Finaliza el año escolar y quisiera apoyar con esta columna a los profesores que son agredidos en las aulas por sus alumnos; agresiones muchas que quedan impunes y en el anonimato por vergüenza de los mismos agredidos o por la complicidad de quienes deberían denunciarlos.
No es posible que hayamos llegado a un nivel de falta de respeto tan grande y que algunos padres consientan y autoridades callen. Desde hace un tiempo atrás que oigo quejas de docentes que ya están colapsados, se sienten solos, humillados e impotentes, vulnerados y maltratados por los adolescentes que deben educar en un sistema que no les permite hacerlo. Pasaron a ser bandos enemigos en la sala de clases, donde son desafiados por los menores: no los escuchan, no les respetan, son los primeros que reciben la rabia y descontento con la autoridad. No es posible que los profesores vivan en un ambiente de tanta tensión y decepción frente a una profesión que un primer momento les ilusionó y a través de la cual querían modificar las conductas de quienes son vulnerados… Me preocupa que no se les escuche y que estén trabajando con desidia, cansancio, estrés, impotencia, como si estuvieran pagando una condena.
Me atrevo a escribir esto porque conozco casos de profesores que han sido agredidos, por ejemplo uno que por evaluar mal a una alumna el apoderado lo increpó y lo agredió a puños; otro fue cortado con un corta cartones en una de sus manos por uno de sus alumnos, lleva casi treinta años como docente y ya no sabe qué hacer, no puede renunciar porque pierde sus años de trabajo.
Es una de las profesiones más expuestas junto con la de carabineros, todo el mundo se siente con derecho a opinar y a culparlos de los resultados de un sistema burocrático que los ahoga en papeles y no les permite educar como quisieran; les han quitado autoridad, los han desacreditado, todos opinan sobre cómo se debería educar y nunca han estado en una sala de clases, ni tampoco deben enfrentarse a un grupo de jóvenes que muchas veces vienen de hogares disfuncionales donde las figuras parentales no están presentes y si lo están no cumple su rol.
En lo personal opino porque también soy profesor y siempre trabajé en colegios de alto riesgo, se dé que hablo y por ello solidarizo con tantos colegas que solo quieren jubilarse o cambiar de trabajo para liberarse de situaciones de tanta mediocridad donde no hay acogida ni apoyo.
Alguno podría decir que falta dominio de grupo, otro que no sabe, otro que son mal formados en las universidades, otro que simplemente no les importa su trabajo y que solo quieren ganar un sueldo. Es fácil hablar cuando no se está viviendo esta tragedia de muchos profesores.
He visto algunos de ellos presos, acusados injustamente, vejados por los medios de comunicación y luego han salido en libertad porque se ha probado su inocencia y quienes debieron haberlos ayudado y defendido no quisieron quemarse por defender a sus propios colegas. La falta de solidaridad de parte de los mismos profesores les hace más vulnerables ante una sociedad que no valora su trabajo.
El Docente debe ser padre y madre, sicólogo, doctor, enfermero, nana, etc. en una sociedad que no se responsabiliza de sus roles, con familias vulneradas y esclavas del trabajo, donde no se ponen límites para compensar la ausencia de los padres.
Me preocupan además los niños y jóvenes que estudian y que desean salir del sistema de vulnerabilidad en el que viven y que deben compartir en los colegios con los hampones que les agreden y no dejan a los profesores que hagan sus clases... ¿Quién defiende sus derechos? Sus padres no tienen alternativa, no hay recursos para enviarlos a otros colegios y deben conformarse con el sistema público. Sin embargo el sistema favorece a quienes agreden, hacen desorden, destruyen y no permiten que los maestros lleven a cabo sus clases, no se les puede sancionar pues todo suena a maltrato y luego cuando cumplen su mayoría de edad las mismas organizaciones que les defendieron los dejen solos en las cárceles… ¿Eso es lo que queremos para nuestros niños y jóvenes?
Yo no deseo eso, quiero una sociedad más justa, donde los adultos sean respetados y valorados por los jóvenes, donde cada hombre y mujer sean respetados en su dignidad, donde los ancianos no sean abandonados, sino incorporados a la familia, no los quiero en hogares cuando tienen hijos y nietos a los cuales pueden transmitir su experiencia. Un mundo donde sean los profesores los que tienen la autoridad en los colegios, un mundo donde nos respetemos y no nos agredamos.
Un mundo en definitiva donde Jesús Niño, Jesús que sana y libera, Señor de la historia, convierta los corazones de todos para que vivamos la alegría de su Paz. ¡Bendiciones!