescentes. Mi esperanza es que las víctimas de esas clases lleguen a casa y digan a sus padres: “El profe nos ha dicho hoy que si quiero, puedo ser chica, y mi hermana, chico. Mamá, el profe está loco”.
 
Disparate tercero: lo que antes se llamaba corrupción de menores pasa a ser práctica recomendable. En esta ideología se pone la sexualidad al servicio del placer y como los órganos sexuales los tenemos para algo, es decir para usarlos, se alienta no sólo la masturbación, sino también las relaciones sexuales de toda clase, también entre menores, evitando, eso sí, el embarazo y la natalidad. Pero si esto sucediera, el aborto es un derecho básico. Las leyes son la moral del Estado y esto está en las leyes. Lo que no logro entender es si chicos y chicas de doce, trece años pueden hacer esto, e incluso tal vez antes, pues no sé dónde está el límite, ya que la Ley del Aborto en su artículo 5 b) garantiza “el acceso universal a los servicios y programas de salud sexual y reproductiva”, es decir sin límite de edad, por lo que ¿qué inconveniente hay en que lo hagan con gente mayor?, pero ¿no es esto corrupción de menores y dejar la puerta abierta a la pederastia?
 
Disparate cuarto: violación de la Constitución y de los derechos de los padres. La Constitución española, en conformidad también con el artículo 26 & 3 de la Declaración de Derechos Humanos dice: “Art. 27 & 3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Ahora bien si se impone como obligatoria la ideología de género, incluso con serias sanciones pecuniarias, ¿dónde queda el respeto a la Constitución y al derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones?
 
Disparate quinto: se atenta contra la libertad de expresión y la libertad de cátedra. Se viola la libertad de expresión y la de cátedra, coartando la búsqueda de la verdad, y la libertad de las personas para orientar su vida o para pedir ayuda, incluso religiosa. Se pretende obligar a los colegios y a los profesores católicos a enseñar cosas contra sus convicciones. Cuando no se busca la Verdad, cuando no se respetan ni siquiera los argumentos de la biología inherente a la genealogía de la persona, se impone por ley la ideología -en este caso la «ideología de género»- y se coacciona la libertad con sanciones y persecución: nada nuevo bajo el sol. Resulta curioso comprobar que las críticas que Pío XI hace en su encíclica Mit brennender Sorge a los nazis alemanes son aplicables al pie de la letra a los relativistas y sus hijos de la ideología de género.
 
Disparate sexto: se fomenta la fornicación. En la ideología de género, la fornicación es un derecho, porque el fin de la sexualidad es el placer y él o ella tienen sus órganos sexuales para usarlos cuando y como les venga en gana. Estamos ante un libertinaje en el terreno sexual que está arruinando muchas vidas impidiéndoles el acceso a la madurez que se requiere para poder tener una familia estable. Otra consecuencia es el fomento de la promiscuidad, que es una conducta de alto riesgo que lleva a las enfermedades de transmisión sexual y disminuye en varios años la esperanza de vida de quien la práctica. Esto hace que la promiscuidad, tanto homo como heterosexual, no sólo es un pecado contra la castidad, es decir contra el sexto mandamiento, sino también contra el quinto, al poner en riesgo la propia salud.

 
Fuente: Pueblo de Dios, semanario de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño (España).


 
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