Un conocido mío, no creyente, se expresaba así: “Oigo tales cosas que quiero educar a mis hijos en unos principios morales serios. Los principios cristianos me parecen serios y por tanto voy a educar en ellos a mis hijos”.


            Seguramente en nuestra Sociedad está mucho más de moda y de actualidad el Relativismo que el Cristianismo. Pero ¿sobre qué principios se basa el Relativismo? Voy a citar dos frases de dos conocidos relativistas.

            José Luis Rodríguez Zapatero: Declaraciones publicadas en la revista italiana Micromega el 2 de Marzo del 2006. Dicen así: “La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero no deja ser un vestigio del pasado”.

            Hillary Clinton: «Los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales». Así lo aseguró Hillary Clinton el 24 de abril del 2015 durante la sexta cumbre anual «Women in the World» (Mujeres en el Mundo) en el Lincoln Center de Manhattan.

            El laicismo proclama una autonomía o independencia frente a Dios, cuya ley el hombre puede seguir o no a su antojo. Su consecuencia, el relativismo, considera que no hay verdades absolutas, porque lo que hoy es verdad, mañana puede ser falso y al revés. Las verdades religiosas, por ello, no pasan de ser simples opiniones o hipótesis. El relativismo intenta crear un nuevo tipo de ciudadanos, buscando liberar al hombre de sus ataduras más profundas, incluso las ligadas con la propia naturaleza humana, con lo que se da origen a la ideología de género. No hay una Verdad objetiva, el Bien y el Mal son intercambiables. Se trata de vivir nuestra existencia sin obligaciones y gozar sin trabas. El eslogan de esta corriente es  “la Libertad os hará verdaderos”, que contradice al de Jesucristo “la Verdad os hará libres” (Jn 8,32). La ideología prima hasta el punto que, al contrario de lo que sucede con los filósofos creyentes, para quienes contra el hecho no valen argumentos, aquí es la realidad la que debe ponerse al servicio de la ideología, incluso aunque haya que distorsionarla,  como sucede con la ideología de género.

            El objetivo fundamental que debe buscar la educación, según esta ideología,  es realizar el cambio cultural a través del cambio en la moral, en la ética y en lo que se considera sentido común, cambio a realizar cuanto antes mejor. Para la ideología laicista, el Estado debe asumir la responsabilidad de formar a los ciudadanos en el civismo, definido como aquella ética mínima que debería suscribir cualquier ciudadano. De acuerdo con ese principio, no corresponde a los padres, sino al Estado, decidir sobre la educación de los hijos, porque la ciudadanía prevalece frente al derecho de los padres. La educación debe desterrar ideologías como la religión, y ninguna creencia religiosa debe interferir los fines morales y sexuales educativos del Estado.

            Ahora bien, el ideal democrático consiste en proteger y respetar los derechos humanos que posee el hombre por su dignidad intrínseca. Pero resulta que el laicismo se arroga el derecho a educar a los niños por encima de los padres, violando el artículo 26, n° 3 de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU del 10 de Diciembre de 1948. Tampoco respeta a los valores religiosos, en cuanto deben ser desterrados del ámbito educativo, y en cuanto a los valores humanos, al no distinguir el Bien del Mal y dar lo mismo una cosa que su contraria, se priva al educando de puntos de referencia y, si se tienen algunos, como en el terreno sexual el evitar las enfermedades venéreas y el quedar embarazadas, su teórica neutralidad en realidad se convierte en una invitación al hedonismo, al libertinaje y a la promiscuidad, como sucede en la ideología de género, en la que uno puede acostarse con quien quiera, menos con su cónyuge.

            Por tanto la pregunta que hay que hacerse es: ¿qué clase de juventud pretendemos tener?, ¿una juventud corrupta y sin valores? Supongo que los laicistas me contestarán: una juventud democrática. Pero si no respeto las opiniones de los demás, su filosofía, en lugar de apoyarse sobre la capacidad que tiene el hombre de buscar y conocer la verdad, considera la imposibilidad de un tal conocimiento, lo que le ha llevado a derivar en varias formas de agnosticismo y de relativismo, hundiéndose así su investigación filosófica en las arenas movedizas de un escepticismo general, llegando incluso a afirmar que la verdad se manifiesta de igual manera en las diversas doctrinas, incluso contradictorias entre sí, por lo que todo se reduce a opinión. El relativismo es una actitud que violenta la estructura más íntima de la inteligencia humana, al contrariar su inclinación natural a conocer la verdad. Pero, para conocer la verdad, hace falta un mínimo de rectitud moral, porque la verdad moral no sólo se abraza con la mente, sino con la vida entera. Si no hay una disposición a ajustar la propia vida a la verdad conocida, y si la razón no gobierna nuestras pasiones, las pasiones gobernarán la razón. Pero, probablemente, es lo que pretenden.

 
Compartir en:

Portaluz te recomenienda

Recibe

Cada día en tu correo

Quiero mi Newsletter

Lo más leído hoy