Hay situaciones que uno conoce más por intuición o por ser la suma de experiencias concretas, pero que cuando se ven reflejadas en números, frutos de estudios serios e incluso oficiales -y por lo tanto siempre con algo de maquillaje de la dura realidad- te estremecen. Esto es lo que me ha sucedido esta semana. He leído dos informes sobre la situación de la Iglesia en Holanda y en Alemania que son tan tristes que además de invitar a rezar te hacen llorar.
El Episcopado alemán ha informado que, según una encuesta hecha a 8.600 sacerdotes alemanes, el 54 por 100 de ellos se confiesa sólo una vez al año o no lo hace nunca y el 42 por 100 no hacen oración ni rezan nada ni siquiera una vez al día. Ni una vez al día ni una confesión al año. Es natural que, siendo así, no tengan ningún problema en dar la comunión a los divorciados vueltos a casar, pues en su propia vida personal no dan importancia a comulgar en pecado mortal, pues entre otras cosas es obligatorio confesarse al menos una vez al año, por no hablar de la obligación de rezar el breviario.
En Holanda la situación es parecida o incluso peor. Por primera vez en su historia, sólo el 17 por 100 se declara creyente en alguna religión. En la diócesis de Utrech, la primada de Holanda, las parroquias han pasado de 326 a 49 y seguirán disminuyendo. En 1958, los agustinos -por poner un ejemplo- eran 380, hoy son 39 y el más joven tiene 70 años. No es un consuelo que los calvinistas (los protestantes holandeses) estén peor; el pastor de una parroquia en Doetinchen, para atraer a la gente, organizó la "Sociedad del Carnaval" al empezar la Cuaresma, poniendo una barra ante el altar para que las chicas, ligeritas de ropa, bailaran agarradas a ella y amenizaran la fiesta. Uno de cada seis pastores protestantes en ejercicio ha dejado de creer en Dios y se califica a sí mismo como "creyente ateo". Aunque no hay datos oficiales, probablemente entre los curas católicos la cifra sea parecida.
Es una tragedia. Es para llorar. Pero hay algo aún peor: ese es el modelo de Iglesia que se quiere exportar e imponer al resto del mundo católico. No sólo deberían estar avergonzados por haberse autodestruido con su liberalismo a ultranza y su permisivismo total, sino que tienen la soberbia osadía de mostrarse a los demás como el modelo a imitar. Y lo que es peor aún, los otros se lo creen y quieren imitarles. No me cabe en la cabeza que ningún obispo que de verdad ame al Señor y a sus feligreses quiera imitar a la Iglesia centroeuropea y aplicar en su diócesis las fórmulas que les han conducido a este estado de aniquilación. Y sin embargo, estos, los alemanes sobre todo, son los protagonistas de la "reforma" que quieren introducir en la Iglesia con la comunión de los divorciados. Ellos, que se han suicidado pastoralmente, se muestran a los demás como maestros, les proponen que les imiten y, para mayor pasmo, son aplaudidos e imitados. ¿Es que no ven el resto de los obispos del mundo, sobre todo los latinoamericanos que parecen los más fascinados, hacia dónde van a conducir a sus respectivas comunidades si siguen las fórmulas puestas en práctica en Alemania u Holanda? Si tuvieran aún algo de decoro y de vergüenza, los cardenales Marx y Kasper, entre otros, tendrían que estar pidiendo perdón por lo que han hecho en su patria y suplicando al resto de la Iglesia que no les imitaran.
Un articulista vaticano escribía estos días, al comentar las cifras anteriormente citadas: ya no hay católicos practicantes en Centroeuropa, las ciudades están abiertas al Islam. Tiene razón. El Islam es la única religión en esa zona cuyos feligreses creen firmemente en Dios. La Iglesia católica y la protestante ha dejado de existir como religión y pronto dejarán de existir incluso como ONG. Ni siquiera les servirá poner una barra para "gogo girls" ante el altar para atraer a la gente. Es terrible, pero, por favor, que no nos lo ofrezcan como modelo. Y que no lo acepten como tal.