La lucha por vivir es para muchos cada vez más compleja. La vida, para algunos pasó a ser un bien de consumo que otros seleccionan a su arbitrio cual fruta que se exporta. Tiene que estar ‘sanita’, de buen color, buen tamaño y buen olor; no se admite defectuosa porque no se puede vender. ¡Estamos en busca del sueño de los nazis: una raza perfecta que no tenga contaminación con otras razas inferiores!
En Chile se ha conocido un doloroso caso de abuso de una menor. Esto ha significado que muchos partidarios del aborto terapéutico en ese país alcen la voz utilizando políticamente a esta menor que ya fue vejada una vez y que siguió siéndolo por varios días en distintos medios de comunicación, situándola como el ícono de la lucha pro aborto en Chile. Hay algunos más atrevidos que proponían sacarla del país para aplicarle un aborto en el extranjero, buscando apoyo en organizaciones afines internacionales… ¡resulta casi increíble! Y a los pocos que han sacado la voz en contra, los mismos medios mal llamados pluralistas los han destrozado con opiniones en contra, juicios inmisericordes, condenados como culpables por el solo hecho de defender la vida que está por nacer, ¡qué ironía! Me pregunto: ¡¿se soluciona un crimen con otro crimen?!...
Soy Párroco en una de las parroquias más pobres de la ciudad en la que vivo y trabajo; un lugar que fue construido para pobres en niveles de hacinamiento que favorecen la promiscuidad y la violencia.
Los mismos que alegan por los derechos humanos son quienes terminaron hacinando a los pobres y que luego para comprar votos promueven programas que nunca se llevan a cabo. En este lugar de la sexta región de Chile donde soy párroco, tengo feligreses que han sido madres a los 12 años y hoy tienen a sus hijos crecidos. Ninguna de las organizaciones que dicen defender la vida de las madres se ha hecho presente alguna vez para tender la mano a estas pequeñas grandes mujeres que han nacido pobres pero son ricas en humanidad, en un país donde se desprecia la vida.
Hace pocos días atrás me decía una persona: “Ustedes los de la Iglesia son los culpables que existan familias tan numerosas con tantos hijos a los que no hay qué darles para comer… porque no están de acuerdo con los métodos anticonceptivos, ni con el aborto terapéutico…” “¿Para qué traer más niños al mundo para que sufran?”, proseguía…
Yo le contesté: “Soy hijo de una familia de 14 hermanos, campesinos. Vivimos en casas de barro con piso de tierra, anduvimos sin zapatos, mi padre era analfabeto e inquilino de un fundo y teníamos que cambiarnos de casa cuando el patrón nos echaba de su propiedad y vivíamos con el sueldo de un inquilino. Pero nunca nos faltó para comer. Hoy somos nueve los que quedamos vivos y tengo hermanos profesionales, casados, sobrinos que ya están en la universidad y yo soy sacerdote. “
“Es más –continué- si en aquel tiempo hubiese existido la píldora del día después, yo no habría nacido ni el resto de mis hermanos porque soy el cuarto en la línea y hoy las familias tienen uno o dos hijos y un tercero como accidente”.
Mis padres optaron por la vida y eso lo agradezco, como lo agradecerá el bebé de la niña que esta por ser madre… Leía por ahí en Facebook que la abuela del que escribía había sido madre a los trece años y gracias a eso ellos existen.
No quiero decir con esto que estoy de acuerdo con que las mujeres sean madres a tan temprana edad, sino que busquemos la forma de evitarlo fortaleciendo la familia que ha sido rota por el sistema neoliberal en donde todos los seres humanos valemos por lo que producimos o consumimos. ¡Mejoremos la educación llevándola hacia un nivel integral y no reduccionista! Donde la educación sexual no sea una instrucción de cómo hacer esto o aquello, dónde conseguir preservativos o la píldora, sino centrada en el valor de la personas. Donde el ser humano no sea algo desechable que se usa y luego se vota como un preservativo, carente de vínculo, sin amor y compromiso… Cuestión potenciada por algunos medios de comunicación erotizados que hacen aparecer a las personas como cosas.
La incongruencia de esta sociedad, los fariseos de nuestro tiempo, los hipócritas que Jesús denunciaba están entre nosotros. Dios tenga misericordia de todos y nos dé valor a los cristianos para defender la vida desde que comienza. “Dios es capaz de hacer lo que prometió que haría”. Cristo dio la vida por todos: por ti, por mí, por nuestros enemigos y por aquellos inocentes bebés que son abortados y en la sangre de ellos se sigue derramando la de Cristo.
¡Bendiciones!