“El ayuno que yo quiero de ti es éste: que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano…. Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillara tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía” (Isaias58, 5-11).
He querido comenzar con estas palabras del profeta Isaías para decir que esa libertad es la que quiere Dios para su pueblo. Muchos sufren la prisión de la cárcel, pero también la prisión de la violencia, la pobreza y la injusticia. Las desigualdades presentes en nuestro continente están lejos de hacer realidad estas palabras que siguen desafiándonos hoy a pesar de la distancia en el tiempo.
Hace pocos días murió un hombre que estaba condenado a 541 días de cárcel por conducir en estado de ebriedad, era alcohólico y nunca pudo salir completamente de su problema. Padecía un cáncer hepático que le quito la vida en menos de dos meses. Pedimos el indulto presidencial, clamamos misericordia para él como ya lo hemos hecho para otros seis. Todos murieron esperando este beneficio… y murieron presos, con un gendarme al lado las 24 horas y engrilletados a su cama. Así lo estipula el reglamento. ¿Lo común en todos ellos aparte de la enfermedad y la cárcel?: la pobreza. ¡No hubo clemencia!... Mientras que otros con dinero para pagar abogados quedan libres, solo firmando, después de cometer delitos similares e incluso más, con resultado de muerte.
Una mujer Aymara estuvo recluida acusada de la muerte de su hijo porque un tribunal no entendió nada y no se dieron el tiempo para comprender la cultura ni el idioma de esta pobre mujer que perdió a su hijo en la montaña por buscar sus rebaños; también era pobre.
Días atrás en el sur de nuestro país una mujer extrajera estuvo diez horas esperando ser atendida en un centro de salud, lugar donde murió, esperando. No era chilena. También era pobre. Otro hombre recluido en la cárcel de Rancagua condenado a cinco años y un día, por defender la vida y seguridad de sus padres ancianos atacados por un delincuente drogado que les quiso asaltar. Se quedó preso porque su abogado lo estafó. También es pobre.
Hospitales públicos colapsados de pobres que no pueden atenderse en la salud privada, casi dos mil personas intoxicadas con el agua contaminada en el norte de Chile, situación de la cual nadie se hace responsable y mientras, la prensa está ocupada de repasar el pasado, buscando culpables de situaciones que dividieron al país por hechos históricos que fueron ciertos y dolorosos, pero olvidando el hoy.
Siguen siendo los pobres los protagonistas de siempre. Ellos, los amados de Cristo, los amados de la Iglesia que sí está hoy presente donde otros no están. Esos que promueven ideologías donde la igualdad es su lema, no los he visto atender los comedores abiertos, ni recolectar comida para los pobres, ni atender a quienes están la calle, ni a los presos, o a los inmigrantes. Sólo veo a la Iglesia que, como buena madre, aunque algunos hijos la desprecien, está ahí para amarlos y acogerlos cuando sea necesario.
Siguen siendo los pobres los protagonistas de siempre. Ellos, los amados de Cristo, los amados de la Iglesia que sí está hoy presente donde otros no están. Esos que promueven ideologías donde la igualdad es su lema, no los he visto atender los comedores abiertos, ni recolectar comida para los pobres, ni atender a quienes están la calle, ni a los presos, o a los inmigrantes. Sólo veo a la Iglesia que, como buena madre, aunque algunos hijos la desprecien, está ahí para amarlos y acogerlos cuando sea necesario.
Sólo el amor a Dios nos puede ayudar a buscar y ver en el otro a un hermano; de lo contrario buscaremos siempre en el otro una oportunidad para sacar provecho cosificándolo.
Solo Dios es Padre y en él la humanidad es una comunidad de hermanos. Por eso cuando el hombre se aleja de Dios se deshumaniza, se despersonaliza, se hunde en el abismo del caos. Nos encontramos con el cuadro bíblico de Caín y Abel, pues la enemistad entre los hombres trae la desigualdad, la violencia y el homicidio. Pero el prójimo es el camino para amar a Dios, y el camino para llegar al Padre es Cristo el Hijo de Dios… y todo lo que hagamos al otro se lo hacemos a Cristo. ¡Bendiciones!