Nuestra mayor fuerza es a menudo nuestra mayor debilidad. La sensibilidad es un don, pero como le dirá cualquier persona sensible, ese don puede ser una bendición mixta. A veces, una piel gruesa y callosa puede ahorrarte mucho sufrimiento, sobre todo el del corazón.

 

El popular escritor espiritual Henri Nouwen era una persona muy sensible. Eso era a la vez su don y su maldición. Sufrió mucho a causa de su sensibilidad. Por ejemplo, varias veces se enamoró perdidamente de alguien, pero como era célibe por voto y esos sentimientos profundos no eran mutuos, se quedó solo en esa obsesión, frustrado, paralizado emocionalmente. Estos sentimientos obsesivos le dominaban de tal manera que (en honor a su honestidad y a su mérito) buscó ayuda clínica. Según admite, esos fueron los períodos más oscuros y dolorosos de su vida.

 

Hay muchos como él en este mundo y hay alguien como él dentro de todos los que son altamente sensibles. De hecho, uno de los héroes de Nouwen fue el afamado pintor holandés Vincent Van Gogh, que sufrió un exceso de sensibilidad aguda durante gran parte de su vida y, en un momento dado, a causa de una obsesión emocional en el amor, se cortó una oreja y se la envió a la persona con la que estaba obsesionado. Otra persona a la que Nouwen idolatraba era el filósofo danés Soren Kierkegaard, cuya soledad personal marcó profundamente sus escritos religiosos y filosóficos. No es casualidad que tantas personas altamente creativas (artistas, escritores, intérpretes) estén a menudo atrapadas en las garras de la obsesión emocional. Sospecho que esto es cierto para todos nosotros en algún grado.

 

¿Qué hay que hacer cuando una obsesión emocional nos paraliza literalmente?

 

En dos ocasiones he planteado esta pregunta a psicólogos. En la primera ocasión, fue al renombrado psicólogo holandés Antone Vergote. Tuve dos veces el privilegio de estar en su clase y en una de ellas le hice esta pregunta. ¿Cómo se ayuda a una persona que está tan paralizada por algún dolor de corazón o de otro tipo que le hace tener tendencias suicidas? Su respuesta fue humilde. Comenzó diciendo que ésta es, singularmente, la situación más difícil con la que nos enfrentaremos, dentro de nosotros mismos, dentro de nuestras familias y amistades, y dentro de las situaciones pastorales y de asesoramiento. Admitió que la psicología todavía estaba luchando por encontrar una respuesta útil y sugirió que podríamos encontrar algunas perspectivas iluminadoras leyendo a los grandes novelistas.

 

A continuación, expuso lo siguiente: la obsesión emocional es una forma de concentración excesiva, una fijación que nos retiene hasta que, de alguna manera, rompemos su hechizo. Lo que puede ser útil (si es que algo puede ser útil) es la distracción, cualquier cosa que pueda apartar la mente de esa persona de su fijación. Esto puede parecer burdo, especialmente cuando nuestro consejo religioso perenne ha sido "lleva tus problemas a la capilla".  ¿No debería ser la oración la respuesta? Sí, debería, pero eso también tiene sus peligros. Si estás en las garras paralizantes de una obsesión, estar solo en una capilla puede ser el último lugar en el que necesitas estar. Solo y paralizado emocionalmente, la oscuridad podría dominarte. En nuestros momentos más oscuros, es el Dios encarnado, el toque humano de Dios a través del cuidado de alguien, lo que constituye la verdadera capilla a la que necesitamos acudir.

 

El segundo psicólogo al que planteé esta pregunta añadió este consejo Nunca te quedes solo en este tipo de oscuridad. Es más, nunca entres en ella solo. Acompáñate de alguien: un amigo, un mentor, un médico, un guía, un compañero de fatigas, cualquiera. Recuerdo una ocasión, hace algunos años, en la que un joven acudió a mí presa de este tipo de obsesión y me sugirió que lo que quería hacer era marcharse solo a las montañas, alquilar una cabaña y "reflexionar". Le aconsejé encarecidamente que era lo último que debía hacer, ya que estar solo y aislado con su obsesión sería peligroso. Lo que necesitaba, le sugerí, eran cosas que le distrajeran: su trabajo, sus amigos, sus rutinas, sus escapadas normales.

 

No todo el mundo es Jesús, que se adentró solo en la oscuridad de su crucifixión. Excepto, excepto, que él no estaba solo. Estaba con su Padre. Si confiamos en nuestra fe con la suficiente fuerza como para saber que, independientemente de todo, sabremos que Dios está ahí para nosotros, entonces podemos arriesgarnos a entrar en la oscuridad solos. Entonces podemos llevar nuestra parálisis emocional a la capilla y a cabañas remotas en las montañas. Sin embargo, si tememos que nuestro yo herido nos deje indefensos y suicidas, querremos aferrarnos a la mano de un amigo de confianza y buscar cualquier tipo de distracción que pueda romper la obsesión que nos paraliza.

 

En una de esas ocasiones en las que Henri Nouwen se internó en una clínica por depresión, escribió un libro, The Inner Voice of Love (La voz interior del amor), para compartir cómo finalmente lo superó. Lo que finalmente aprendió es que nuestros corazones son más grandes que nuestras heridas; pero no siempre lo sabemos en la oscuridad.

 

 

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