El editorial de ForumLibertas trataba en términos concisos y concretos una cuestión básica de nuestro tiempo: el papel de lo sobrenatural en la dinámica de la vida eclesial y su relación con lo natural; las relaciones entre lo sagrado y lo profano desde la razón cristiana, que tiene como centro a Jesucristo como hecho histórico.

A ojos actuales, incluso de creyentes, la cuestión, a pesar de su importancia decisiva porque es la propia de vida de la Iglesia que va en ello, puede parecer abstracta o aplicada a cuestiones muy sacramentales, al ámbito de la piedad religiosa. Si fuera así sería una visión “pequeña”.

El punto crucial es como desde la primacía de lo sobrenatural se interviene en lo natural. Creo que puede resumirse en los términos siguientes:

Se trata de una subordinación que no es de naturaleza temporal, porque la autoridad de Dios se dirige a las conciencias directamente, y no mediante ningún orden secular. Esta acción presupone la voluntad de incidir sobre el pueblo de Dios, el conjunto de la sociedad y en los gobernantes. Para ello se necesita de la fuerza del testimonio y de la palabra.

No exige de un orden temporal porque lo considera un modo de intervención indigno de ella. Tiene poder en materia temporal, pero no es un poder temporal. Esto es lo que debe entenderse.

Pero ¿cuál es el ámbito en el que la Iglesia debe proceder? Todo ámbito humano, filosófico, moral, político, cultural, económico, de organización social. Lo sobrenatural no está separado de la naturaleza, sino que tal y como planteaba el editorial, la mejora. El único y tajante criterio para intervenir sin salirse de su papel es que guarde relación mediata o inmediata con la dimensión espiritual. Y esta dimensión espiritual se concreta en dos ejes: los derechos fundamentales de las personas y la salvación de las almas, tal y como expresa el Código de Derecho Canónico (747. 2)

Cuando la Iglesia no actúa así, cuando todos y cada uno no actuamos en estos términos, sucede que demuestra no tener autoridad sobre nada, no pudiendo hablar más que de lo abstracto, situándose siempre au-dessus de la mêlée, como advierte De Lubac en Mèmoire sur l’ocassion de mes écrits.

El Papa Francisco es un buen ejemplo de esta acción de autoridad dirigida a las conciencias desde lo sobrenatural para incidir en la vida cotidiana, aunque en ocasiones la elevada frecuencia de sus planteamientos haga difícil un seguimiento practico. Un ejemplo paradigmático del ejercicio de esta autoridad lo encontramos en Juan Pablo II oponiéndose a la guerra americana contra Irak. Y es que como dice el ya apuntado artículo del Código Canónico “Corresponde a la Iglesia anunciar en todo tiempo y lugar los principios de moral incluso el que se refiere al orden social, así como hacer un juicio sobre toda realidad humana

¿Y a quien concierne esta acción? A todos, y en primer término al obispo y al sacerdote, en su ámbito parroquial. Pero esa palabra y testimonio dirigidos a transformar las conciencias deben buscar la eficacia, y ello exige una cuidadosa preparación previa, un aconsejarse bien para poder dar razón de aquella palabra concreta, en primer término a los sacerdotes, porque han de ser ellos que, una vez hecha pública por el obispo, han de extenderla y reiterarla. La palabra debe ser recogida y distribuida capilarmente por los laicos, y ha de perdurar en primer plano durante un cierto tiempo, para que cale y mueva a la acción. Y será esta acción donde el protagonismo en aquello que pertenezca a lo secular corresponderá a los laicos. Eso es un pueblo en marcha donde cada cual realiza el servicio a todos que le corresponde.  Es una predicación en la que intervienen todos en sus respectivos niveles, incluidas las instituciones diocesanas y religiosas.

 
Fuente: Forum Libertas

 
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