El recién pasado mes de septiembre los chilenos recordamos los 40 años del golpe de estado que instauró en el país una dictadura que duró 17 años. En aquél tiempo, como ahora, la Iglesia protegía y defendía la vida. En aquellos años la Iglesia y los perseguidos por la dictadura iban de la mano en defensa de la vida de los más vulnerados, sin importar si eran o no creyentes… Fue una elección por la vida y la libertad…

Me dolió profundamente que en los actos conmemorativos del los 40 años ninguno de los actores que lo celebraron se acordaron de la Iglesia y de los protagonistas religiosos del aquel período. Al contrario, escuché críticas duras y desagradecidas de algunos protagonistas de aquella época. Descubrí en esas palabras y actos que Cristo una vez más era entregado, pues los mismos que en su tiempo a través de la Iglesia Él sanó, escucho y liberó gritan hoy en la plaza contra ÉL, contra Su Iglesia: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!...
 
Hago esta reflexión iniciando este artículo para insistir como en una columna anterior, en la falta de liderazgo político de los católicos de nuestro país. Esto ha permitido que las vidas de muchos dependan de criterios agnósticos y anti iglesia.
 
Irónicamente los mismos que alegaban por la defensa de los derechos humanos de sus correligionarios y a quienes la Iglesia apoyó, ¡hoy quieren desconocer los derechos de aquellos que están por nacer! Y vilipendian o desconocen a esa misma Iglesia que les recuerda que los valores de la Vida no se transan.
             
¿Qué paso en el camino?.... Parece que se acabó el encanto de luchar por los más débiles. La democracia nos trajo relajo, demasiado diría yo. Se acabó el valor de la Vida para ellos y hoy son discípulos de la muerte. Las minorías imponiéndose como dictadura por sobre las mayorías creyentes. Los Gurú de nuestro tiempo son los Barrabás de aquella plaza donde la multitud gritaba para que liberasen al violento y despreciaba a Jesús porque no fue el Rey violento que ellos esperaban. Jesús a quien la Iglesia anuncia es el Rey de la paz, el Dios del amor, el Dios de la vida, el Dios hecho hombre. Lo consideraron una afrenta a sus ideales de poder y de fuerza, porque denunciaba la hipocresía y la maldad. Se hizo amigo de los discriminados de su tiempo y acogió a los extranjeros.
 
Cristo nos reveló algo maravilloso: Dios es Padre y nosotros somos sus hijos, por lo tanto hermanos entre nosotros, nuestra dignidad brota de ahí. En cambio los Gurú de nuestro tiempo solo buscan su interés personal y dirigen a sus súbditos como marionetas al servicio de grupos económicos y políticos subordinados a esos grandes capitales que mueven las economías de nuestros países y que por cierto no buscarán nunca el bienestar de la comunidad sino mas bien someter.
 
Para no ser injusto en esta reflexión, sé que existen políticos consecuentes con sus valores cristianos y que luchan en esa arena del circo romano donde muchas veces son humillados y desautorizados por el solo hecho de profesar su fe cristiana. Creo que nos hace falta a los católicos empoderarnos de esa actividad tan noble como era la política. Porque si sus actores vivieran el evangelio de Jesús tendríamos un mundo más justo, fraterno y solidario. Sólo hay que recordar el libro de los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 2: A ningún miembro de la comunidad le faltaba nada porque todo lo ponían en común. Ni a los ricos les sobraba ni a los pobres les faltaba. Los que miraban decían “mírenlos como se aman” y por eso la gente se agregaba a ellos. ¡Volvamos a creer y vivir esta sana propuesta de sociedad! Nos hace falta ser como los cristianos de los primeros siglos: valientes y arriesgados, sin miedo al imperio. Ellos se enfrentaban al enemigo con las armas de Jesús y fue el amor el que terminó conmoviendo y transformando a un imperio. Gentiles, Romanos, Judíos, Griegos, Partos, Elamitas, ricos, pobres, nobles y plebeyos se encuentran en Cristo como hermanos: “Ya no hay extranjeros, ni esclavos ni libres, todos pertenecen a la familia de Dios…” ¡Claro!, a través de los siglos hemos sido zarandeados como Iglesia. Esta barca de Pedro se ha enfrentado a dolorosas tormentas, de las cuales el mismo Señor se ha encargado de levantarla, porque como Él mismo dijo: ”Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
 
Sólo cristianos fieles que asuman su rol en la política evitarán el colapso de la vida de muchos inocentes. Junto a ellos somos llamados a luchar por los derechos humanos de toda persona sin distinción… anunciando, testimoniando y gritando la victoria de Cristo: ¡Resucitó! ¡Viva Cristo Rey!
 
 Recuperemos nuestro rol en la sociedad, seamos levadura en la masa, escuchemos a Dios que nos sigue llamando: “Escúchenlo, Él es mi Hijo Amado”. Atendamos las palabras de María Santísima: “Hagan todo lo que Él les diga”. Recuerden que los frutos del Espíritu en nuestra vida son el amor, el gozo, la alegría. No dejemos lugar a las tinieblas sino que abrámonos a la luz en Cristo. Bendiciones.

 
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