Hace unos días el papa Francisco hizo alusión a la célebre obra de Benson “El Señor del mundo”. Me alegré porque cuando leí la novela me causó un gran impacto por la similitud de la trama, escrita hace más de cien años, con la situación actual. En su momento hice un comentario sobre ello  (pulse para ver).
 
Pienso que si Benson escribiera hoy la novela la titularía más bien como “Los señores del mundo”, ya que proliferan por todo el mundo una pléyade de políticos e ideólogos que se han adueñado de la sociedad, legislando y controlando la vida del pueblo con criterios interesados. Y al pueblo, indefenso, no le queda otra alternativa que callarse o lanzarse a la calle pancarta en mano defendiendo el sentido común.
 
Está claro que a muchas opciones políticas le estorba la Iglesia. No les va lo religioso, más bien todo lo contrario. Dice que “la fe no legisla”. Naturalmente, no legisla en el terreno secular. Pero no por eso es menos importante. Nos hace ver la vida de una manera determinada, más acorde con los derechos humanos y con el sentido común. Y en todo caso, si hay libertad de expresión los que tenemos fe podemos ejercer nuestro derecho a opinar. Pero resulta molesto al que solo ve por un tubo, y les resulta molesto que existan otras perspectivas y otros horizontes.
 
Pero hay algo importante que no se quiere admitir: la fe no es solo un sentimiento interior para vivirlo en privado. El cristiano tiene una visión muy precisa de la vida, y la fe que profesa debe manifestarse en obras, por su propia esencia. No profesamos una teoría, una simple tradición fantástica e ilusoria, sino un modo de ver la vida y de vivirla desde Dios. “La fe sin obras es fe muerta”, diría Santiago. Y Jesucristo: “Por vuestras obras conocerán que sois mis discípulos”.
 
Por esta razón el cristiano trata, haciendo uso de su libertad y por el conducto reglamentario, informar la vida personal y social de acuerdo con la Palabra de Dios, que es sagrada, y con la doctrina de la Iglesia que pretende la implantación de la justicia y la caridad.
 
Pienso que muchos políticos no conocen, ni por el forro, la doctrina social de la Iglesia. Y no digamos nada el Evangelio. Les molesta Dios. Les estorba el espíritu. Tienen aversión visceral a la Iglesia y a lo trascendente. Y esto no es nuevo. Es tan antiguo como el cristianismo. Por eso no nos extrañan ciertos comportamientos trasnochados, aunque molesten.
 
Los señores políticos, como ocurre en España, subidos al pedestal de su retablo ideológico, pretenden resucitar el antiguo paganismo, proclamándose los señores del mundo, como leemos en la novela citada, y que a todos recomiendo. El cielo y la tierra pasarán, y los políticos también, pero la Verdad es eterna.
 
La fe no legisla, pero otro gallo nos cantaría si las leyes tuvieran una inspiración más respetuosa con la dignidad humana, que es sagrada, y con las instituciones que han de estar al servicio del hombre.


Fuente: Religión en Libertad
Editado por Portaluz
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